domingo, 6 de diciembre de 2009

Segunda carta sobre la mesa

Jesús Vallejo Mejía

Carta a Ricardo Ostuni, Medellín

Diciembre 5 de 2009

Apreciado Don Ricardo:

Le agradezco su comentario sobre el escrito que le envié a un amigo con el título "Las cartas sobre la mesa".

Como algo tiene que ver usted con Colombia, me parece interesante que vaya adentrándose en el conocimiento de nuestra problemática, que es sui generis.

En 2002,cuando Álvaro Uribe llegó a la Presidencia, había un ambiente general de derrotismo frente la guerrilla de las Farc. El ex presidente Pastrana Arango comentó alguna vez que el Comandante General de las Fuerzas Armadas, al principio de su mandato, le manifestó que las fuerzas de la institucionalidad no eran capaces de contener sus embates.

Recuerdo una discusión que tuve con uno de los dirigentes empresariales más influyentes de Colombia, uien consideraba que estábamos prácticamente derrotados y no había más remedio que someterse a las condiciones de diálogo que las Farc impusieran. Hube de manifestarle que me extrañaba que menospreciase la capacidad de resistencia del pueblo frente a los desmanes de esas bandas terroristas.

Uribe sí creyó en esa capacidad, así como en la mística de nuestros cuerpos armados. Declaró que sería el primer soldado de la República y se aplicó a dirigir las acciones tendientes a recuperar los espacios avasallados por esas hordas liberticidas. Le devolvió la esperanza al pueblo, que por eso lo sigue con admiración, no obstante los errores que ha cometido, de alguno de los cuales yo he sido víctima.

Tiene la estatura de los Libertadores. No sólo arrinconó a los guerrilleros, sino que disolvió los grupos paramilitares, cuyos jefes están hoy en su mayoría extraditados en Estados Unidos. Claro que todavía hay delincuencia, pues el tejido social no se recompone de la noche a la mañana, sobre todo cuando han transcurrido tantos años aciagos.

La gran preocupación de la mayoría de los colombianos versa sobre la continuidad de la política de seguridad democrática, cuyo mejor garante es el propio Uribe.

Para mantenerla se necesita mucho temple, el de los héroes. Son muchos sus enemigos en los medios intelectuales permeados por una izquierda bien sea enamorada de sus ficciones ideológicas, ya envenenada por su gusto por la violencia y sus apetitos deletéreos.

Uno de los principios fundamentales del Derecho Público que nos legaron los romanos proclama que "La necesidad del pueblo es la suprema ley",lo que traducido a buen romance quiere decir "A grandes males, grandes remedios".

Como he sido profesor de Teoría Constitucional a lo largo de muchos años, sé de los fuertes argumentos teóricos que median en contra de una segunda reelección del presidente Uribe. Pero también sé que toda regla abstracta es susceptible de excepciones, en función de las realidades sociales.

Así ocurre en este caso. Ante la imposibilidad de lograr que los políticos uribistas se pusieran de acuerdo en algún procedimiento idóneo para seleccionar uno que recibiera el legado y se comprometiera a preservarlo hasta alcanzar la pacificación del país, la opinión se preocupa porque, de no estar presente Uribe en el próximo debate electoral, sus huestes irán divididas al mismo, con todo lo ello significa. No en vano reza el Evangelio que "Toda casa dividida contra sí misma perecerá".

Las Farc y el Eln están debilitados, pero no derrotados. Todavía actúan impunemente en lugares apartados de nuestra muy difícil geografía. Para entenderla, hay que partir de la base de que la mitad de nuestro territorio es selvática. Y hay áreas cordilleranas prácticamente inaccesibles.

Como me decía hace poco un importante corresponsal de la prensa extranjera, Chávez no necesita invadirnos. Le bastaría con incrementar su apoyo a las guerrillas para desestabilizar a Colombia. Nunca en nuestra historia hemos tenido una amenaza externa de tamaña gravedad.

Cuando se produjo el conflicto con el Perú, que para nada se compara con el que ahora se cierne sobre nosotros, un combativo caudillo conservador, Laureano Gómez, acuñó esta consigna para justificar su acercamiento al gobierno contra el que venía oponiéndose con la vehemencia que lo caracterizaba: "Paz, paz en el interior, guerra, guerra en la frontera".

Pero en la Colombia de hoy observamos que hay sectores influyentes que no se han percatado del peligro o creen imprudentemente que debilitando a Uribe y su política de seguridad podrían ellos enfrentarlo de un modo más diestro. No faltan incluso los que, como el ex presidente Samper, de muy ingrata recordación, o la senadora Piedad Córdoba, se prestan a servir la causa del chavismo, a pesar de que ya se exhibe desvergonzadamente como un lobo con piel de lobo. En cambio, del vergonzante pacifismo de Samper, podría afirmarse, como dijo Churchill de Attlee en alguna ocasión, que se presenta como una oveja con piel de oveja.

Es inconcebible que una fuerza política como la que respalda a Uribe, que mal contada puede ascender al 60% de la opinión colombiana, carezca de una alternativa razonable para ofrecerle al electorado en caso de que el proyecto reeleccionista fracase ante la Corte Constitucional.

La Concertación chilena, que ajusta 20 años en el poder y podría ganar las próximas elecciones presidenciales, adoptó desde el principio reglas de juego que han permitido mantener al mismo tiempo la unidad en los propósitos fundamentales y la diversidad en los matices, lo que ha asegurado la restauración democrática, la estabilidad política y el progreso de Chile. Pero nosotros no hemos sido capaces de organizarnos, cuando la necesidad nacional lo exige imperiosamente. Y a la oposición lo único que la aglutina es la enemiga contra Uribe, al parecer bajo el lema "muera Sansón con todos los filisteos".

Le ruego perdonarme que, en vez de tratar con usted nuestro común y muy cordial tema de los tangos, le abra de este modo mi corazón de colombiano preocupado por la suerte de su patria.

Servidor y amigo,

Jesús Vallejo Mejía

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