Por Eduardo Mackenzie
Colombian News, París
29 de octubre de 2009
Michael Evans le vendió una mercancía averiada al colectivo de abogados Alvear Restrepo y ahora se ve obligado a tomar la pluma para salir de ese enredo. Evans les aseguró a sus clientes que el informe de un ex embajador americano en Bogotá, Curtis Kamman, era una posición del Departamento de Estado y que ésta podría ser la prueba definitiva contra el coronel Luis Alfonso Plazas Vega. Evans mentía. Y como la familia del coronel y su abogado demostraron que ese documento era simplemente la transcripción de las frases lanzadas en esos meses por ciertas Ong de derechos humanos, es decir por personas que nada tienen que ver con el Departamento de Estado, Evans se vio precisado a intervenir personalmente en ese debate para insistir en su mentira. Y lo hace con la ayuda de la revistaSemana que no acostumbra abrirle sus páginas a los defensores del coronel Plazas.
Pero una mentira no deja jamás de ser una mentira aunque sea publicada cien veces.
Ante la firme réplica de la esposa del coronel Plazas, Evans se aleja de la interpretación que hizo el colectivo de abogados del informe del embajador Kamman. Curtis llega incluso ahora a acusar a El Espectador de haber “distorsionado” el “significado” de ese texto. Sin embargo, Evans no dice nada acerca del papel jugado en esto por el colectivo de abogados e insiste en la falacia de éste al afirmar que ese informe “culpa al coronel Plazas”.
Evans se niega a decir que el embajador Kamman rechazó el uso abusivo de su informe. Si ese texto reflejaba las convicciones personales de Curtis Kamman en 1999, sobre la supuesta responsabilidad del coronel Plazas en lo del Palacio de Justicia, él lo habría ratificado cuando la prensa lo entrevistó hace unos días. Pero Kamman no lo hizo.
¿Evans interviene en ese debate a qué título? ¿Como una parte civil? ¿Cómo un historiador? ¿Como un periodista? ¿Como un observador independiente de la política colombiana? No. Evans no interviene por ninguno de esos motivos. Evans no es ni lo uno ni lo otro. Evans interviene como un militante político obcecado de una causa que él prefiere ocultar, pues no la menciona en su artículo de Semana.
Evans interviene para tratar de abrumar a un héroe militar colombiano que lucha por su libertad y que lucha sobre todo para que la verdad emerja finalmente respecto de lo que ocurrió el 6 y 7 de noviembre de 1985, en el asalto que hizo contra el Palacio de Justicia la organización terrorista M-19.
Al sacar de sus archivos un viejo texto desclasificado del Departamento de Estado, al tratar de agobiar con ese papel a un hombre que él no conoce, al inmiscuirse sin derecho en ese proceso, al tratar de difamar a un militar colombiano intachable y detenido injustamente y sin pruebas, Michael Evans comete un acto abyecto.
Ante la bancarrota de su persecución contra el coronel Plazas, el colectivo de abogados tuvo que ir hasta Washington a buscar un acólito. Lo malo es que éste le metió gato por liebre. Empero, ese episodio, que sería ridículo si no estuviera de por medio la libertad y quizás la vida de un hombre y de una familia colombiana, muestra hasta dónde puede llegar la bajeza moral del colectivo de abogados Alvear Restrepo.
Esa gente llegó al extremo de introducir al expediente del coronel Plazas un documento falso, y llegó al extremo de burlar la buena fe de ciertos periodistas al hacerles escribir, en titulares y artículos, que ese informe era la posición de Estados Unidos frente al coronel Plazas!
Las autoridades judiciales, la opinión pública, la prensa toda y, sobre todo, el conjunto de abogados y juristas que trabajan en Colombia, deberían sacar la lección más obvia de este asunto: existe en Bogotá un grupo de presión que es una vergüenza para esas profesiones pues es capaz de apelar a los métodos más sucios para bloquear e intoxicar tanto a la justicia como a la prensa.
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