Mauricio Vargas
El Tiempo, Bogotá
Diciembre 6 de 2009
La Sala Penal de la Corte Suprema ha fallado: el almirante Gabriel Arango Bacci es inocente de las acusaciones que la Fiscalía General de la Nación le hizo hace varios meses por supuestos vínculos con el narcotraficante Juan Carlos Ramírez Abadía, alias 'Chupeta'. Sin que aparecieran pruebas nuevas, la misma Fiscalía que había resuelto acusarlo cambió repentinamente de opinión y optó por echar reversa y pedirle a la Corte que lo absolviera.
No sé bien qué ocurrió para que el organismo investigador diera un giro tan abrupto. Es verdad que, por el camino, hubo relevo en el cargo de Fiscal General de la Nación. Pero quien pasó a ocupar tan alta responsabilidad, el fiscal encargado, Guillermo Mendoza, era el segundo a bordo cuando se presentó la acusación y ahora, como número uno, avaló el pedido de absolución. No cabe duda de que alguien se equivocó en materia grave, antes o después. Una fuente muy confiable de la Fiscalía me contó hace poco que el propio CTI había advertido a tiempo que las pruebas no eran tan sólidas como algunos en la Fiscalía pretendían. Entonces, ¿por qué hubo acusación?
A la vez, los organismos antidrogas de los Estados Unidos perdieron la confianza en el almirante y luego le quitaron la visa, una determinación que Washington, es de suponer, no tomó a la ligera. ¿Dónde está la verdad en este penoso asunto? Creo que, como en muchos otros casos, nunca lo sabremos y la duda persistirá y les hará daño por mucho tiempo a los distintos protagonistas.
Otra pata le nace al cojo tras el pedido de la Sala Penal de la Corte, en el fallo a favor de Arango Bacci, para que la Fiscalía investigue el proceder del ex ministro Juan Manuel Santos, del comandante de la Armada, almirante Guillermo Barrera, y de otros oficiales de la institución, en especial de su cuerpo de contra-inteligencia. El mensaje parece claro: la culpa fue de ellos.
Pero, ¿es justo ese señalamiento? Más allá de suspicacias no probadas, lo que Santos, Barrera y los demás hicieron fue recibir unas pruebas incriminatorias contra el almirante Arango y ponerlas en conocimiento de la Justicia, no sin antes dudar varios meses debido a que ni el ministro ni la cúpula de la Armada terminaban de creer que Arango hubiese sido tocado por la plata de la mafia. Ni Santos, ni el almirante Barrera son investigadores de la Fiscalía. No podían ser ellos quienes valoraran esas pruebas: por eso las mandaron a donde tocaba, a la Fiscalía. No haberlo hecho habría sido un acto de encubrimiento y los titulares habrían sido otros: 'Ministro y comandante de la Armada protegen a los corruptos' y otras cosas por el estilo.
Del almirante Barrera es bueno decir un par de cosas. La primera, que es un hombre discreto, poco mediático y reticente a la vitrina, y por eso algunos medios no lo quieren. Y la segunda, que desde el punto de vista de los resultados operativos, es el mejor comandante que esa fuerza ha tenido en décadas. Bajo su mando y gracias a sus servicios de inteligencia y contrainteligencia, la Armada no solo ha golpeado a los carteles de la droga como nunca en el pasado (casi cien toneladas de cocaína incautadas este año), no solo ha jugado papel clave en durísimos golpes a la guerrilla, como la liberación de Fernando Araújo y hasta el bombardeo del campamento de 'Raúl Reyes' (donde su inteligencia fue fundamental), sino que fue el cuerpo militar que más enfrentó y golpeó a las autodefensas en la Costa Atlántica.
Por esta última razón, muchos 'parapolíticos' -algunos de los cuales siguen libres y en sus curules, incluso en las más encumbradas- la miran con desconfianza y sed de retaliación. Sería el colmo que, por cuenta de eso, la Armada Nacional que más ha golpeado a guerrilleros, narcos y paracos terminara pagando los platos rotos del caso Arango Bacci.
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