Mauricio Vargas
El Tiempo, Bogotá
Octubre 26 de 2009
Acabo de pasar una semana en Ecuador, donde, aparte de presentar mi novela sobre el Mariscal Sucre, tuve ocasión de conversar con altos funcionarios del gobierno de Rafael Correa, líderes opositores, abogados y periodistas. Allá hay dos fuerzas en pugna: una empeñada en normalizar las relaciones con Colombia y otra, en enterrarlas. Ni siquiera el gobierno se escapa de ese pulso: en el círculo de asesores de Correa están presentes ambas corrientes.
La fuerza que impulsa la normalización la lidera el canciller, Fánder Falconí, un hombre formado en la izquierda, pero reconocido por su realismo. Sabe, al igual que algunos integrantes del equipo económico, que romper definitivamente con "el coloso del Norte", como aún le dicen a Colombia medio en serio, medio en broma, tendría un costo fatal para las exportaciones ecuatorianas, en especial en ciertos productos altamente generadores de empleo. Algunos intelectuales del gabinete de Correa, como el agudo ministro de Educación, el escritor Raúl Vallejo, también promueven la normalización, convencidos de que hay que pasar la página del bombardeo contra el campamento de 'Raúl Reyes' en marzo del 2008.
Pero y Correa ¿qué piensa? Se mueve entre dos aguas, aunque es justo decir que desde hace varias semanas le ha dado todo el apoyo a la gestión estabilizadora del canciller Falconí, y ha evitado hacer declaraciones altisonantes que envenenen el ambiente. En esto, el Departamento de Estado de Hillary Clinton ha hecho su parte. En los contactos bilaterales Washington-Quito, Estados Unidos ha dejado en claro que mientras ve con enorme preocupación la deriva dictatorial y armamentista de Hugo Chávez, respeta el proceso ecuatoriano.
Eso sí, le ha hecho ver al gobierno de Correa el riesgo que corre por ciertos personajes cercanos a las Farc -y más grave aún para Washington, al narcotráfico de las Farc- que han rondado al presidente ecuatoriano. Correa ha tomado distancia de ellos, pero algunos siguen influyendo. Ahora que esas fuerzas vinculadas a la narcoguerrilla colombiana tienen problemas para llegarle a Correa, han resuelto trabajar de la mano con fiscales y jueces que comparten con ellos el sancocho de narcocorrupción e izquierdismo trasnochado en que cae todo el que se enreda con las Farc.
Por eso, le asiste plena razón al ministro de Defensa, Gabriel Silva, cuando sugiere que hay motivaciones oscuras detrás del juez de Sucumbíos que quiere procesar al ex ministro Juan Manuel Santos y a los generales Freddy Padilla y Óscar Naranjo. De manera coincidente con las declaraciones de Silva, el presidente de
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