Por José Obdulio Gaviria
El Tiempo, Bogotá
Mayo 27 de 2009
La encrucijada del alma de Uribe resulta idéntica a la que vivió Bolívar.
El profesor Antonio Scocozza me pidió revisar las galeradas para la segunda edición de su libro El gran majadero de América (Universidad de Salerno y Católica de Colombia). El título recoge un tropo del propio Libertador, conocido en retórica como 'ironía romana': "¡Los tres más grandes majaderos de la historia hemos sido Jesucristo, Don Quijote... y yo!"
Pues bien, releyendo textos bolivarianos (
Nietzsche y Borges hablan del eterno retorno, de que el Universo tiene que repetirse. Y el Eclesiastés asegura que no hay nada nuevo sobre
Para afrontar al ejército de pigmeos que lo acosó desde 1827, Bolívar sólo tuvo un arma: la grandeza. Páez, por ejemplo, dijo que temía por su vida si iba a saludarlo: "Voy a dar a usted un bofetón en la cara yéndome yo mismo a abrazar a usted", le dijo Bolívar, y le recordó que fue solo a la cita con Morillo, "porque la traición es demasiado vil para que entre en el corazón de un grande hombre".
¡Qué coincidencia entre el hoy y el ayer! Mientras Bolívar rezuma grandeza, en sus contradictores afloran la pobreza intelectual y la ambición. ¡Que sospechan de su intención de una usurpación tiránica! ¡Renuncio una, mil, un millón de veces a
¡Me conformaré, le dice a su amigo Sucre, con la parte que me adjudiquen en esa diabólica partición! Y, mientras era objeto de una campaña de calumnias e injurias en la prensa de Bogotá -como tal vez sólo tenga paralelo en la que hay hoy contra Uribe-, él siguió viviendo en el mundo de la grandeza, que le era connatural: el mensaje a
Allí, además de razonadas recomendaciones sobre todos los aspectos prácticos, Bolívar lanzó a los legisladores unas consignas con vigencia perenne: "Dadnos un gobierno en el que la ley sea obedecida, el magistrado respetado y el pueblo libre: un gobierno que impida la transgresión de la voluntad general y los mandamientos del pueblo".
Muchos comentaristas, de buena fe, se asombran ante el empecinamiento del pueblo colombiano para levantar la prohibición de la reelección. Bolívar se anticipó; sus palabras a los convencionistas de Ocaña interpretan bien ese sentimiento mayoritario, y lo explican: "Arrojad vuestras miradas penetrantes en el recóndito corazón de vuestros constituyentes: allí leeréis la prolongada angustia que los agoniza; ellos suspiran por seguridad y reposo".
¡Sí! El pueblo suspira por tener derecho, en democracia, a reelegir a quien ha sido garantía de seguridad y reposo.
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