Carlos Felipe Londoño Álvarez
El Colombiano, Medellín
Noviembre 30 de 2009
Uno de los grandes retos del país es lograr una significativa reducción de los niveles de pobreza (46%) y de miseria (18%), así como de las altas tasas de desempleo que rondan el 13%, con una representativa parte de la población subempleada y en empleos independientes de bajos ingresos y calidad e inadecuada cobertura de protección social.
Para atender a estos problemas es necesario impulsar el crecimiento económico y mejorar la competitividad del país en la economía global. Pero, como se ha reiterado en esta columna, esto demanda esfuerzos en el largo plazo en educación; en ciencia, tecnología, innovación y emprendimiento; y en obras de infraestructura, especialmente en comunicaciones, aspecto que hoy se comenta apoyado en ideas expresadas en el reciente Congreso de Infraestructura.
No se puede hablar de infraestructura como algo aislado en una nación. Su importancia, en especial para Colombia, se puede resaltar en lo expresado por el ex presidente uruguayo Sanguinetti, en el sentido de que sin integración del territorio no se puede hablar de Estado. Recordó que el imperio romano construyó más de 100.000 km de carreteras para integrar sus vastos territorios y ejercer su poder durante siglos, además de construir sistemas de acueductos y coliseos; que los Incas tuvieron el mayor imperio regional basados en su estructura vial para integrar el territorio; y que EE. UU. tuvo una lenta y difícil integración del territorio que hizo con la red de ferrocarriles y carreteras.
Lagos, el ex presidente chileno, mencionó los casos de España y Portugal que han recibido durante los últimos 20 años más 150.000 millones de euros (tres veces el presupuesto colombiano de 2010) para infraestructura que los integrará mejor con Europa.
También contó algunas experiencias valiosas de Chile en su desarrollo durante las dos últimas décadas, como la importancia de tener un plan de largo plazo, con un norte claramente definido mediante un consenso social y el acuerdo con la oposición para sacar adelante la ley de concesiones sobre las vías más importantes del país; vender bien la necesidad e imagen de esas concesiones a la opinión pública; disponer de proyectos con diseños completos para acortar tiempos de ejecución, garantizar los menores desfases en la inversión y actuar oportunamente en forma contracíclica de la economía en caso de ser necesario y posible, como ha sucedido en el último año.
Algunas de las ideas expresadas por los candidatos a la presidencia y otros ponentes, hacen alusión a la importancia de lograr un acuerdo nacional en las obras -¡buenas obras!- que requiere el país, en cómo lograrlo y en cuánto tiempo, con la claridad de que se requiere actuar en el largo plazo, más allá de un período de gobierno.
Para mejorar el desarrollo de la infraestructura se hizo referencia a cambios institucionales como una reestructuración al Instituto Nacional de Concesiones; a concesionar todo lo que sea posible; a crear un organismo regulador para el sector, similar al que tienen la energía y el agua; a tener buena gestión gerencial con personas idóneas y bien remuneradas; a erradicar la corrupción; a favorecer el transporte fluvial y férreo en forma integrada al carretero; y a favorecer el desarrollo del país desde lo regional con una mayor descentralización.
Si queremos avanzar hacia el desarrollo social y económico de Colombia para reducir los problemas de pobreza, desempleo y desigualdad, nuestros gobernantes, y la sociedad en general, deben apropiarse sin tardanza del atraso que tiene el país en obras de infraestructura de transporte y atenderlo en equilibrio con el medio ambiente y en armonía con el desarrollo de la educación de calidad, de la ciencia, la tecnología, la innovación y el emprendimiento.
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