Sergio de la Torre
El Mundo, Medellín
Diciembre 13 de 2009
Son de notar las jeremiadas de los analistas gringos línea Chomsky –y sus pares en Colombia– cuando, al recibir el premio Nobel de la Paz, Obama justificara la guerra en Afganistán. Les sorprende que un afrodescendiente avale la fuerza. Pero callaron cuando los llamados “panteras negras” y su líder Malcom X (asumido como musulmán, además, sin serlo de comunión ni origen) asolaban las calles de las ciudades norteamericanas en los célebres “veranos sangrientos” de los años sesenta del siglo pasado, cuando, por cuenta de activistas reclutados en la etnia, cundía el saqueo e incendio de los comercios y tiendas de los blancos y latinos. Se llegó incluso a matar caucásicos en público, al mejor estilo del señor Lynch, que inventó los linchamientos a raíz de la ardua emancipación de los esclavos decretada por Lincoln (que era republicano, valga decirlo, para recordárselo a los malquerientes de Nixon y Bush).
Olvidan los abnegados pacifistas que Obama no puede obrar como negro sino como presidente de Estados Unidos. Que al asumir el cargo dejó de ser negro. Y es parte de un engranaje al que no puede escapar. Como gobernante tiene responsabilidades imposibles de esquivar sin que lo llamen al orden o, en caso de contumacia, le muevan la silla. O le suceda lo que al presidente Kennedy cuando se enfrentó a la maquinaria, fría e implacable, anterior y superior a los presidentes. No puede pues actuar Obama conforme a sus antiguas convicciones de gringo marginal o desarraigado (si es que alguna vez lo fue, que no lo creo, a juzgar por los miramientos de que gozó siempre, pues hasta beca en Harvard tuvo para educarse) sino atenido a la labor que le corresponde, o que le imponen, por azarosa y sórdida que ésta sea.
¡Vaya escándalo el que le han armado los fariseos de siempre, por haber dicho que hay guerras justas! ¿Acaso faltó a la verdad? Si toda guerra es justa para el que la hace, e injusta, por ende, para quien la padece. He ahí una verdad de Perogrullo, que hay que repetir para que los pacifistas de vocación, o de profesión, que circulan por Europa y USA con su aire de predicadores incomprendidos pero tenaces, insomnes, aprendan a sujetar su monserga a las circunstancias de tiempo y lugar en cada caso concreto.
Nadie que tenga una mínima noción de la historia y de sus leyes inmanentes negará que hay guerras justas, per se. Se explican solas, por su razón natural, por su lógica impecable. Porque son redentoras o salvadoras del género humano, necesarias para la supervivencia de la especie o, cuando menos, de la civilización, tal como el hombre la concibe y la vive. Por ejemplo, la masiva intervención norteamericana en África, Europa y Asia (tan lejana y extracontinental como la de Afganistán ahora) para detener a Hitler y al eje del mal de entonces, que amenazaba con subyugar al mundo. Esa sí la aprueban los intelectuales de marras a pesar del exceso monstruoso (e imperdonable, por lo innecesario) de Nagasaky y Hiroshima, sumado al otro del bombardeo a Dresde y otras ciudades alemanas inermes, que tampoco hacía falta para doblegar un enemigo ya vencido.
Decía Clausewitz, su gran teórico, que la guerra es la continuación de la política por otros medios. A la inversa también, añadimos nosotros. Así lo corrobora la “realpolitik” desde tiempos inmemoriales. Las contingencias y circunstancias de la guerra y la paz solo se entenderán si aplicamos un criterio pragmático. O cultural, en el sentido antropológico del término. Hobbes mismo, tan riguroso, ecuánime y ponderado como era, decía que el hombre es lobo para el hombre. Lo cual, por extensión, cabría predicarse se las tribus, los pueblos y las naciones, pensamos nosotros. La mirada púdica, sensible, soñadora, que se le aplica al empleo de la violencia para dictaminar cuando es justo o injusto, solo sirve, en la práctica, para desorientar. Y para alimentar las almas pías. Y para que los poetas e intelectuales de todo el planeta firmen sus consabidos manifiestos, que son uno y el mismo desde los tiempos de Sartre y doña Simona. Pero ya continuaremos con el tema.
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