miércoles, 27 de mayo de 2009

Bienvenidos a Venezuela

por Antonio Sánchez García

Webarticulista.net

Mayo 25 de 2009


Desafiando innecesarias amenazas, una centena de entre los más destacados escritores, historiadores, novelistas, académicos, empresarios, políticos y periodistas de América Latina y Europa se dan cita esta semana en Caracas. A partir de este miércoles 27 de Mayo y hasta el domingo próximo se reunirán a debatir sobre los temas cruciales del momento histórico que viven Venezuela y la región: la libertad y el desarrollo, la lucha contra la pobreza y la injusticia, por el entendimiento y la paz. Desde una perspectiva liberal y democrática.

Lo hacen invitados por CEDICE en la celebración de sus 25 años defendiendo los valores de la civilización y la cultura, hondamente preocupados sus directivos por impulsar la riqueza, la propiedad y el desarrollo sin menoscabo de los valores humanos fundamentales. Intentando conciliar la economía con la sociedad y la moral y la ética con los derechos al despliegue del mercado y la economía. Siguiendo por cierto la extraordinaria enseñanza de F.A. Hayek, uno de los más profundos y creativos pensadores liberales contemporáneos.

No ha sido una lucha fácil. Regalada Venezuela con una exuberante riqueza natural ajena al esfuerzo y la creatividad de sus ciudadanos, el reparto y el disfrute obtenidos por el negocio petrolero – que de esa insólita riqueza se trata - se han ido disociando sistemática y progresivamente del esfuerzo que tales disfrutes demandan en una sociedad obligada a obtener riqueza con el fruto del esfuerzo, el trabajo, la disciplina y la inteligencia. Ni los Estados Unidos, ni los países más desarrollados de Europa ni el Japón o las potencias emergentes del Lejano Oriente han encontrado los bienes materiales para satisfacer las necesidades de sus habitantes a flor de piel. En el caso de Japón, una de las más exitosas economías contemporáneas, ni siquiera ha contado con el concurso de materias primas. Sólo la disciplina, la laboriosidad, la inteligencia y el ahorro han permitido que sus ciudadanos se eleven a altos niveles de evolución, desarrollo y consumo. Sin dejar de considerar el respeto sacrosanto a la institucionalidad democrática que ha garantizado estabilidad y progreso creciente y sistemático.

No es, para nuestra inmensa desgracia, el caso venezolano. Modesto y laborioso, el país supo administrar sus bienes y vivir acorde a sus reales y auténticas capacidades durante los primeros cincuenta años luego de descubierta su fastuosa riqueza petrolera. Fue la suya entonces una economía sólida, con una fuerte moneda, en permanente crecimiento y expansión, capaz de resguardar sus intereses sin colidir con las empresas explotadoras y dedicadas sus autoridades al desarrollo social, político y cultural de la Nación. Puesta esa riqueza al servicio del progreso y la paz en esos primeros años de democracia. Valga la oportunidad para reconocer la inmensa obra de Rómulo Betancourt al respecto.

Bastó el aumento exponencial de los precios petroleros y el delirio de pésimos administradores políticos, para que el país cayera por el barranco del despilfarro, el endeudamiento, la corrupción  y la decadencia. Coincide la nacionalización del petróleo con el desbarrancamiento de nuestra economía. Y la crisis económica con la decadencia política y espiritual de la sociedad venezolana. Hay una exacta línea de fuga que lleva desde los atrabiliarios delirios de esos malos gobiernos al desastre y el apocalipsis que hoy vivimos. Ciertamente, infinitamente peores y más destructivos, pero tendencial y profundamente vinculados con la estatolatría, el clientelismo y la demagogia que se apoderaron de la sociedad venezolana a mediados de los 70s.

Todavía hoy somos los venezolanos culturalmente tributarios de las tribus recolectoras que nos antecedieran, comulgamos con ideologías populistas y clientelares y consideramos que el Estado debe proveernos y mantenernos con todo los que nos haga falta. Creemos casi sin lugar a dudas que Venezuela es rica, el petróleo es de todos y es obligación de las dirigencias políticas resolver los problemas que plantea nuestra sobrevivencia mediante el reparto indiscriminado de los ingresos que obtiene. El trabajo se cumple bajo el mandato de una maldición y el ahorro no parece ocupar nuestras preocupaciones básicas.

Avergüenza que todavía haya en Venezuela quienes se consideren intelectuales y aborrezcan del por ellos llamado “neoliberalismo”, estúpida fórmula con que encubren la desidia, la irresponsabilidad y la estulticia. De allí la inmensa necesidad del debate y la discusión sobre los grandes temas puestos en el tapete por CEDICE. De allí la imperiosa necesidad de respaldar a CEDICE en su lucha por hacer de Venezuela un país de propietarios, en otras palabras: de ciudadanos responsables, serios, dignos, laboriosos y ahorrativos.

Bienvenidos a Venezuela. Cuenten con todo nuestro respaldo.

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