martes, 27 de octubre de 2009

Sucre, maroma y teatro

Alberto Padilla *

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Octubre 26 de 2009


El ALBA avanza en su propósito de generar una moneda común. ¿Es lo que necesitan sus países para superar la histórica pobreza que padecen?

"Es imperativo, pues no hay ya más tiempo, que nuestros gobiernos se den cuenta de que la gente no come ideologías, ni el crecimiento económico y empleo vienen de amedrentar a quienes pueden traer inversiones", advierte Alberto Padilla.

En su reunión en Cochabamba en octubre, los países miembros del ALBA establecieron el Sistema Unico de Compensación Regional, nombre hecho a la medida, aunque a la fuerza, para quedar dentro de las evocadoras siglas SUCRE, el apellido del mariscal Antonio José de Sucre, brazo derecho de Simón Bolívar, libertador de Ecuador y norte de Perú, y presidente de Bolivia.

Pero también es el nombre de la anterior moneda de Ecuador, y dependiendo a quien Ud. le pregunte, también sería el nombre de la próxima moneda ecuatoriana en caso que el presidente Rafael Correa se decida de una vez por todas desechar el dólar, cosa que recurrentemente Correa ha dejado claro que haría…si pudiese.

Dentro del acuerdo para la formación del sucre está el establecimiento de una moneda homónima para ser usada como instrumento de compensación entre los bancos centrales de los países del ALBA, lo que sería el primer paso para cumplir el anhelo de establecer una moneda común regional, parte del aún más viejo sueño de la integración regional.

Todo esfuerzo de acercamiento, apertura e integración es deseable y bueno. Pero con los siempre limitados recursos que tenemos en América Latina, siendo el tiempo quizá el más escaso de ellos, deberíamos dedicarnos a invertirlo en esfuerzos que den resultados concretos, sustanciales, reales y sobre todo útiles.

Desafortunadamente, el ALBA y, por tanto, el sucre, son iniciativas exclusivamente ideológicas que nada tienen que ver con las urgencias que apremian a nuestra región, como la pobreza extendida, por más que se afirme que es lo contrario.

No hay mejor ejemplo de pragmatismo y efectividad que la propia historia, y la historia ha demostrado que los acuerdos de apertura, e integración funcionan sólo si son amplios, o totales y –lo más importante- se dan entre países que son socios comerciales o colindantes, que normalmente vienen en pareja: El principal socio comercial de un país es su vecino fronterizo.

En el caso del ALBA, el acuerdo ni es amplio, ni abierto, ni es total, y lo peor es que ni siquiera es entre países colindantes, por lo tanto es en su mayor parte un acuerdo total y completamente inútil. Todavía si fuera un acuerdo de libre comercio entre los países involucrados podría encontrarse alguna complementariedad. Pero como está formulado es simplemente un acuerdo de ideología, una forma de pensamiento de “antiyanquismo”. No tiene ninguna posibilidad real y objetiva de traer beneficio concreto alguno en el ámbito que pretende: el combate a la pobreza.

Encima de todo viene la iniciativa de “mejorar” el ALBA implementando el sucre, una moneda virtual que, según ha dicho el ministro coordinador de Política Económica de Ecuador, Diego Borja, tiene el objetivo de “blindar la acción destructiva que pueda tener una eventual escasez de dólares y otorgar a los países del Grupo un instrumento que les permita superar los efectos de una crisis financiera como la que el mundo acaba de vivir”.

Con el Sucre, el ALBA busca, según Borja, “facilitar el comercio entre las naciones que conforman el Grupo independientemente de la disponibilidad de dólares ya que la compensación se va a hacer en cada uno de los países en moneda nacional”.

Todo esto sería bueno, si tan solo fuera práctico y de alguna utilidad real, pero el problema es que el ALBA está compuesto por un grupo de países distantes entre sí, con poca o ninguna complementariedad ni relación económica, cuya única característica en común es la pobreza… Y, por supuesto, el dato perenne e inevitable de que Estados Unidos es su principal socio comercial, y que si no fuera por este país, prácticamente no tendrían exportaciones que contar. Esto último siendo más real para Venezuela que ningún otro país del ALBA.

La idea de una moneda de intercambio común podría en efecto tener efectos positivos al abaratar los costos de transacción cambiarias. Pero si no existe comercio entre los países, ¿qué transacciones cambiarias necesitamos abaratar?

Aquí el punto es la perdida de tiempo y concentración de algunos de los gobiernos de los países del ALBA. En lugar de estar dedicados a tomar medidas concretas para el combate a la pobreza, mal que sufren particularmente los países miembros del grupo, lo pierden en crear grupos y sistemas de pago comunes con países con los que prácticamente no tienen relación de ningún otro tipo ni posibilidad de tenerla. ¿Cuánto intercambio comercial hay entre Nicaragua y Bolivia? ¿Qué le exporta San Vicente y las Granadinas a Paraguay? (en este punto hasta preguntaría ¿cuántos paraguayos visitaron las Granadinas en el último año…y viceversa? ¿Cuál ha sido el comercio bilateral entre Dominica y Cuba?

Para ser realistas, el elemento común y amalgamador del ALBA es única y exclusivamente el petróleo de Venezuela, nada más. Es loable que Venezuela comparta y reparta su petróleo, es buena la idea que lo haga incluso por intercambio, como en el caso de Cuba, petróleo por Médicos, por ejemplo. El problema se da cuando el petróleo viene con condiciones de exclusividad, y especialmente cuando el excluido resulta ser nadie menos que el principal socio comercial.

A saber, un tratado de libre comercio con Estados Unidos hasta ahora jamás ha venido con condiciones ni de exclusividad ni de ideología, como Nicaragua bien lo sabe. Quiero aclarar que no soy admirador de Estados Unidos, soy admirador del pragmatismo, de las medidas eficientes y probadas contra el combate a la pobreza. Y hasta ahora, la historia lo demuestra crudamente; todos los países que han tenido éxito en el combate a la pobreza son países que invariablemente han tomado medidas de mercados abiertos; desde España, hasta la propia China. El ALBA no contiene nada cercano al libre mercado.

El ALBA como acuerdo no es malo. Reitero que todo tipo de acercamiento es bueno, el problema es que es exclusivo, es restrictivo, pues intrínsecamente no permite tratados de libre comercio con Estados Unidos, que, aunque no se quiera, es el principal socio comercial de todos y cada uno de los países de America Latina, desde Venezuela que, irónicamente, por su petróleo es tanto ó más socio comercial de Estados Unidos que el propio México, hasta la última Isla del Caribe miembro del Alba.

Nicaragua es la excepción pues es el único país miembro del Alba que tiene un TLC con Estados Unidos dentro del marco del CAFTA. (había amarrado ya el TLC antes de entrar en el Alba)

Aún si el ALBA fuera un acuerdo de libre comercio resulta inútil pues es entre países sin relación económica real. Por ejemplo, Venezuela necesita más un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos y Colombia, primer y segundo socio comercial, respectivamente. Bolivia el propio con Estados Unidos y con Perú, etc.

Es imperativo, pues no hay ya más tiempo, que nuestros gobiernos se den cuenta de que la gente no come ideologías, ni el crecimiento económico y empleo vienen de amedrentar a quienes pueden traer inversiones. Es solo cuestión de seguir el ejemplo de quienes han tenido éxito combatiendo la pobreza, y los hay muchos, y darse cuenta de una buena vez que todos, sin excepción, han seguido exactamente la misma formula sencilla y eficaz. Hasta ahora no ha habido una segunda vía…mucho menos una tercera.

* Periodista especializado en Economía y Finanzas de CNN.

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