viernes, 29 de mayo de 2009

Polos opuestos

Editorial

El Tiempo, Bogotá

Mayo 29 de 2009

 

Los lanzamientos simultáneos de las aspiraciones presidenciales de Carlos Gaviria y Luis Eduardo Garzón confirmaron la poco sorpresiva división de la izquierda democrática para la campaña electoral del 2010. Durante casi cuatro años, el Polo Democrático Alternativo materializó la ilusión de un proyecto único entre las fuerzas del mencionado espectro ideológico y se ganó un lugar dentro de las voces opositoras del Gobierno. 


Que el ex alcalde de Bogotá y el ex magistrado armen tolda aparte es un hecho cargado de profundos simbolismos. Garzón no sólo inspiró y fundó el Polo sino que, de su mano, el joven partido ganó el segundo cargo de elección popular del país. Los cuatro años de la administración de Lucho en Bogotá demostraron que, con sus pros y contras, la izquierda no solo era capaz de gobernar responsablemente a la capital, sino también de reelegirse en el cargo, como sucedió con el actual burgomaestre, Samuel Moreno. 

Carlos Gaviria también ha sido un protagonista de primera línea en la corta vida del PDA. Su campaña en las pasadas elecciones presidenciales obtuvo la mayor votación en la historia de la izquierda: 2,6 millones de votos, y el segundo lugar, por encima del candidato del Partido Liberal. A pesar del contundente triunfo del presidente Álvaro Uribe, la colectividad se perfilaba, con una bancada de diez senadores, como una alternativa política creíble y en crecimiento. 


Sin embargo, tres años después, el escenario es muy diferente. 


En los 18 meses desde la salida de Garzón de la Alcaldía, los líderes del Polo se trenzaron en una larga, pública y agria confrontación sobre el futuro del partido y la estrategia electoral para el 2010. Las críticas del ex alcalde y de otros líderes destacados, como el senador Gustavo Petro, acerca de las reglas impuestas por la mayoría, encabezada por Carlos Gaviria, ahondaron las fracturas por razones ideológicas, de origen político y de estilo. La dirigencia, por su parte, reclamó que las voces críticas se sometieran a la democracia de la colectividad.


A sabiendas de que la maquinaria de la militancia estaba en manos de sus opositores, Garzón y Petro terminaron optando por marginarse de la consulta interna, cuyo plazo de inscripción vence mañana. De esta manera, la izquierda, que, unida, derrotó a los liberales en el 2006, llega dividida en tres a la largada de las próximas presidenciales: Carlos Gaviria como candidato oficial del PDA, el senador Petro en disidencia y Luis Eduardo Garzón como independiente. 


Los efectos de esta división no son de corto alcance. Primero, la fractura hace difícil que el Polo repita el logro de los pasados comicios. Además, a pesar de los impresionantes éxitos electorales logrados en estos cinco años, ningún partido joven y minoritario puede darse el lujo de perder de un tajo a dos líderes experimentados, curtidos y con reconocimiento público como Garzón y Petro. En especial, cuando se tiene en frente un opositor como el uribismo: con mayorías indiscutibles, sólidos liderazgos, respaldo popular y una agenda de gobierno dos veces victoriosa en las urnas. Hasta la experiencia en Bogotá queda partida en dos. 


Por un lado, la gestión del alcalde Moreno y, por el otro, la agenda contra el hambre que impulsó el ahora independiente Garzón.


No obstante, más allá del desempeño de Gaviria, Lucho y Petro como candidatos presidenciales, el golpe más duro se ubica en el terreno de lo simbólico. La renuncia del ex alcalde y la intransigencia de las directivas echan por la borda el mensaje del Polo como ejemplo de una izquierda madura, capaz de superar las diferencias y trabajar unida. Unión que precisamente le permitió atraer votos del centro, ganar elecciones y demostrar capacidad de gobierno.

 

 

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