Adriana La Rotta
El Tiempo, Bogotá
Febrero 16 de 2010
HONG KONG. Mañana se cumplen 30 años del establecimiento de relaciones diplomáticas entre Colombia y China. No se preocupen, que no voy a hablar de las visitas de alto nivel o los convenios bilaterales que se mencionan siempre en estas ocasiones. Prefiero imaginarme el futuro y tratar de entender de qué manera puede Colombia beneficiarse del extraordinario crecimiento del país asiático.
China no sólo fabrica y vende todo lo que el resto del mundo consume. Cada vez más, las empresas estatales y privadas están saliendo a invertir y lo hacen por varios motivos: porque necesitan los recursos esenciales para que el país pueda mantener su ritmo de crecimiento, para adquirir tecnología que han desarrollado otros y, aunque parezca increíble, para llevar su producción a países en donde la mano de obra es todavía más barata, como Vietnam o algunos estados africanos.
Entre el año 2000 y el 2008, la inversión directa de China hacia el resto del mundo creció 55 veces. Si el ciudadano común tiene la percepción de que la presencia de China es cada vez más frecuente en su vida, no se equivoca.
En Colombia, para no ir más lejos, los aeropuertos Olaya Herrera y Rionegro son administrados por un consorcio colombo-chino. En la Universidad Javeriana se está construyendo un laboratorio de telecomunicaciones financiado con recursos chinos. Y el proyecto hidroeléctrico Ituango, cuya concesión será anunciada en mayo, podría quedar en manos de China Three Gorges Corporation, una de las empresas de ingeniería que se inscribió para participar en la subasta.
Una cuarta parte de toda la inversión que China hizo en el exterior el año pasado fue en Latinoamérica. Es una cifra importante, más de 13.000 millones de dólares, que seguramente en el futuro será mucho mayor.
Como es obvio, los países que más capital chino han recibido son los que ofrecen petróleo, gas y minerales, por ejemplo Brasil y Perú. Es una historia parecida a la de África, en donde China se ha concentrado en los sectores extractivos. El reto y la oportunidad para la región y para Colombia es lograr inversiones que generen valor, de manera que el capital chino ayude en la transformación productiva del país. La pregunta es cómo hacerlo.
"Hay que aumentar la comprensión básica de lo que pasa en China. Crear una generación de jóvenes estudiantes y hombres de negocios que entiendan la economía, el idioma y la cultura. Que sepan lo que el país asiático necesita y los mercados que está explorando", me dijo Matt Ferchen, experto en la relación China-Latinoamérica de la Universidad Tsinghua de Beijing. No es una solución de corto plazo, pero sus beneficios tampoco son de corta duración.
En Medellín y en Bogotá ya hay Institutos Confucio y según números oficiales, cada año entre 30 y 40 colombianos son becados por el gobierno chino, para estudiar en alguna de sus universidades. Es importante, pero todavía insuficiente, para crear un intercambio de conocimientos que tenga un impacto real. Lo mismo se aplica para las empresas y los emprendedores, aún muy tímidos en buscar las oportunidades que en China, como en casi toda Asia, dependen de que haya una relación y un contacto personal.
Más de 100 empresarios chinos estuvieron en noviembre en Bogotá participando en un encuentro de negocios organizado por los gobiernos de los dos países. Creo que es todo un éxito, porque el problema no es sólo que no conocemos China, sino que los chinos no nos conocen a nosotros.
Cada vez que tengo que explicar que no pertenezco a la Universidad de Columbia y que tampoco trabajo para Columbia Pictures, me doy cuenta de lo mucho que hay que recorrer para entrar en el radar de la que será la próxima potencia mundial. Será un proceso que llevará tiempo, pero lo importante es empezar la cuarta década de la relación con China, con la firme determinación de que sea la década del panda.
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