martes, 27 de octubre de 2009

Las elecciones uruguayas

Editorial

El Mundo, Medellín

Otubre 27 de 2009

Es una lástima porque, despojada del tinte político partidista, es una reivindicación justa para los uruguayos que viven en el exterior.

Pocas pero significativas sorpresas dejaron las elecciones generales celebradas el pasado domingo en la República del Uruguay, donde todo parecía dado para que el candidato del oficialista Frente Amplio, José Mujica – un antiguo guerrillero tupamaro de la década del 60 del siglo pasado – consiguiera el triunfo en primera vuelta para suceder al actual mandatario, Tabaré Vásquez, quien, ciertamente, en las postrimerías de su gobierno de cinco años, goza todavía de un amplio respaldo popular.


Escrutado el 100% de los votos, el Frente Amplio obtenía el 48,16% de los votos; el Partido Nacional (o Blanco), el 28,94%; el Partido Colorado, el 16,9%; el Partido Independiente, el 2,47%; el Partido Asamblea Popular, 0,67%; votos en blanco 1,6% y nulos, 1,24%. Así las cosas, cuando, tanto las encuestas como sus propios cálculos le daban una victoria, para cantarla José ‘Pepe’ Mujica deberá esperar el resultado de la segunda vuelta, que allí llaman balotaje, que tendrá lugar el último domingo de noviembre, cuando se enfrentará al segundo en votación, el ex presidente (1990-95), Luis Alberto Lacalle, del Partido Blanco, a quien, si bien le tomó una considerable ventaja, su experiencia, su fama de gran orador y la manera como condujo su campaña le significaron la adhesión del candidato del Partido Colorado, Pedro Bordaberry, quien ayer mismo anunció: “Personalmente voy a votar al doctor Lacalle, lo digo hoy porque nuestro partido no va a especular”. Lacalle agradeció el apoyo a su candidatura “sin condiciones, ni documentos, simplemente por coincidencia de valores, que en el caso del Partido Nacional y el Partido Colorado son tan antiguos como la misma República”.


En círculos políticos de Montevideo, mientras tanto, se asegura que blancos y colorados ya tienen firmado, bajo la mesa, un acuerdo electoral y de gobierno. Se trataría de una nueva alianza de los partidos históricos uruguayos que ojalá les alcance esta vez para derrotar a la coalición izquierdista, aunque la tienen muy difícil. Sin embargo, hay varios factores que pueden ayudar. El primero es que el Frente Amplio – una coalición de 19 partidos – marcó esta vez una tendencia a la baja, pues venía de obtener el 40% de los votos en la primera vuelta de las presidenciales de 1999 y luego trepó a 50.45% en las de 2004, cuando ganó sin balotaje el actual presidente Vásquez. En relación con el Congreso también muestra un ligero debilitamiento, pues, aunque conserva las mayorías, pierde dos de sus 52 curules en
la Cámara de Representantes (de 99 miembros) y una de las 16 que tenía en el Senado (30 miembros), aun cuando si gana la segunda vuelta, su fórmula vicepresidencial será el nuevo presidente del Senado y mantendrá sus mayorías actuales, con lo que no tendría problemas de gobernabilidad.


El otro factor que permite pensar en una remota posibilidad de triunfo de los partidos tradicionales es el extraordinario repunte mostrado por el Partido Colorado, de la mano de Bordaberry, pues ese casi 17% de los votos implica, según analistas de la prensa uruguaya, un crecimiento de cerca del 70% respecto de la elección de 2004, lo que le significó pasar de
8 a 18 diputados y de tres a seis senadores. Con los colorados se pifiaron las firmas de encuestas, que sólo le daban el 11% de los votos. Convertidos ahora en el fiel de la balanza, los colorados, que siempre han mantenido la tendencia histórica de votar junto con el Partido Nacional en segunda vuelta, animados por esos resultados podrían hacerlo ahora con mayores veras, como ocurrió en las presidenciales de 1999, cuando fue electo presidente Jorge Battle, que sumó a sus votos ‘colorados’ los del Partido Nacional para vencer en segunda vuelta a Tabaré Vásquez por 54.13% contra 45.87%.


Otro resultado inesperado, al menos para las izquierdas y para muchas de las firmas encuestadoras, fue el fracaso de los dos plebiscitos, el que buscaba anular
la Ley de Caducidad o Amnistía para delitos cometidos durante la dictadura y el que pedía el beneplácito del pueblo para implementar el voto epistolar o por correo, a partir de las elecciones del 2014. El plebiscito para la anulación de la Ley de Caducidad (o Ley de punto final, como se conoce en otras partes) no alcanzó este domingo la mayoría necesaria para su aprobación. Según los datos que se desprenden del escrutinio primario del 100% de los votos, la consulta popular alcanzó un 48,03% y necesitaba superar, así fuera por un voto, el 50% de los votos válidos. Esto es muy importante porque muestra un país que ha entendido que no se puede seguir construyendo sobre la política del odio, que la izquierda filomarxista internacional y sus agentes han venido predicando, no sólo en Uruguay sino en todos aquellos países de Latinoamérica que fueron azotados por dictaduras.


El voto epistolar impulsado por la izquierda sólo obtuvo la aprobación del 38%. Hay que aclarar que en Uruguay no existe, como aquí, el voto consular para los colombianos de la diáspora y resulta muy importante para un país donde el 20% de su padrón electoral de 2,5 millones de votantes, reside en el extranjero. Es una lástima porque, despojada del tinte político partidista, es una reivindicación justa para los uruguayos que viven en el exterior.


En síntesis, desde nuestro mirador colombiano, son buenas las noticias que nos vienen de
la Banda oriental.

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