martes, 27 de octubre de 2009

La inflación a raya

Editorial

El Tiempo, Bogotà

Octubre 2 6 de 2009


La reunión que sostuvo el viernes pasado la junta directiva del Banco de la República generó expectativa entre los observadores por cuenta de las posibles decisiones que podía tomar la entidad con el fin de poner en cintura la apreciación del peso contra el dólar, fenómeno que se acentuó a mediados de octubre. En ese sentido, el Emisor respondió con varias determinaciones, que ojalá sirvan para reducir la volatilidad observada en el nivel de la tasa de cambio, cuyos altibajos en nada ayudan a los exportadores o a quienes tienen que ver con los mercados de divisas. Estas medidas consisten en la compra de bonos de tesorería y la acumulación de reservas internacionales por un monto combinado de tres billones de pesos, con el doble propósito de garantizarle a la economía colombiana la liquidez que necesita para finales del año y, también, mantener a raya la revaluación.

Pero, quizás por la atención que generaron tales anuncios, pasó relativamente inadvertido un asunto verdaderamente histórico. Este tuvo que ver con la fijación de la meta puntual de inflación en un 3 por ciento para el 2010, una cifra que no solo coincide con el objetivo de largo plazo para el país, sino que, de hecho, ya está a punto de ser alcanzada. De la mano de una abundante oferta de alimentos y de la importante contracción que ha experimentado la demanda interna, la pendiente de la espiral alcista es una de las más bajas de las que se tenga memoria. Para ser precisos, hay que remontarse a 1955, cuando la investigación estadística en el país apenas comenzaba, para encontrar un incremento sostenido del índice de precios al consumidor menor que el presupuestado para el cierre anual que viene.

La importancia de ese logro es muy alta, tanto en lo económico como en lo social. Una inflación moderada no solo es propicia para el desarrollo empresarial, sino que preserva los ingresos de los trabajadores y evita que el poder adquisitivo de los más pobres se vea afectado. Dicho de manera coloquial, el dinero alcanza para más.

Aunque es indudable que circunstancias extraordinarias, como la crisis internacional de los últimos meses, intervinieron a favor de lo sucedido, ahora el desafío de las autoridades es mantener la economía dentro de la senda fijada. Ese no será un asunto tan complejo en el futuro cercano, en la medida en que el ritmo de las cosechas no se altere debido al fenómeno climático de 'El Niño' o exista una relativa calma en las cotizaciones mundiales de las principales materias primas. Sin embargo, los más variados expertos pronostican que, cuando la producción global recupere el vigor perdido al comenzar la próxima década, volverán también las alzas en alimentos y combustibles que tantos dolores de cabeza les produjeron a los más diversos gobiernos hace escaso año y medio.

Afortunadamente, mientras ese chaparrón ocurre, habrá tiempo para que en Colombia se desactiven los movimientos inerciales que en el pasado tuvieron mucho que ver con la fijación de diferentes precios. De tal manera, habrá que ser prudentes en el reajuste del salario mínimo y estar atentos a los costos de la educación y de los servicios públicos, en los cuales la regulación estatal es clave.

Por otra parte, con ese frente de batalla en calma, tanto el Banco de la República como el equipo económico podrían dedicarse en parte a mirar los temas que demandarán su atención a la vuelta de unos pocos años. Quizás el ejercicio más importante es el de analizar la mejor manera de sembrar los recursos que genere el aumento previsto de las exportaciones de petróleo y carbón. El reto en este caso es saber ahorrar e invertir en épocas de bonanza sin destruir la base productiva, para evitar que los problemas ya ocurridos con la tasa de cambio regresen y que la inflación vuelva a ser una mala noticia.

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