viernes, 4 de diciembre de 2009

¿Un mínimo incremento?

Editorial

La Patria, Manizales

Diciembre 4 de 2009


Hay quienes, no sin sorna, dicen que la política es el arte de no acertar, frase que, como están las cosas, aplica también para la economía. El mejor ejemplo se da a la hora de fijar el salario mínimo, que deberá definirse este año después de las dificultades afrontadas por la economía mundial y de una agudización particular en Colombia, por cuenta de la compleja situación con nuestro tradicional segundo socio comercial, Venezuela.


En esta materia será muy difícil que los economistas se pongan de acuerdo, además por un componente adicional y es las altas tasas de desempleo y de trabajadores informales. De un lado están quienes consideran que el salario mínimo en Colombia es elevado y, sobre todo, por cuenta de las cargas parafiscales que trae consigo la creación de un puesto de trabajo formal, mientras que en el otro lado están quienes insisten en que es muy poco el salario mínimo que se paga en Colombia, para el costo de vida y los precios de la canasta familiar.


Ahí estamos, como todos los años, con propuestas similares cada vez, con las posiciones a lado y lado bien definidas y con poca posibilidad de llegar a un acuerdo, sobre todo cuando estamos hablando de una inflación que estará seguramente cercana al tres por ciento -la más baja desde que se mide en Colombia, y esto arrastrará consigo seguramente a una decisión muy cercana a ella, aunque no sea el único factor clave para definir el alza.


Se deberá tener en cuenta la productividad laboral que, según Planeación Nacional, cayó este año 3,5 por ciento y es bastante pobre, así como también la inflación estimada para el 2011, que se espera entre tres y cuatro por ciento. Es decir que en el mejor de los casos el incremento en el salario mínimo va a ser muy parecido a esto, entendible para los empresarios que siguen soportando el fuerte nubarrón de Venezuela, pero no para los asalariados que ven cómo su poder adquisitivo mejora muy poco.


Mientras que las cifras de desempleo estén creciendo, y las perspectivas, al menos hasta mediados del próximo año, son que se seguirán deteriorando, será muy difícil aumentar en términos reales el factor multiplicador del salario mínimo, pues a pesar del efecto positivo que un incremento adicional a la mera inflación puede tener en el estímulo al consumo y por ende de toda la economía, en un momento en que la salida de la crisis sigue siendo muy lenta, la prioridad actual es conservar los puestos de trabajo.


Por otra parte, las propuestas de salarios mínimos diferenciales para el campo o para los más jóvenes, si bien traen consigo la sana intención de formalizar cada vez más la contratación en el país, son una forma de discriminación en la que no podemos volver a caer. Más bien, hay que desgravar los salarios trasladando algunos de los impuestos que lo afectan a otras fuentes de financiación, esa es una manera más equitativa de fomentar la generación de empleos dignos.


Será difícil llegar a un acuerdo que deje contentos a todos los expertos economistas o a todos los empleados que vienen sosteniendo desde hace días la necesidad de un incremento que ayude a no solo sobrevivir, sino a tener una ganancia adicional para el ahorro o para la mejora en la calidad de vida. Creemos que el incremento del salario mínimo podría estar por encima de la inflación causada, sin desbordarse, pero tampoco insistiendo a estas alturas en la necesidad de controlar una inflación, que ya amenaza con ser deflación.

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