Jaime Jaramillo Panesso
Colombian News, París
Diciembre 9 de 2009
El honorable sindicado del “Proceso 8.000”, ciudadano Ernesto Samper, en una entrevista de un conocido diario capitalino, dijo, hace una semana, que el liberalismo se hace a la izquierda o se cae. Y añadió: “América Latina está viviendo una conmoción ideológica por cuenta de la aparición de otros modelos, y creo que el liberalismo tiene que sintonizarse con esos movimientos y definir su posición ideológica”. Remata el inefable ideólogo y el más popular ex presidente de Colombia señalando que en nuestro país hace siete años existe un proyecto de derecha y el liberalismo debe configurar un liderato de la izquierda que lo enfrente.
El reto que propone el nuevo Gaitán Samper es claro: Colombia debe ser conducida por la izquierda liberal hacia el modelo político, económico y social de Venezuela o Bolivia, para ser más exactos. La resurrección de Ernesto, a quien sus amigos llamaban “El Pote Samper”, es un factor distractivo. El foco nacional de lucha del pueblo colombiano en esos “despreciables siete años” ha sido la eliminación de la violencia de ropaje altruista para los cuales matar, secuestrar y poner bombas es un acto humanitario y bienvenido, si se hace dentro de la ideología de buscar el bien común por intermedio de la revolución. En adelante la bandera será propender por la contradicción izquierda versus derecha. Esta dicotomía es una forma de bajarle puntos a la derrota de los violentos de cualquier ropaje y en consecuencia permitirle de nuevo el crecimiento de la guerrilla, la que aún perdura, ya que las autodefensas entregaron armas, uniformes y territorios. El escenario, según el simpático y nunca bien ponderado, ciudadano Ernesto Samper, será entre derecha e izquierda. Esa propuesta de reducir los problemas electorales y los esenciales de la nación al simplismo derecha-izquierda, será de buen agrado entre universitarios, algún sector del profesorado, los sindicaleros profesionales y algunos escritores como su hermano Daniel, los de Semana y Oscar Coñazos. Interpretar el mundo con la lente binaria de buenos versus malos, proletarios versus capitalistas, blancos versus negros, creyentes versus paganos, derechistas versus izquierdistas, es un tipo noción simplificada que no descubre las entrañas de los conflictos y le permite a su proponente cambiar el análisis del problema concreto por una consigna como “Patria o muerte. Venceremos”. O esta otra de corte chavista: “Patria, Socialismo o Muerte”.
“Irse a la izquierda”, en el contexto colombiano, es pasarse a las filas de los enemigos de la nación, en la propuesta de Samper, porque invita a apoyar a los Chávez, los Evos, los Ortegas y Correas que en el mundo latinoamericano han sido. ¿Significa esto que todo ciudadano de izquierda sea chavista antinacional? En absoluto. Un izquierdista auténtico es, ante todo, un demócrata, no un traficante de ideas. En democracia nos entendemos la gran mayoría de este país que no somos golpistas, no somos filoguerrilleros. Un demócrata sabe que la seguridad ciudadana y la seguridad democrática son parte de la esencia funcional de un Estado. La seguridad no es de izquierda o ni de derecha. Es patrimonio de cualquier estado organizado, con instituciones estables, con libertades individuales y colectivas. No somos una democracia perfecta, menos con hombres como Samper y sus lobos aulladores. Democracia perfecta no existe en parte alguna de la tierra. Pero vivimos más libres, felices y dignos que en los modelos a los cuales nos invita a seguir el novísimo zar de la ciencia política: Venezuela, Bolivia o Nicaragua. Y era de esperarse cuando en plena crisis internacional, en vez de ponerse de parte del estado colombiano, se pasó al otro lado de la frontera y rompió la unidad interna nacional. Quien camina como un loro, se alimenta como un loro, habla como un loro y vuela como un loro al solar vecino, es un loro. No un patriota.
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