martes, 19 de mayo de 2009

Plumas atentas

Por José Felix Escobar

El País, Cali

Mayo 18 de 2009

Los buenos escritores deben estar al acecho: hay un dictador suelto en el vecindario. Pocos temas más fecundos para nuestra literatura que las desorbitadas andanzas de los dictadores. Y, con las oportunidades que hoy brindan las nuevas tecnologías, hay que documentar cada día la traza de barbaridades y de abusos que los tiranos suelen dejar a su paso. 

Al escritor paraguayo Augusto Roa Bastos le sirvió de inspiración para una conocida novela el prolongado paso por el poder de su coterráneo Gaspar Rodríguez de Francia. El mismo doctor Francia que se vengaba desde el poder de quienes le habían disputado sus novias juveniles; el mismo doctor Francia que un día resolvió por decreto declarar mulatos hasta la quinta generación a todos los miembros de una familia rival. 

Mario Vargas Llosa dedicó años al análisis de la tempestuosa vida de Rafael Leónidas Trujillo, sempiterno mandamás y cruel torturador de la República Dominicana. Del número de desaparecidos bajo su gobierno sólo es testigo el mar Caribe. La novela de Vargas Llosa, ‘La fiesta del chivo’, es hoy ampliamente conocida. 

Fue la larga dictadura del general venezolano Juan Vicente Gómez la fuente de inspiración para ‘El otoño del patriarca’, de García Márquez. Muchos rumores rodearon la vida de Gómez, como el que afirma que el general ordenaba limpiar las calles de indigentes. Los cuales eran embarcados en un viejo navío que sería hundido poco después, Caribe adentro. 


De Gómez no se conoce con exactitud ni el número de crímenes que cometió ni la cantidad de hijos que se le adjudican. Los biógrafos aseguran que su prole excede —para envidia del obispo Lugo— los 60 vástagos. Sin importar la afección a la próstata que marcó durante muchos años la vida del tirano. 


En la tierra del general Gómez se ha destapado —ahora sí por fuera de toda duda— un auténtico dictador latinoamericano: Hugo Chávez. Desde el último referendo reeleccionista Chávez está intratable. No sólo hostigó con descaro a los opositores antes del referendo, sino que, tras el opaco triunfo electoral, prometió que sus adversarios serían arrollados. 


En un país donde la retención de divisas (el Cadivi) ha dado lugar a enormes redes de corrupción, es precisamente con base en cargos de corrupción como se presionó hacia el exilio al líder opositor Manuel Rosales. Y el general opositor Raúl Baduel guarda prisión, en nombre de la pureza administrativa del régimen. 

Al Alcalde electo de Caracas le quitaron por decreto el manejo de los fondos que constitucionalmente están adscritos a su despacho. Y las competencias portuarias y marítimas, antes descentralizadas, hoy están por decreto bajo el mando del dictador.


Es increíble que la empresa estatal petrolera de Venezuela no pague cumplidamente a sus proveedores. Cuando un grupo de acreedores protestó por las demoras, la respuesta del dictador sonó a un ucase: “Quedan nacionalizadas”. Ayer fue una multinacional lechera, hoy una arrocera, mañana no se sabe cuál será la empresa objeto de aprehensión por parte del tirano. 


La dictadura arde, señores escritores. Tomen notas. 

 

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