sábado, 31 de octubre de 2009

La hora de la verdad

Editorial

El Heraldo, Barranquilla

Octubre 31 de 2009

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El Heraldo, Barranquilla

Octubre 31 de 2009

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El Heraldo, Barranquilla

Octubre 31 de 2009


La justicia cojea pero llega, reza un dicho de la sabiduría popular para significar que en esta vida la verdad, tarde o temprano, termina por esclarecerse.

Es lo que ya se vislumbra en el sonado caso del proceso penal que por un lapso de más de dos años se le ha venido adelantando al ex contralmirante de la Armada Nacional Gabriel Arango Bacci, por presuntos nexos con el narcotráfico cuando estaba en el ejercicio de sus funciones castrenses.

En efecto, un buen día el país se sorprendió con la noticia de las acusaciones que se le hicieron en el sentido de que habría vendido informaciones náuticas reservadas de la Armada a grupos de narcotraficantes.

Según las versiones que entonces se difundieron, con esa información contenida en mapas con las rutas y horarios de navegación de los buques de la Armada que ejercen control sobre las aguas del Caribe, los narcotraficantes podían burlarlos y acceder sin mayores problemas a las costas de los Estados Unidos.

El país se sorprendió con semejante acusación, no solo por el rango que dentro de la Armada ostentaba Arango Bacci, sino por la larga e impoluta carrera que hasta ese momento presentaba: jamás había sido objeto siquiera de un llamado de atención; por el contrario, estaba llena de reconocimientos a sus méritos.

En la ciudad la sorpresa fue mayor, por cuanto siempre se le conoció como un hombre recto y probo, entregado por completo al lustre de la Armada, disciplinado y de una decencia excepcional. Nadie que lo conociera le daba crédito a las acusaciones que se le hacían.

Comenzó entonces una larga, ardua y dura batalla para desvirtuar los cargos que se le imputaban. No era fácil, porque en su contra pesaban unas pruebas que parecían muy comprometedoras, pero convencido de su falsedad se dedicó a desvirtuarlas en su totalidad.

Bastaba ver su rostro, los gestos de su cara, la profunda sinceridad de sus palabras para saber que Arango Bacci decía la verdad cuando manifestaba ser inocente y que todo se trataba de una infamia urdida en su contra para tratar de enlodar su carrera.

Quienes conocían de cerca al alto oficial, quienes habían sido testigos de su limpia carrera, quienes conocían su estilo de vida y su concepto del honor, lo acompañaron incondicionales en su vía crucis, seguros también de que al final su inocencia prevalecería.

Poco a poco, los hechos le fueron dando la razón. En efecto, las pruebas acumuladas en el expediente que se le abrió empezaron a caer una a una. Al tiempo, crecía el clamor de que se le hiciera pronto justicia por el enorme daño que ya se le había hecho a su nombre.

Sin desmayo y renunciando incluso a algunas prerrogativas que le habían concedido, Arango Bacci continuó con la frente en alto en su empeño de demostrar su inocencia. En medio de muchas conjeturas y especulaciones sobre lo que pudiera estar detrás de las acusaciones, su objetivo era desvirtuar todos los documentos y testimonios que supuestamente comprometían su responsabilidad.

Llamado a juicio por la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia, lo enfrentó con la certidumbre de que finalmente se abría el espacio para probar la veracidad de lo que desde siempre había afirmado, esto es, que era inocente de todo cargo.

Ayer, el Fiscal del caso y delegado ante el alto tribunal expresó que las evidencias contra Arango Bacci no permitían establecer sus supuestos vínculos con grupos de narcotraficantes, y solicitó a la Corte Suprema su absolución por los delitos de concierto para delinquir, prevaricato por omisión, cohecho y revelación de información secreta que se le imputaban.

Surtidas las audiencias que faltan dentro del juicio, entre ellas la intervención de la defensa, la Corte Suprema procederá a fallar en los próximos días una vez valore el acerbo probatorio y las declaraciones de la Fiscalía y la Procuraduría.

Se acerca de esta manera el momento en que se sabrá la verdad sobre las acusaciones que durante más de dos años pesaron sobre el contralmirante Arango Bacci y que afectaron hondamente su trayectoria en una de las armas de la Nación.

Esperamos, al igual que todos los colombianos, que la Corte haga justicia con este hombre que nunca dejó de irradiar el aura de inocencia que solo irradian los que dicen la verdad.

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