Por Jacques Thomet
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Un journalisme d’investigation
16 de mayo de 2009
Colombia, desde hace mucho el más democrático de los países de América Latina, se convierte en una dictadura bajo los excesos de su régimen, “el peor exceptuando a todos los demás”, como solía decir Winston Churchill. No me refiero al presidente Álvaro Uribe, sino a la tiranía de los jueces, quienes, a menos de un año de las elecciones presidenciales, están tratando de cortar la rama sobre la que están sentados.
Esa deriva hacia un despotismo que se cubre de togas y armiños, nunca denunciado por una prensa cómplice, quedó una vez más expuesta con la reciente iniciativa tomada por Gustavo Moncayo, el “caminante de la paz”. Moncayo recorrió a pie más de mil de kilómetros de Colombia para sensibilizar al público sobre el drama de su hijo, el cabo Pablo Emilio, rehén de las FARC desde hace 12 años (doce, leyeron bien). El padre de ese mártir en manos de los terroristas, quienes secuestran a más de 700 otras víctimas, creyó hacer bien al entablar un recurso de urgencia en Bogotá para exigir que la justicia obligue al jefe de Estado a aceptar las condiciones de la guerrilla sanguinaria para liberar a su muchacho. El dolor de un hombre no puede disculparlo todo. Empero, para su descarga, Gustavo Moncayo se infiltra en la corriente actual, el de la dictadura de los jueces.
¡Imaginemos por un momento que en Francia una familia de rehenes secuestrados por los piratas frente a las costas de Somalia entabla un recurso en París para exigirle a Nicolas Sarkozy que acepte pagar el rescate exigido por los criminales! A ese ritmo, en Colombia, el gobierno pasará a manos de los jueces, si no lo está ya, y éstos tomarán las decisiones políticas en lugar del Ejecutivo, en un acto de alucinante menosprecio de la separación poderes, base de la democracia.
El país andino vive aplastado bajo el peso de las administraciones judiciales: a
El mes pasado, el Consejo de Estado colombiano tomó una increíble decisión. Prohibió el envío al combate contra los terroristas guerrilleros a los 128.000 soldados llamados al servicio militar, diciendo que eso se debe reservar únicamente, según su sentencia, a los 85.000 militares profesionales. ¡Este mismo Consejo de Estado llegó a ordenar que el Estado pague 200.000 euros de indemnización a un recluta, Wilson Guzmán Bocanegra, porque él había sido herido en 1994 por la guerrilla! ¡Imagínese la deuda que tendría que pagar Francia por todos los reclutas muertos o heridos en combate en las guerras recientes!
¿Y qué decir de
Las últimas noticias dicen, que se abrió una investigación sobre las escuchas telefónicas realizadas por el DAS (un servicio secreto) a algunos políticos, jueces y periodistas. ¡En una nación en lucha contra el terrorismo, cómo evitar esas escuchas, admitidas en todos los países que tienen dificultades en materia de seguridad! François Mitterrand hizo espiar a más de 2000 políticos, jueces, actores y periodista entre 1981 y 1986. ¿Fue juzgado por eso? Sus esbirros no pagaron ni un sólo día de prisión…
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