viernes, 11 de diciembre de 2009

El mundo que nos aguarda

Plinio Apuleyo Mendoza

El Tiempo, Bogotá

Diciembre 11 de 2009

Me temo que un libro realmente interesante no haya tenido entre nosotros la repercusión que merece. Me refiero a El ocaso global, del investigador colombiano Óscar Moreno Cano. He vuelto a leerlo en estos días y descubro que reviste gran actualidad. No sólo hace una pintura alarmante del mundo que nos aguarda sino que, además de haber vislumbrado a tiempo la actual crisis económica, hace pronósticos nada menospreciables sobre sus próximas consecuencias.

¿Qué está ocurriendo hoy?, se pregunta el autor en las primeras líneas del libro. Según él, para la mayoría de nosotros es muy difícil saberlo, pues los gobiernos en el mundo afirman que día a día las cosas andan mejor; la televisión nos entretiene con una propaganda bulliciosa, rubias cantantes de moda o reality shows y en las academias y universitarios ningún investigador advierte que algo extraordinario está pasando.

Y, sin embargo, hay indicios peligrosos que demuestran lo contrario. En el planeta, en primer término. Derretimiento de polos y glaciares, extrañas migraciones de especies marinas, terremotos, feroces huracanes, 'tsunamis', aumento de emisiones contaminantes, una actividad solar nunca antes vista, calentamiento global, sorprendentes cambios climáticos, una previsible crisis agrícola y penuria de agua potable en las grandes ciudades. ¿Dentro de cincuenta años? No, puede ocurrir en diez o quince años, dice Óscar Moreno. Por cierto, son los riesgos que inquietan a los dos mil expertos reunidos actualmente en la Cumbre de Copenhague.

¿En el campo económico, puede temerse el 'tsunami' de una gran depresión? Moreno Cano señaló a tiempo los indicios de la actual crisis. Antes de que estallara, su libro la veía venir. El auge de la construcción, visto no hace mucho como expresión de bonanza y factor de crecimiento, encendía en él luces de alarma dados los índices económicos y la alegre feria de créditos hipotecarios. De ahí las preguntas que planteaba a sus lectores sobre signos ya visibles en su entorno.

Todo lo demás se fue encadenando peligrosamente y él lo advirtió: una creciente espiral de endeudamiento, pérdida de confianza en el dólar y, finalmente, el estallido de las burbujas de la construcción, la caída de las acciones, las quiebras bancarias y el aumento vertiginoso de las tasas de desempleo. (Sólo en España hay ya cuatro millones de desocupados.) El ocaso global menciona entre las secuelas inevitables de la crisis el crecimiento de la inseguridad, los fundamentalismos políticos y religiosos que convierten el terror en arma de guerra y hasta la búsqueda de armas nucleares propia de países pauperizados, como Corea del Norte (y ahora Irán). Pero hay algo más: según el libro, a la crisis hipotecaria y financiera podía suceder la cesación del pago de la deuda por parte de ciertos países, y Dubái acaba de confirmar este temor.

"No me produce alegría comprobar que tales alarmas se están cumpliendo", me escribe Moreno Cano. Y yo lo entiendo. Pero es un hecho que su libro, hoy casi desapercibido en las librerías bogotanas, adquiere una inevitable actualidad. Es como la obra de un lúcido aguafiestas que al abrirla nos deja oír timbres de alarma, mientras nos distrae la televisión con sus despampanantes presentadoras o sus reality shows y nuestros medios de comunicación giran en torno a fogosas polémicas sobre el referendo o a las escaramuzas de la Corte Suprema de Justicia con el Gobierno.

Y todo ello -digamos la verdad que nos recuerda Moreno- a tiempo que no sólo la crisis económica sino el propio sol y las sorpresas de inesperados cambios climáticos nos siguen enviando peligrosas señales de alerta.

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