Luis Carvajal Basto
El Espectador, Bogotá
Octubre 24 de 2009
Convertido por los errores y ambiciones de sus dirigentes en una expresión minoritaria, el Partido más importante de nuestra historia deberá “importar” un candidato para tener un desempeño decoroso en las próximas presidenciales.
Parece puesto en la encrucijada de respaldar un candidato Uribista o continuar en proceso de desaparición, lo cual no deja de ser una paradoja para un Partido que ha centrado su estrategia en oponerse al actual gobierno.
Las fórmulas que se conocen hasta hoy no hacen difícil predecir que el oficialismo Liberal va derecho a una nueva derrota. Es inevitable. Las variables que la generan, escapan al control de la actual dirigencia.
Si la pérdida de sintonía con el País y la opinión se solucionaran con apretones de manos de sus dirigentes, lo que se obtendría sería un sindicato para conmemorar derrotas, en que los únicos beneficiarios serían congresistas que a su nombre aprovecharían espacios regionales en que “el aviso” y formas de clientelismo les proveerían exiguas curules.
La votación de Rafael Pardo, ex Uribista, en la consulta no hace prever otra cosa. Es la más baja con que un candidato por el Liberalismo ha accedido a esa instancia. Tiene legitimidad estatutaria pero no política. Fracasó la estrategia de campaña negativa y parecen no darse cuenta. Los gestos, a la antigua, como nombrar al hijo del Doctor Serpa para “unir” una corriente que se ha llamado socialdemócrata con una que ha militado en el Conservatismo Pastranista, lo mejor que conseguirán será terminar de desdibujar en el imaginario de los colombianos, la imagen del Partido. “Ni chicha ni limoná”, diría en otros tiempos el mismo Horacio Serpa.
La capacidad de autocriticarse, como la Ley de gravedad, no es estatutaria pero debe ser observada. El Partido navega, derrota tras derrota, sin preocuparse de la dirección en que soplan los vientos. Y “no hay viento favorable para quien no sabe a dónde va”. No faltará quien diga que el Partido no es veleta, en este caso más bien barco, pero estarán todos de acuerdo en que naufraga.
La encrucijada del oficialismo Liberal no es entre las distintas vertientes a su interior. Tampoco definiendo si va a las presidenciales con candidato propio, y derrotado por anticipado, o como minoría a la expectativa de viajar como vagón de cola de Petro o Vargas Lleras. Es una que compromete su supervivencia. Para empezar a resolverla tiene el escenario del próximo congreso Liberal. En él, ninguno de los sectores que constituyen hoy la dirigencia pueden reclamar victorias o colocar condiciones y reglas salvo a sus propias minorías.
Las mayorías, hace rato se expresan por fuera desde la disidencia de Álvaro Uribe. Por cierto, el 29 de mayo de 2006 el ex Presidente López recomendó, sin ser atendido, enviarle las Llaves de la casa de la avenida Caracas, cosa que con anterioridad había tratado de hacer el ex Presidente Turbay.
El escenario realista que ahora le espera al Liberalismo consiste en proclamar, de ser necesario consulta interpartidista de por medio, a un Uribista no reeleccionista, como se define a sí mismo Vargas Lleras. El ex Presidente Gaviria perdió, aunque no se diga, la apuesta de la consulta y es difícil pronosticar un rumbo diferente.
Para empezar, el Congreso Liberal no puede ratificar la oposición al actual Gobierno y menos seguir haciendo política en negativo, resaltando los defectos de los demás e imputándole a estos, su propia incapacidad. Como están las cosas, el próximo Presidente será el mismo Álvaro Uribe, si la Corte Constitucional Lo permite, y está por verse cual de dos Uribistas, Juan Manuel Santos o Germán Vargas Lleras, si no. En cualquier caso el gran elector será el mismo a quien López pidió enviarle las Llaves. Esa es la dirección en que soplan los vientos y cuando menos, debe tenerse en cuenta para resolver la encrucijada. ¿Paradójico, no?
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