Por Fernando Londoño Hoyos
Mayo 19 de 2009
Nadie sabe quién tiene las chuzadas. Ni quién las hizo. Entre otras cosas, porque las investiga el mayor de los chuzadores que en Colombia hubo, el Fiscal Iguarán.
Felipe Muñoz Gómez es una persona excelente. Excelente por la ilustre familia de donde viene, por sus calidades personales, por su estilo, por su talento. Lo que no quita que sea el hombre más enredado del país, simplemente porque las circunstancias, y su imprudente juventud, lo situaron en el lugar equivocado, en el más equivocado de los momentos.
Para quien no lo sepa todavía, recordamos que este caldense saltó de
La cuestión empieza cuando Alejandrito Santos, director de Semana, es decir, empleado de Felipe López, el hijo del hombre de
Muñoz Gómez le creyó a Santos, el de Semana, no a su jefe, el tío, y pensó que aliándose a esa cruzada ganaría muchos puntos en su incipiente carrera. Y entregó en bandeja de plata la reputación del DAS, la suerte de muchos de sus servidores y los elementos esenciales que componen la inteligencia del Estado, que sin violar el derecho de nadie, debe ser atenta y despierta.
Todo el mundo está convencido de que las chuzadas existieron. Como todos los súbditos aplaudían el vestido nuevo del Emperador, hasta que un niño gritó que veía al Emperador desnudo. Pues es el mismo niño de la historia el que pregunta ahora dónde están las chuzadas. Y nada que aparecen. Los magistrados pueden respirar tranquilos. Ya borraron la prueba con las visitas que hacían, a sus venerables despachos, los miembros de la mafia. Mancuso y Sale no quieren hablar contra ellos, los que se han opuesto a su extradición y reclaman el derecho que tienen a volver a Colombia para declarar en paz, justicia y reparación. Todo va bien, por ahora. Y si
Nadie sabe quién tiene las chuzadas. Ni quién las hizo. Entre otras cosas, porque las investiga el mayor de los chuzadores que en Colombia hubo, el Fiscal Iguarán. El Estado ha puesto el gato a cuidar los ratones y los quesos. Las únicas interceptaciones probadas, transmitidas y utilizadas por sus beneficiarios, los periodistas amigos de Santos, el sobrino, son las que le hicieron al Presidente de
Porque hay chuzadas buenas y malas. Justificadas y dañinas. Escandalosas y oportunas. La diferencia viene determinada por el cenáculo de la gran prensa. Y por el Fiscal Iguarán y por sus cómplices en el arte de chuzar y de acosar al Presidente.
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