martes, 8 de diciembre de 2009

Crónica de un triunfo anunciado

Editorial

El Mundo, Medellín

Diciembre 8 de 2009

Los sectores más conscientes no quieren que se agudice una confrontación que pueda llevar inclusive a una división física de Bolivia.

A mediados de abril, después de protagonizar una insólita huelga de hambre, el presidente Evo Morales consiguió que el Congreso aprobara, por consenso entre el partido de gobierno, Movimiento al Socialismo, MAS, y los partidos de oposición, una Ley Electoral Transitoria, la misma que tuvo pleno cumplimiento con las elecciones generales de este domingo, en las que no sólo consiguió su reelección para un período de cinco años, con el 63% de los votos, sino unas amplias mayorías en el Senado y la Asamblea de Diputados que le permitirán, según dijo al proclamar su triunfo, “acelerar las transformaciones previstas en el marco de la revolución democrática y cultural al servicio del pueblo boliviano, y acabar de una vez por todas con el neoliberalismo”.

Aparte de la masiva, entusiasta y pacífica participación del pueblo, hay dos aspectos para destacar. Uno, que es un triunfo que le permite al líder cocalero seguir sacando pecho como el único que le compite al coronel Chávez en antiimperialismo. Esa es, definitivamente, la característica fundamental que los une y que les permite, junto al sandinista Ortega, de Nicaragua, consolidarse como los Tres Mosqueteros de la línea agresiva y de enfrentamiento con el Imperio. El otro se refiere al proceso electoral propiamente dicho, en el que se puso a prueba con éxito el Padrón Electoral biométrico, que no estaba en el proyecto original del gobierno pero que la oposición consiguió que se incluyera en la Ley Electoral Transitoria, que comprende huellas dactilares, fotografía digital y firma, además de los datos referidos a la identidad de la persona. Ese avance significativo en la depuración de los procesos democráticos en el hermano país, que fue un triunfo de la oposición en su momento, ahora le sirve a Evo para hacer más indiscutible su victoria.


Según analistas y críticos del Gobierno, en el sonoro triunfo tuvieron mucho que ver el “caudillismo” del señor Evo, el fuerte financiamiento de la campaña proselitista electoral y el pago de bonos a la población que, con el 70% por debajo de la línea de pobreza, agradece que le calmen el hambre así no haya más empleo y la seguridad ciudadana deje mucho qué desear. La Ley Electoral Transitoria contiene normas aparentemente muy estrictas para evitar que el Presidente y su partido pudieran aprovechar el poder para su campaña, entre otras la prohibición de la publicidad gubernamental, en todos los niveles del Gobierno, durante los 30 días anteriores a la fecha de votación y la restricción a la utilización de bienes públicos de cualquier tipo en actividades electorales, pero, según la oposición, eso fue letra muerta. La analista Jimena Costa atribuye la desaparición de cuatro partidos, Muspa, BSD, Gente y Pulso, que no existieron en términos de resultados, a que “el Gobierno ha hecho un despliegue económico impresionante y obtuvo resultados, y aquellos que no consiguieron recursos para hacer campaña a nivel de medios de comunicación, prácticamente no existen, más allá de las observaciones especificas o de algunas irregularidades”.


Aun cuando la victoria de Morales y su MAS fue inobjetable y categórica en cifras, más vale que eviten el triunfalismo y mantengan el diálogo, la concertación y el respeto por la oposición. El país está profundamente dividido y así se haya expresado una mayoría muy clara y muy definida por mantenerlo en la Presidencia, lo que está por verse es si esa mayoría forma un bloque de la política boliviana que acabe enfrentando a la indiada con el resto de la población, configurando un nuevo concepto de nación racista. Eso parecen advertirlo los sectores más críticos y conscientes de la sociedad boliviana, como se desprende, por ejemplo, de la reflexión que hacía ayer en su editorial nuestro homónimo “El Mundo”, de Santa Cruz, a propósito de una de las acusaciones en que más insistió la oposición en la última campaña y es el autoritarismo en todos los niveles de decisión del Gobierno. “El estado democrático – dice el colega - que ha tenido su mayor expresión en el proceso de elecciones, podría profundizarse con un accionar en el cual la oposición, por pequeña que sea, pueda tener la oportunidad de hacer conocer su posición y sus observaciones al manejo del Estado, o ser totalmente neutralizada, anulando el concepto de democracia, en el que las minorías deben ser tomadas en cuenta y en el peor de los casos, respetadas”.


Esos sectores más conscientes de la sociedad, que no quieren que se agudice una confrontación que, a largo plazo, pueda llevar inclusive a una división física de Bolivia, le están pidiendo al MAS que maneje con mucha responsabilidad esas mayorías. De acuerdo con el artículo 148 de la nueva Carta política, la Cámara de Senadores estaría conformada por un total de 36 miembros, cuatro por departamento. Según los resultados preliminares obtenidos, el MAS tendría 25 senadores, Plan Progreso Bolivia – Concertación Nacional (PPB-CN) diez y Alianza Social (AS) un senador. Con los ansiados dos tercios, el MAS tendría el dominio hegemónico de una de las Cámaras del Congreso que entre 2005 y 2009 más dolores de cabeza le trajo a Morales por estar conformada, en su mayoría, por el opositor Poder Democrático Social (Podemos), que en innumerables ocasiones imposibilitó la aprobación de leyes y evitó juicios contra altas autoridades del Poder Judicial. En la Cámara de Diputados, el MAS controlaría 88 de los 130 asientos, logrando más de los dos tercios, en tanto que el partido PPB-CN obtendría 40 y Alianza Social, tres. El temor justificado es a que se convierta en un Congreso de bolsillo, que renuncie, como en Venezuela, a la función esencial de fiscalización del Ejecutivo.

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