lunes, 25 de mayo de 2009

Comunismo en Venezuela

Editorial

El País, Cali

Mayo 25 de 2009

Desde que la Asamblea Nacional venezolana aprobó una Ley que permite al Estado asumir el control de las empresas en manos de particulares, muchos pensaron que se trataba de una forma utilizada por el chavismo para presionar a los inversionistas nacionales y extranjeros con el fin de detener las críticas al Gobierno, antes que el propósito planeado de apoderarse de la economía. 

Pero la verdad es que, desde mediados del 2007, el vecino padece una oleada de nacionalizaciones de sectores estratégicos de la economía, comenzando por el sector petrolero. Hoy, el rostro económico de la Nación ya presenta más similitudes con Cuba que con cualquier otro país del continente. 


Un total de 76 compañías del ramo petrolero han sido adquiridas por el estado venezolano, lo mismo que compañías de teléfonos, electricidad, cementeras, industrias del sector bancario y productoras de alimentos, como arroceras y fundos productores de carne y leche. Si bien, a diferencia de Cuba, han sido compradas y no expropiadas, ello ha sido contra la voluntad de sus legítimos dueños en una clara limitación del derecho de propiedad. Eso le ha significado pleitos que se dirimen en tribunales internacionales. 

El discurso chavista ha acentuado las nacionalizaciones a raíz de la merma de los precios del petróleo y de las consecuencias de la crisis financiera internacional. Pero no se trata de una actuación de coyuntura, pues las medidas comenzaron antes de que ambos fenómenos se presentaran. Revelan el claro objetivo de implantar en la República Bolivariana de Venezuela el primer período del comunismo, tal como lo planteara Lenin, que consistía en crear un importante sector estatal de la economía que se hiciera cargo de las áreas estratégicas y, en algunos casos, de los sectores básicos. 


En otras palabras, el llamado ‘socialismo del Siglo XXI comenzó a mostrar su rostro verdadero, en el que no hay nada de nuevo, sino la repetición necia de las medidas tomadas a principios del Siglo XX en Rusia y otros países europeos, que llevaron a los pueblos de estas naciones a sufrimientos inenarrables y que fracasaron estruendosamente a finales del mismo siglo. 


Tal vez la única diferencia es que en Venezuela las cosas se hacen usando su poder hegemónico en todas las ramas del Poder Público. Nada bueno puede salir de un Congreso que legisla para un partido y una Justicia que protege las decisiones del régimen. Es la dictadura implantada a través de mecanismos electorales, lo mismo que los recursos que la bonanza petrolera. No se está pensando en el futuro de Venezuela y en el bienestar de su pueblo, sino en la arrogancia del autócrata que maneja el poder. 

 

En su arrogancia, la acción socialista está dispuesta a pisotear intereses de aliados cercanos, como sucede con los Kirchner, en Argentina, hoy en dificultades porque entre las empresas intervenidas en Venezuela están varias siderúrgicas con inversionistas argentinos que han levantado su voz de protesta en la nación austral. 


Pero esto apenas comienza. Lo peor está por venir, para lo cual es necesario cerrar Globovisión y cualquier medio que no se pliegue a los designios de Chávez. 

 

No hay comentarios: