Eduardo Pizarro Leongómez
El Tiempo, Bogotá
Noviembre 30 de 2009
Hoy, en Colombia estamos afrontando un complejo debate intelectual: ¿cómo denominar a las bandas que emergieron tras la desmovilización de las Autodefensas Unidas de Colombia? Mientras que la Policía Nacional las denomina "bandas criminales emergentes", en algunos estudios y medios de comunicación las consideran como una nueva generación paramilitar.
Según el director de la Fundación Arco Iris, León Valencia, estos grupos "se diferencian de la anterior generación de paramilitares en que aún no tienen una estructura nacional que los cobije a todos y en que, en algunos lugares, están aliándose con uno de los grupos guerrilleros para compartir actividades de narcotráfico o para luchar por el control territorial combatiendo a la fuerza pública o a otro grupo insurgente" (Cambio, 26 de noviembre de 2009).
¿Grupos paramilitares que combaten a la fuerza pública? ¿Grupos paramilitares aliados con la guerrilla? ¿No eran los grupos paramilitares aparatos paraestatales destinados a apoyar la guerra contrainsurgente?
Recordemos que Ronald Reagan introdujo un cambio profundo en la doctrina militar de los Estados Unidos. Fue el paso de la doctrina de la contención a la doctrina del roll back. La tesis de la contención a la expansión comunista había sido formulada en los inicios de la guerra fría (1947) por George Kennan. Reagan, ante el avance de los regímenes revolucionarios en el Tercer Mundo (Etiopía, Angola, Mozambique, Nicaragua, Grenada), decidió pasar de la contención al roll back (es decir, una política orientada no a contener sino a desestabilizar a los regímenes marxistas en la periferia del campo socialista para "reincorporarlos" al mundo occidental). Los "guerreros santos" o muyahidines en Afganistán, la Renamo en Mozambique, la Unitas de Jonas Savimbi en Angola y la Contra en Nicaragua son algunos ejemplos de estas "guerrillas anticomunistas", según el conocido término de Michael Radu.
Carlos Castaño intentó reproducir esas experiencias y ganar apoyo, tanto interno como internacional, gracias a la imagen del "combatiente anticomunista". Sin embargo, nunca lo logró debido a las fronteras borrosas que siempre tuvieron las Auc entre la acción contrainsurgente y las prácticas criminales.
Tras la desmovilización de las Auc, emergieron en el país numerosas bandas. En algunos casos, se trató de algunos bloques que se opusieron a la desmovilización; en otros, de grupos disidentes de bloques desmovilizados que siguieron en la acción ilegal; y, finalmente, en algunas regiones, de nuevos grupos liderados por mandos medios de las antiguas Auc.
Más que una "tercera generación paramilitar", se trata de grupos criminales descompuestos de tres tipos: típicas redes mafiosas (tales como las "oficinas de cobro"), traficantes de drogas o simples redes criminales dedicadas al secuestro y la extorsión. La diferencia central entre estas nuevas manifestaciones criminales y los grupos paramilitares son dos: primero, su enemigo ya no son los grupos guerrilleros o sus bases de apoyo social y político, sino, ante todo, las instituciones estatales. Segundo, en la mayoría de las regiones estas bandas criminales no solamente no actúan contra la guerrilla y sus bases de apoyo social, sino que conviven en alianzas pragmáticas ya sea para el tráfico de drogas o para negociar secuestrados.
En cualquier caso, el Estado debe poner en marcha todo su dispositivo de seguridad y justicia para impedir que este nuevo Frankenstein eche raíces. La convivencia pragmática, el apoyo encubierto o abierto o, simplemente, la indiferencia que hubo en el pasado hacia las Auc permitieron que ese otro Frankenstein se escapara del laboratorio. Sería criminal que esta dolorosa experiencia se repitiera en el futuro, dado que muchas bandas están siendo utilizadas para evitar que las víctimas luchen por sus derechos. Por ejemplo, a la restitución de sus propiedades, en manos de testaferros de las Auc o de las Farc.
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