Editorial
El Colombiano, Medellín
Diciembre 11 de 2009
Sorprende, por decir lo menos, el silencio en que ha entrado el "locuaz" presidente de Venezuela, Hugo Chávez, en relación con el bochornoso, abusivo y desafiante espectáculo que dieron los miembros del llamado Movimiento Continental Bolivariano durante su congreso constitutivo en Caracas. En él, no sólo vitorearon y aplaudieron el mensaje del máximo líder de la organización terrorista de las Farc, alias Alfonso Cano, transmitido a través de un video, sino que lo nombraron "miembro honorario", al lado del desaparecido "Tirofijo".
Y la sorpresa, claro está, no es porque esperáramos un rechazo contundente a las proclamas políticas en favor de esa agrupación terrorista que son las Farc, sino la "prudencia" que usa el Presidente venezolano cada vez que los hechos lo dejan en evidencia respecto de la doble moral que tiene a la hora de fijar una posición sobre qué piensa de las Farc, de sus actos terroristas y de sus actividades de narcotráfico.
No podría ser más clara y contundente la nota de protesta que presentó el miércoles la Cancillería colombiana ante Venezuela, por lo que es simple y llanamente una exaltación del terrorismo y un beneplácito a las actividades delictivas y de violación de los derechos humanos de las Farc por parte del Movimiento Continental Bolivariano, al darle a alias Alfonso Cano estatus de conferencista, en un evento que tenía el aval del gobierno chavista, pues tuvo lugar en el centro de Bellas Artes de Caracas.
No sólo pedimos un pronunciamiento del gobierno venezolano y de otros partidos políticos afines al chavismo en torno a este tema, sino de Unasur, el Alba, la OEA y la ONU, que tan acuciosamente han tratado el acuerdo de cooperación en defensa y seguridad entre Colombia y Estados Unidos, ese que Chávez califica de "amenaza internacional".
No. Aquí no podemos perder la proporción de las cosas. La gran amenaza para la estabilidad regional han sido, son y serán las Farc mientras no se enfrenten con la contundencia y decisión que se necesita dentro y fuera de las fronteras colombianas. ¿Acaso Chávez sigue creyendo que son mentiras las pruebas que Colombia le ha entregado sobre la existencia de campamentos y de jefes guerrilleros en su propio territorio? ¿No se da ni por enterado de que en las propias calles de Caracas, el Partido Comunista de Venezuela, del que él es afín, levantó hace un año una estatua en honor de alias Manuel Marulanda, "Tirofijo"?
¿Qué tal que los gobiernos de España o de Francia se hicieran los de la vista gorda, si los simpatizantes de ETA decidieran hacerles estatuas a los miembros de esa organización terrorista? Toda Europa, sin duda, se pronunciaría al unísono en contra de cualquier manifestación de apoyo al terrorismo, tal como lo ha hecho en repetidas ocasiones.
Por eso, no puede ser una coincidencia que Chávez mantenga la lengua suelta para hablar mal de Colombia y del gobierno de Álvaro Uribe, y se le paralice cuando son las Farc las que lo ponen en entredicho. Esa falta de coherencia del mandatario venezolano es parecida a la del propio alias "Alfonso Cano", que habla de diálogo mientras pone bombas y mata soldados, policías y civiles.
Chávez, como él mismo lo dice, "puede comprarle al que le dé la gana", pero no puede "apoyar al que le dé la gana", si se trata de terroristas.
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