Por Edmundo López Gómez
El Universal, Cartagena
Mayo 12 de 2009
La condición indispensable para que el ciudadano pueda ejercer ese derecho es la de que el Estado asegure su participación en libertad y rodeado de garantías para que su voluntad no se desvíe ni se perturbe. En otras palabras, el voto debe ser siempre una oportunidad para el ciudadano de hacer trascender su propia opinión, dentro del espectro que se le ofrece en cada episodio electoral para tomar decisiones, ya sea frente a personas o sobre opciones políticas o sociales.
Con el alto contenido ético que tiene el voto, en una democracia se debe hacer permanente pedagogía de sus virtudes, mediante ejercicios prácticos de enseñanza, los cuales deben iniciarse preferiblemente en las escuelas primarias, tanto públicas como privadas, bajo el entendimiento de que es la mejor manera de implementar una cultura sólida de responsabilidad del ciudadano con la sociedad en que vive. Reflexión que nos permite deducir que habrá tanto más democracia cuanto el voto se ejerza como un acto de conciencia ciudadana.
En Colombia definitivamente esa pedagogía hace falta.
La anterior introducción obedece a que algunos de mis corresponsales que leyeron mi artículo anterior (“Carta abierta a Rodrigo Rivera”), en el cual invitaba a votar en blanco en la consulta interna del Partido Liberal, consideraron que mi petición era inapropiada pues el ciudadano siempre está llamado a votar por alguien o por algo, y según ellos, el voto en blanco desvirtuaría el concepto de democracia participativa.
El planteamiento carece de fundamento.
No quiero entrar en honduras de filosofía política para demostrar que el voto en blanco resulta ser muchas veces un acto de reflexión de mayor profundidad que cualquier otro. En verdad cuando el ciudadano marca la casilla del voto en blanco, su actitud refleja ponderación y análisis previos sobre la importancia que para ellos tiene la decisión que depositarán en las urnas sobre las opciones que se les ofrecen en las tarjetas electorales, entre ellas las de votar en blanco; y cuando esta última opción se escoge generalmente corresponde a una expresión de inconformidad, de desacuerdo o de protesta.
El voto en blanco, entonces, es un acto legítimo de participación política y cuando se ejerce se prescinde expresamente de acudir a otros medios de expresión violentos. Acaso en la historia de nuestros conflictos, el haberle obturado el derecho al ciudadano de votar en libertad generó en buena parte la violencia que aún nos agobia.
El voto en blanco debe considerarse como un voto de opinión, indispensable en una democracia de verdad y sólo sobraría en una democracia de papel.
P.D. El doctor Rodrigo Rivera seguramente no se quedará cruzado de brazos, esperamos su respuesta. Ojalá lo haga más temprano que tarde.
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