martes, 19 de mayo de 2009

Pacto Social por el empleo

Por Libardo Botero

Blog Debate Nacional

Mayo 18 de 2009

Según el Dane, el alza de la tasa de desempleo no se debe tanto a la pérdida de empleo –como en EEUU- sino a falta de nuevas plazas para la masa de trabajadores que ingresa al mercado. La informalidad campea, lo ratifica la última encuesta de Fedesarrollo, pero tampoco es un fenómeno nuevo. En todo caso, crear empleo e impedir su pérdida es una necesidad imperiosa de la situación.

Hay un cierto consenso en fórmulas keynesianas para estimular la producción a través del gasto público. Pero en cuanto al tipo de empleo a generar no lo hay. Múltiples propuestas se ventilan. Fedesarrollo reitera la de flexibilizar la normatividad laboral, en especial los costos que gravan la nómina, como los parafiscales, o eliminar la rigidez del salario mínimo (casi tres millones de personas devengan por debajo de éste). Algunos se lamentan de que no tengamos un buen seguro de desempleo. Otros recuerdan la necesidad de ajustar el sistema pensional. Pero las centrales sindicales se oponen con verticalidad a esas fórmulas, señalando, entre otras cosas, que no han sido los trabajadores los causantes de la recesión. Impulsan, junto con el Polo Democrático, una reforma laboral que vuelva a las rigideces del pasado.

Como se ve, el problema no es fácil. Hace poco el Presidente Uribe señaló que “no se puede crear empleo afectando la remuneración” y se declaró opuesto a modificar la parafiscalidad. Sin embargo, para prohijar empleo temporal, con una buena dosis de realismo ha propuesto ampliar un tiempo el contrato de aprendizaje, que carece de parafiscales; o flexibilizar su pago para los nuevos contratos. El momento no está para esquematismos conceptuales o espejos retrovisores. Al momento de salvarse del naufragio poco cuenta la discusión de quién fue el responsable.

Los trabajadores de Coltejer dieron al país un ejemplo de sensatez el año pasado: aceptaron renunciar  a una convención colectiva insostenible, para impedir el cierre de la empresa, bajo el liderazgo de un nuevo sindicalismo. Hoy está en recuperación, los empleos se salvaron, con contratos a término indefinido y nueva convención colectiva. La minoría ultrarradical, que en actitud suicida prefería hundir la nave a sacrificar unos beneficios, negoció sus indemnizaciones por unos millones y allí concluyó su lucha “heróica”. 

No siempre los asalariados son ajenos a la crisis. Para muestra, los casos de Chrysler y General Motors en EEUU. Su sindicato, UAW, se negó con obstinación en el pasado a reducir garantías en salud y otros aspectos, restándoles competitividad a los gigantes automotrices, que llegaron debilitados a la recesión actual. Si bien accionistas y dueños de bonos están pagando la factura por equivocaciones del pasado, los obreros también: de 200.000 sindicalizados de hace apenas 10 años cayeron hoy a 60.000 en la GM. Y en las dos empresas han tenido que aceptar recortes salariales y prestacionales impensados, de miles de millones de dólares, y aún con ello no se ha logrado sustraerlas de la bancarrota. Para mantener a flote el Boston Globe, reconocido diario de esa ciudad, los sindicatos aceptaron reducciones equivalentes a 20 millones de dólares, cifra que de todos modos no asegura plenamente la supervivencia del rotativo.

Es necesario el concurso de empresarios, gobierno y trabajadores, para buscar salidas creativas y eficaces a las falencias actuales en empleo. Y darle cuerpo a la propuesta de un Pacto Social con ese fin que el 1 de mayo del año pasado elevaran en Medellín el Nuevo Sindicalismo y el Presidente Uribe. Con mente abierta de todas las partes. Los empresarios, evitando la precarización de las relaciones de trabajo. Y los sindicatos o centrales que estén dispuestos, aceptando discutir las regulaciones laborales.

Los países nórdicos de Europa, con un sistema de protección social envidiable, aplican el llamado “Sistema de Gante”. Sus sindicatos son fuertes, cubriendo el 80% de los asalariados, excepcional en el mundo. La razón: manejan un vigoroso seguro de desempleo, de hasta 4 años con mesadas significativas, que solo pueden disfrutar los afiliados. A cambio no hay normas que fijen salario mínimo, ni derecho de huelga, ni convenios colectivos obligatorios. ¿Cuánto se puede ceder acá de parte y parte para salir adelante? Ojalá empresarios, sindicatos y gobierno, aprendieran de la sensatez de los trabajadores de Coltejer y de los vientos innovadores que soplan del norte de Europa. 

 

 

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