viernes, 22 de mayo de 2009

Buen viento y buena mar

Por Alvaro Valencia Tovar

El Tiempo, Bogotá

Mayo 22 de 2009

 

Este decir marinero no le es extraño al doctor Juan Manuel Santos, en momentos en que se despide del Ministerio de Defensa y de las Fuerzas Armadas que dirigió dentro de la Política de Seguridad Democrática trazada por el señor presidente Álvaro Uribe Vélez. Aprendido en sus días de cadete en la Escuela Naval, se compenetró con la esencia ética del ejercicio de la profesión de las armas. Así lo expresó en uno de los actos académicos celebrados con motivo del centenario de la Escuela Superior de Guerra.

 

Fueron casi tres años al frente de las delicadas funciones y responsabilidades del ramo de la Defensa Nacional, signados por los retos permanentes y cambiantes de un conflicto armado que ha hecho del terror una estrategia sangrienta y despiadada, financiada por el narcotráfico y los secuestros extorsivos. En ese convulso período hubo de enfrentar debates políticos en los que la sustancia no era la materia en discusión sino la embestida contra el titular de la cartera de más difícil y compleja conducción del Estado en el duro batallar de todos los días.

 

Con ejemplar sangre fría, fuerza argumental, despliegue de conocimientos sobre la situación de la Fuerza Pública en medio de la tormenta y sagacidad para anticiparse a las celadas que suelen practicarse en este tipo de citaciones parlamentarias, el que pensaron novel ministro no sólo salió políticamente vivo, sino fortalecido, y con él las Fuerzas Militares que formaban parte de las situaciones planteadas.

 

Para quienes seguimos con ansiedad entremezclada con fe y confianza el difícil trasegar de nuestras Fuerzas Militares y Policía Nacional por entre escollos, arenas movedizas, peligros y no pocas incomprensiones, la infatigable presencia del Ministro en las más lejanas guarniciones llevando el aliento y la voz del Estado a nuestros combatientes, a tiempo que cumplía toda suerte de compromisos y actividades propios de su cargo dentro y fuera del país, era en verdad tonificante. En perfecta armonía con el Comandante General de las Fuerzas Militares y los Comandantes de Fuerza, siguiendo con claridad los lineamientos de la Política de Estado del Presidente de la República, el Ministerio a cargo de Juan Manuel Santos era ejemplo de armonía, dedicación, empeño y laboriosidad, que descendía por todos los estratos del mando.

 

En su noble carta de renuncia, el titular de la cartera de Defensa hace un generoso reconocimiento de la colaboración leal y altamente productiva de los mandos con su tarea y al referirse a los éxitos más significativos de una era sin precedentes en la prolongada historia de nuestro conflicto interno, agradeció con generosidad el desempeño de las tropas, su heroísmo, abnegación y espíritu de servicio. Justo tributo al guerrero anónimo, al colombiano en uniforme muchas veces olvidado en el aporte gigantesco que las instituciones armadas entregan, como diría Alberto Lleras en su perdurable discurso del Teatro Patria, para que sus compatriotas laboren, estudien, descansen y realicen sus actividades vitales en paz.

 

La importante reorganización ministerial no fue de las menores realizaciones de Juan Manuel Santos. Por el contrario, cimentada en una lógica clara y pragmática, dio al ramo solidez orgánica y bien distribuida armonía funcional, estimulada con reconocimientos y distinciones que incentivaban el buen desempeño de grupos y personas en uniforme y sin él.

 

Y... ¿los falsos positivos? Se preguntarán algunos. Terrible problema, ha sido encarado con serenidad pero con toda la energía que demandan el honor de las Fuerzas Militares, su prestigio y la conducta de los más ante los menos.


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