jueves, 28 de mayo de 2009

El desafío norcoreano

Editorial

El Mundo, Medellín

Mayo 28 de 2009

 

El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, en sesión extraordinaria, condenó unánimemente la prueba nuclear realizada el lunes por Corea del Norte por vulnerar el Tratado de No Proliferación Nuclear y la paz regional y global, y trabajaba ayer en un nuevo paquete de sanciones más duras que las actuales, que son sobre todo de carácter económico. El organismo considera que el ensayo realizado por Corea del Norte es una violación flagrante a la resolución 1.718, aprobada en el año 2006, tras la primera prueba atómica de Pyongyang, pero sus miembros difícilmente podrán ponerse de acuerdo en el contenido y alcance de las nuevas medidas. 


La más dura, por lo que escuchamos ayer, es la posición de los EEUU, cuya embajadora en la ONU, Susan Rice, aseguró que la actitud desafiante de Corea del Norte es una “provocación para la desestabilización y una amenaza”; agregó que Washington está listo para adoptar medidas más enérgicas como “interceptar y confiscar” cualquier material prohibido que entre o salga de la nación asiática, y advirtió que con sus recientes acciones, Pyonyang sólo ha conseguido “aislarse más de lo que ya está”. El presidente Barack Obama acordó con los líderes de Japón y Corea del Sur impulsar que la ONU imponga sanciones más severas pero sabe muy bien que las posiciones de Moscú y Pekín, que gozan del derecho a veto en el Consejo de Seguridad, pueden ser decisivas a la hora de la verdad. 


Rusia parece estar dispuesta a endurecer su posición pero ha advertido, a través de su embajador en la ONU, Vitali Churkin, que la “solución de los problemas nucleares en la Península Coreana puede ser alcanzada sólo mediante la diplomacia”, aun cuando “la adopción de una dura resolución es inevitable. La reacción debe ser bastante seria porque está en juego el prestigio del Consejo de Seguridad”. De los cinco miembros permanentes con derecho a veto los más duros son EEUU, Reino Unido y Francia, en tanto que China, un cuasi aliado de Corea del Norte, se declaró el lunes “totalmente contraria” a la prueba y pidió al régimen de Pyongyang que regrese a las negociaciones para el desmantelamiento de su programa de armamento atómico, pero los analistas consideran poco probable que acepte medidas más drásticas, sobre todo si son de orden económico, pues Corea del Norte es un país donde millones de personas no tienen garantizada la alimentación básica porque la vetusta dictadura comunista destina una gran parte de su presupuesto (hasta el 20% del PIB, según EEUU) a gastos de defensa. Por eso se precia de tener un ejército de un millón de soldados, el cuarto mayor del mundo, y poseer misiles que pueden llegar a Tokio y una artillería que puede bombardear Seúl. 


El martes analizamos aquí los alcances de la amenaza nuclear iraní y la poca atención que estaban recibiendo de la comunidad internacional las advertencias del gobierno israelí sobre la necesidad de adoptar medidas definitivas para contener al fundamentalista radical Mahmud Ahmandinejad y hoy tenemos que hacerlo con relación al dictador Kim Jong Il, quien resultó más ladrador que su homólogo iraní, aun cuando, a decir verdad, pese a la alarma mundial creada por la prueba nuclear del lunes y el posterior lanzamiento de misiles de corto alcance, seguimos considerando más peligroso el proyecto del primero y más factible de convertirse en un verdadero conflicto bélico, por la que sería una muy comprensible y justa reacción israelí de legítima defensa, si, como dijimos, el Consejo de Seguridad de la ONU no actúa cuanto antes, con energía y eficiencia, para parar la ambición iraní de desarrollar una capacidad nuclear que le permita destruir al odiado Estado de Israel. 


Es claro que el dictador norcoreano es un desequilibrado mental que tiene la obsesión de desarrollar un poderío militar a cualquier costo, que por grande que fuera resultaría ridículo frente al de las tres superpotencias que rodean su territorio – China, Japón y Rusia – y, en cuanto a su vecino del sur, que sería la primera y principal víctima de un eventual ataque, aparte del apoyo incondicional y manifiesto de los EEUU, es de su suyo una potencia económica muy superior a la norcoreana. Con toda razón, Corea del Sur anunció el martes que se une a la llamada Iniciativa para la Proliferación de la Seguridad (PSI, por sus siglas en inglés), impulsada por EE UU, cuyo objetivo es impedir el tráfico de armas de destrucción masiva. La iniciativa, en la que participan más de 90 países, incluye la detención y registro de barcos en alta mar y ejercicios militares. El régimen de Pyongyang contestó con otro ladrido: amenazó a Corea del Sur con un ataque militar y dio por finiquitado el armisticio con que concluyó en 1953 la guerra entre ambos países. 


El caso de Irán es muy distinto. Está rodeado de aliados, cómplices y amigos en su lucha contra el Estado de Israel y dispone de un excedente económico que le permite conseguir las materias primas básicas en el mercado mundial a través del comercio subterráneo internacional, y en cambio Corea del Norte se gasta en pólvora la alimentación de su gente. Dos polvorines que en cualquier momento pueden volar, como “Ricaurte en San Mateo”.

 

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