miércoles, 20 de mayo de 2009

Chuzadas

Por Fernando Londoño Hoyos

La Patria, Manizales

Mayo 19 de 2009

Nadie sabe quién tiene las chuzadas. Ni quién las hizo. Entre otras cosas, porque las investiga el mayor de los chuzadores que en Colombia hubo, el Fiscal Iguarán. 

Felipe Muñoz Gómez es una persona excelente. Excelente por la ilustre familia de donde viene, por sus calidades personales, por su estilo, por su talento. Lo que no quita que sea el hombre más enredado del país, simplemente porque las circunstancias, y su imprudente juventud, lo situaron en el lugar equivocado, en el más equivocado de los momentos. 

Para quien no lo sepa todavía, recordamos que este caldense saltó de la Superintendencia de Vigilancia y Seguridad, a la que llegó sin que se sepa por qué, a la Dirección del DAS, a donde lo lanzaron, como decía el santo curita de pueblo “en una escasez que hubimos”. Pues en esa escasez lo pusieron a manejar los temas más complejos de la inteligencia política, de lo que sabe lo que nosotros de la fisión nuclear. Qué iba a suponer el bueno de Felipe, que por pararle bolas al sobrino de su protector Ministro de Defensa, terminaría lanzando a las turbias aguas de una crisis sin paralelo a todo el cuerpo asesor de su jefe, el Presidente de la República. 

La cuestión empieza cuando Alejandrito Santos, director de Semana, es decir, empleado de Felipe López, el hijo del hombre de la Handel y la Trilladora Tolima, y hermano de los de la finca La Libertad, se inventó la historia de unos encapuchados que lo visitaron para decirle que en el DAS gravaban las conversaciones de los Magistrados de la Corte Suprema de Justicia. En estos caballeros se produjo lo que en un rebaño la aparición del tigre. Porque, claro está, no se trata de un problema de dignidad ofendida, que se resuelve con más ecuanimidad y altura, sino del terror que en algunos de los amenazados se suscita con la posibilidad de que salgan al aire sus conversaciones con Ascensio Reyes y Giorgio Sale, parientes y relacionados. Tampoco querrán que se oiga lo que pudieron decir en vísperas de la designación como Fiscal General de la Nación, de Mario Iguarán. La voltereta de varios, y su causa, no es para que la sepan los menores de edad, que podrían quedar traumatizados para siempre con esas revelaciones. Ciertas conversaciones son para mayores. 

Muñoz Gómez le creyó a Santos, el de Semana, no a su jefe, el tío, y pensó que aliándose a esa cruzada ganaría muchos puntos en su incipiente carrera. Y entregó en bandeja de plata la reputación del DAS, la suerte de muchos de sus servidores y los elementos esenciales que componen la inteligencia del Estado, que sin violar el derecho de nadie, debe ser atenta y despierta. 

Todo el mundo está convencido de que las chuzadas existieron. Como todos los súbditos aplaudían el vestido nuevo del Emperador, hasta que un niño gritó que veía al Emperador desnudo. Pues es el mismo niño de la historia el que pregunta ahora dónde están las chuzadas. Y nada que aparecen. Los magistrados pueden respirar tranquilos. Ya borraron la prueba con las visitas que hacían, a sus venerables despachos, los miembros de la mafia. Mancuso y Sale no quieren hablar contra ellos, los que se han opuesto a su extradición y reclaman el derecho que tienen a volver a Colombia para declarar en paz, justicia y reparación. Todo va bien, por ahora. Y si la ONU les manda ayuda, esas chuzadas, de existir, quedarían como los computadores de Reyes, en el limbo. 

Nadie sabe quién tiene las chuzadas. Ni quién las hizo. Entre otras cosas, porque las investiga el mayor de los chuzadores que en Colombia hubo, el Fiscal Iguarán. El Estado ha puesto el gato a cuidar los ratones y los quesos. Las únicas interceptaciones probadas, transmitidas y utilizadas por sus beneficiarios, los periodistas amigos de Santos, el sobrino, son las que le hicieron al Presidente de la República y a este humilde servidor de ustedes. Esas no las investiga nadie, a pesar de que han sido amplia y detalladamente denunciadas. 

Porque hay chuzadas buenas y malas. Justificadas y dañinas. Escandalosas y oportunas. La diferencia viene determinada por el cenáculo de la gran prensa. Y por el Fiscal Iguarán y por sus cómplices en el arte de chuzar y de acosar al Presidente. 

 

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