Por Liliane de Levy
El País, Cali
Octubre 30 de 2009
Un chiste judío cuenta que un rabino vivía en gran armonía con su comunidad. El secreto de su éxito radicaba en que, en caso de llegar a mediar en un litigio, le daba la razón a todas las partes enfrentadas... Un día, el presidente de la comunidad lo confrontó: “Señor rabino, me doy cuenta que como árbitro en un problema conyugal usted le dio razón al esposo y luego a la esposa. ¡Esto no me parece correcto!”. Y el rabino contestó: “Señor presidente, usted también tiene razón”.
Este chiste me viene a la mente cuando observo la forma con la cual el presidente Lula, de Brasil, maneja sus relaciones internacionales. Es amigo de todo el mundo y no antagoniza con nadie. Un ejemplo reciente fue cuando aparentemente simpatizó con las inquietudes del venezolano Hugo Chávez respecto a las bases norteamericanas en Colombia, para luego asegurarle al presidente Uribe que confía en él y entiende que dichas bases no representan ningún peligro. Y como éste, un sinnúmero de ejemplos. La táctica es hábil sin duda alguna y así como le funcionaba al rabino del chiste le sirve a Lula para ganar tiempo y evitar problemas. Sin embargo, hoy en día Lula es el presidente de uno de los países más poderosos e influyentes del planeta y la táctica tiene sus límites. Abusar de ella puede generar en desconfianza...
Lo anterior para referirme a la visita del presidente iraní, Mahmud Ahmadinejad, a Brasil a finales de noviembre. La noticia preocupa y enfada en Europa y Estados Unidos, es decir en los países ‘desarrollados’ que acogieron a Brasil como miembro privilegiado. Y más aún en estos momentos, cuando buscan la manera de imponer sanciones severas a Irán para que desista de sus ambiciones nucleares, juzgadas bélicas y altamente peligrosas. ¿Por qué la visita? Difícil entenderla. Además, Lula y Ahmadinejad son líderes que se proyectan de manera totalmente diferente. A lo largo de su mandato, Lula actuó como un defensor apasionado de los valores democráticos. Ahmadinejad, en cambio, acaba de ganar una reelección tildada de fraudulenta por los más notorios expertos en la materia. Y acallar de manera brutal la masiva protesta popular que salió a denunciarla.
Lula defiende los derechos humanos que incluyen, entre otros, la protección a las minorías étnicas y religiosas, los homosexuales, la mujer… Ahmadinejad persigue a las minorías como los bahai, una rama del Islam originaria de Irán que predica pacifismo y hermandad, fustiga a los homosexuales y castiga a la mujer que busca emancipación. Lula apoya la idea de un desarme nuclear; Ahmadinejad insiste en construir un arsenal nuclear mintiendo (dice que lo hace con fines pacíficos cuando las pruebas apuntan a lo contrario), escondiendo (la central de Qom) y violando leyes internacionales. Lula invita a luchar contra el terrorismo, Ahmadinejad lo aplaude y financia (Hamas, Hezbolá). Lula aboga por una paz entre Israel y Palestina sobre la base de dos estados y Ahmadinejad quiere borrar a Israel del mapa…
Lula y Ahmadinejad son polos opuestos. Entonces, ¿por qué la visita? Quizá porque Irán compraría armas y otros costosos productos a Brasil… O porque, con la visita, un Lula presionado busca ponerse a tono con Hugo Chávez… ¿O por ingenuo que cree que con la mano tendida a Irán amansará al monstruo? La visita intriga.
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