Víctor Diusabá Rojas
El País, Cali
Diciembre 07 de 2009
Sucede que pasan muchas cosas allá afuera. Más de las que cree este país parroquial en que nos hemos ido convirtiendo con inocultable gusto. Mientras nos abstraemos en el nuevo invento de la rueda, el mundo se juega cartas decisivas para el futuro inmediato.
Por ejemplo, desde hoy en Copenhague los intereses de ricos y pobres se sientan a mirar qué hacer frente a la progresiva destrucción del planeta. Ese asunto en que nos hemos empeñado los seres humanos y en el que, no cabe duda, hemos conseguido terribles logros.
Allí, todos los caminos conducen a un solo punto: el del calentamiento global. Ya sea que las preocupaciones provengan del asombro que significa ver al Ártico convertido en un helado chico, ya sea por las altas temperaturas de los océanos, ya sea porque el mar se traga las costas o porque el verano se ha vuelto una costumbre y con él las angustiosas consecuencias de hambrunas y desastres que son agenda de estos países llamados, eufemísticamente, en desarrollo.
Lo ideal sería que de la cita en Dinamarca salieran acuerdos efectivos para reducir la emisión de gases que trae consigo el efecto invernadero y financiar a los de menos recursos para que contemos con la tecnología necesaria que nos permita enfrentar el problema y adaptarnos a los nuevos tiempos. Sólo que, sin querer aguar la fiesta, ya se puede anticipar que primarán otros intereses, porque algunas potencias cederán lo insuficiente para cambiar el destino de esta bolita sujeta a condiciones climáticas menos previsibles y más caóticas.
Ahí está como prueba lo que ocurre en el trapecio amazónico, donde, Colombia, Brasil y Perú, o al menos los ciudadanos de esa zona fronteriza, viven la angustia del retraso de la temporada de lluvias. Una sequía que se puede medir en el hecho de que algunos ríos han visto decrecer su caudal en trece metros. Por eso, la navegación está casi suspendida y algunas comunidades indígenas viven las penurias del aislamiento.
"El verano ha dejado el río seco y ha matado a miles de peces. Las canoas y los barcos han quedado encallados en la arena. Los peces muertos generan mal olor y el bonito Amazonas parece un basurero”, dice Greenpeace. Y la sequía es atribuida al calentamiento global.
Ese sería el marco de un encuentro clave para el futuro de la humanidad. Y digo sería porque para algunos la situación tuvo un giro de 180 grados luego de que ‘hackers’ pusieran en la red una serie de correos electrónicos que se cruzaron científicos expertos en el tema. De los mismos se infiere que ellos han exagerado los índices del calentamiento global hasta hacerlos alarmantes.
¿Con qué fin? No se sabe. Hay quienes lo interpretan como un complot, al que han bautizado como ‘climagate’. El escándalo ya cobró cabezas en la comunidad científica, mientras se aclara cómo se llegó a ciertas conclusiones no menos que apocalípticas.
Bueno sería saber la verdad, aunque más allá de ella nadie puede negar el muy mal aspecto que el planeta tiene hoy. Incluso aquí, donde creemos que eso ni nos toca ni nos importa, porque, como siempre, nuestros afanes son otros, los parroquiales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario