sábado, 30 de mayo de 2009

¿En verdad está Marx de moda?

Por Luis Carvajal Basto

El Espectador, Bogota

30 de mayo de 2009

 

Debemos responder, previamente, si se trata de un método para entender la Historia y/o “transformarla”, otro para derrocar gobiernos, otro para ejercer el mismo gobierno, un pretexto para justificar la violencia, o una referencia que explica lo inexplicable, como pasó en la URSS y Cía. El marxismo puede considerarse como un fantasma que recorrió el mundo. Y lo asustó. Lo ocurrido en la URSS y demás dictaduras solo sirvió para ratificar la democracia como la mejor forma de Gobierno que hemos encontrado. Como método de análisis para interpretar la realidad resulta útil pero tuvo inmensas limitaciones, como la influencia de los sujetos particulares en los acontecimientos y el desconocimiento de la forma individual en que se producen en la mente de las personas, las emociones, sentimientos etc., con base en las cuales estas toman decisiones. Tratándose de hechos individuales, afectados por aspectos sociales, una explicación de la conducta de individuos y sociedades no puede renunciar a las explicaciones psicológicas.

 

Precisamente ese desconocimiento, es uno de los fundamentos de la fracasada propiedad colectiva que hizo colapsar la competitividad de las industrias estatales. Lo reconocen cada día países como China que recompensan cada vez más el trabajo y derivados de este, como la propiedad, de manera individual. Es la esencia del liberalismo y la democracia. A nivel político es frecuente observar, aún entre los fundamentalistas convencidos, el vacío más grande de la teoría marxista. Entre más libremente informadas están las sociedades, menos entienden la dictadura de la clase obrera, como una forma admisible de gobierno.

 

Eso, para no decir que una dictadura de obreros hoy día, sería una minoritaria que ninguna sociedad soportaría. En sociedades como las latinoamericanas los obreros pueden considerarse una minoría “privilegiada” con salarios de Ley y acceso a la seguridad social, de los que carecen inmensos sectores de la población. Estuvo reiteradamente probado a lo largo del siglo 20 que la productividad de las sociedades con libre empresa es infinitamente mayor que las estatales. Si se produce más existe un excedente para distribuir en forma de salarios, utilidades e impuestos. Quizá el ejemplo más claro es el de las dos Alemanias, cuyos resultados conocemos.

 

Si se piensa que ese socialismo es la manera adecuada de resolver las desigualdades presentes a lo largo de la historia, logros reales en sociedades como las europeas occidentales y la norteamericana, demuestran lo contrario. Otra cosa es la indispensable intervención del Estado en la economía y en la regulación de la sociedad, sustentada en el uso de la fuerza legítima, en defensa de la soberanía popular, propia de los regímenes democráticos. Pero eso no es socialismo sino liberalismo y así fue planteado por los mismos Adam Smith y David Ricardo. En sus aspectos económicos, años después, por Keynes.

 

Si alguien afirma que “el socialismo está de moda”, puede referirse a la “ola” que en Suramérica comenzó con Hugo Chávez usando un lenguaje y un discurso, trasnochado pero llamativo, según el cual muchos pensaran que ya no deben trabajar porque el Estado les da. Por demás, las formulas y reglas del “Socialismo del siglo 21 parece no conocerlas sino el mismo Chávez. En Colombia, por ejemplo, y en muchas partes, la misma palabra fue satanizada por las sociedades cansadas de los atropellos y crímenes que los violentos cometieron en su nombre. Aquí, una sociedad que ha demostrado laboriosidad y emprendimiento, se conforma con que la dejen ser libre, escoger sus formas de gobierno y trabajar. Claro que existe otro modelo de “Marxismo” que por estos días tiene la paz del mundo en vilo. El de Corea del Norte que tiene a una familia y no a los obreros hace décadas en el poder. Así que ¿cuál socialismo y en donde, estará de moda?

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