Juan Camilo Restrepo
El Colombiano, Medellín
Febrero 16 de 2010
Hasta la semana pasada Medellín tenía 4 metros cuadrados de zonas verdes por habitante. Hoy, después de la inauguración del parque Arví, dispone de 12 metros cuadrados por habitante. Es decir, en menos de ocho días, multiplicó por tres su disponibilidad de verdura.
Pocas ciudades en el mundo logran esta hazaña en tan poco tiempo. Con la apertura de este magnífico espacio verde al público Medellín se encuentra de la noche a la mañana con un espectacular parque (hasta ahora providencialmente escondido, y por lo tanto preservado), que como una gran cornisa verde bordea desde las alturas el Valle de Aburrá. Y de ser una ciudad con una de las más precarias densidades de zonas verdes por habitante pasa a tener súbitamente una de las más holgadas.
Con la ampliación del Telecable que oportunamente construyó el metro de Medellín, este tesoro queda al alcance de cualquier medellinense o turista a solo quince minutos del centro de la ciudad. Se trata de 16.000 hectáreas, 1760 de las cuales se encuentran en impecable bosque natural. Y está dotado de 54 kilómetros de senderos para facilitar el desplazamiento y las caminatas de los visitantes.
Medellín se saca, pues, con este parque, una auténtica guaca ecológica. Guaca en todo el sentido de la palabra, pues como lo relatan con lujo de detalles Norberto Vélez y Sofía Botero en el documentado libro La búsqueda del valle de Arví fue esta zona de trasiego indígena descubierta por Jorge Robledo en 1541.
Y como lo dijo el cronista Sardela: “Visto por el Capitán (Robledo) no se hallaba poblado… Fue a descubrir por otra parte e nunca pudo hallar poblado, puesto que halló muy grandes edificios antiguos destruidos e los caminos de peña tajada, hechos a mano más anchos que los del Cuzco, e otros bohíos como a manera de depósito. Y el Capitán no se atrevió a seguir aquellos caminos pues quien los había hecho debía ser mucha posibilidad de gente…”
Casi en el mismo estado primitivo y oculto en que lo dejó el mariscal Robledo, permaneció el parque Arví olvidado durante cerca de cuatrocientos cincuenta años. Tanto la urbanización avasallante del valle de Aburrá como la de Rionegro milagrosamente pasaron por sus lados sin romper su encanto y sin estropearlo. Y ahora, casi milagrosamente, se abre al público después de un apacible letargo de cuatro siglos y medio.
Gracias al trabajo mancomunado de muchas empresas antioqueñas (EPM, el Metro de Medellín, Comfenalco y muchas otras) el parque es ahora una realidad.
Una realidad que hay que seguir construyendo, por supuesto. Por ejemplo: el cable y las vías carreteras aseguran un acceso rápido y económico al parque. Ahora hay que seguir trabajando para ofrecer entretenimientos y variedad de actividades a los visitantes. Por ejemplo, escuché mencionar una excelente idea que ojalá se haga realidad. Consistiría en trasladar el Zoológico de Medellín (que está hoy asfixiado en medio de edificios y de la congestión urbana) a esta zona, donde no solo los animales encontrarían un mejor hábitat sino los visitantes una inmejorable actividad.
Para una ciudad agobiada por problemas de convivencia, la inauguración del parque Arví constituye una noticia providencial y refrescante. Felicitaciones a las entidades que con discreción pero con eficacia admirable lo han hecho posible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario