jueves, 29 de octubre de 2009

Educación y competitividad

Jaime Sánchez Cortés

El Tiempo, Bogotá

Octubre 29 de 2009

Parece evidente que la educación es la columna vertebral de la competitividad en un mundo cada vez más globalizado. Sin embargo, esta verdad de a puño se interpreta con el sesgo que convenga a los intereses mediáticos de los grupos de presión. En su columna 'La educación, la gran cenicienta' (EL TIEMPO, 27-10-09), Saúl Hernández Bolívar toca el punto álgido, al mostrar cómo se ve este aspecto crítico en sociedades orientadas a la competitividad, como Finlandia, Singapur, Hong Kong y buena parte de Asia, y señala el hecho curioso de que en Colombia "los profesores son las gentes más mediocres de nuestra sociedad y, por supuesto, no son profesionales ni pedagogos; no es casual que los profesores de inglés no sepan inglés". Esta situación, real y clara para cualquiera que haya conocido otros sistemas educativos, requiere análisis profundo y cambios radicales en las políticas educativas de Colombia, en lugar de las protestas y pataletas de quienes pretenden tradicionalmente más dinero para contratar más maestros mediocres o francamente malos, a fin de fortalecer sus estructuras gremiales, y claman por mayor cubrimiento, pero dejan de lado el principio fundamental de la calidad en la educación pública, obligación ineludible ante la sociedad.

La universidad pública pareciera que tiene como objetivo producir cada vez más profesionales mediocres que terminan conduciendo taxis para ganarse la vida, mientras los que tienen mejor preparación buscan desesperadamente cómo emigrar para acceder a condiciones mínimas de acceso a la investigación y a un salario y condiciones de trabajo medianamente satisfactorios. El éxodo de los profesionales más brillantes es un subsidio absurdo que los países en desarrollo y sin visión les dan a los desarrollados.

Un país con un modelo tal de educación nunca puede aspirar a alcanzar niveles de desarrollo y bienestar para sus ciudadanos, comparables con los más desarrollados, y esta situación no se puede justificar con el manido argumento de la falta de recursos, mientras los escándalos por corrupción salpican diariamente los titulares de los medios de comunicación y los impuestos crecen como espuma.

Cualquier país medianamente civilizado debe tener un cubrimiento total y de calidad para la educación primaria y secundaria. En la educación superior deben existir procesos de selección muy estrictos y prevalecer la investigación de punta en los docentes y sus alumnos de postgrado. La calidad debe prevalecer sobre la cantidad, pero también debe existir una amplia oferta de carreras técnicas para quienes no pasen los estrictos procesos de selección para el ingreso a la educación superior. Los alumnos más sobresalientes deben obtener becas del Estado y este debe velar por que todos los egresados de la educación superior tengan acceso al aparato productivo y cultural de la nación, pero prioritariamente al sistema educativo como profesores bien pagos.

Cuando logremos esta reestructuración del modelo educativo, sí podremos creer que nos estamos abriendo camino al mundo exterior, con probabilidades de poder competir en los mercados globales para traer bonanza y bienestar a nuestro pueblo.

No hay comentarios: