viernes, 4 de diciembre de 2009

Inocencia de Arango Bacci

Editorial

El Nuevo Siglo, Bogotá

Diciembre 4 de 2009


Igual o más importante que los pleitos con Chávez, o tantas otras aristas del incierto devenir del país, es defender a las Fuerzas Militares y sus oficiales de la inquina y el deshonor cuando ello lo merece. En casos tales, no sólo está en juego la dignidad de un general o un almirante, sino el futuro de la misma y verdadera patria. Que no es, claro, patrioterismo hirsuto, sino sentido íntimo y decoroso de las fibras nacionales.


Por eso, desde el mismo día de la alevosía, defendimos e imploramos justicia para el almirante Gabriel Arango Bacci, sujeto a un indigno y torticero proceso penal fruto de haber sido descabezado y desprendido de su carrera impoluta en una insólita rueda de prensa en la que desde el Ministerio de Defensa se le condenó mediáticamente con base en unas pruebas de suyo cuestionables y carentes de sindéresis. Más riesgosa esta actitud en un país en guerra, cercado por las maniobras del narcotráfico, con el Alto Cuerpo de Oficiales continuamente zarandeado desde las máximas instancias del poder y sometido a los apetitos de quienes pretenden derivar réditos de sus resultados satisfactorios. Nada más peligroso, lleno de campos minados, que entregar la cabeza de los oficiales, lo que debe llenar de contento a narcoterroristas de toda índole. Todos ellos tan felices mientras se desploman por el mismo Estado los baluartes que no de ahora, sino en todos los tiempos, han sabido defender al país, íntegra y verticalmente, de la tremebunda conspiración criminal.


Celebramos que, contra el pronóstico de muchos que se pierden en el absurdo y contraevidente pesimismo de que en Colombia no hay gente decente, la justicia haya brillado. En efecto, no sólo se absolvió al Almirante de los tantos e infames cargos que se quisieron tipificar en una burda y creciente oleada de anomalías, sino que igualmente la Corte Suprema de Justicia dejó en claro que el poder discrecional contra los militares no puede usarse a somatén, tiene sus límites y debe estar soportado porque, de lo contrario, como deja entrever en el fallo, puede utilizarse en eventuales y gravísimas conjuras, que el alto tribunal pide investigar penalmente.


Desde el principio advertimos que la supuesta ‘prueba reina’ presentada, que consistía en un recibo en el que presuntamente Arango Bacci habría estampado su huella dactilar para certificar una multimillonaria transacción delincuencial, no podía ser objeto, en sana lógica procesal y judicial, de la menor credibilidad. Y fue así como en sendos peritajes de los grafólogos del DAS y la Fiscalía quedó en evidencia que se trataba de un tosco montaje tipográfico, fácilmente detectable. Sin embargo, el que hubiera quedado al descubierto esa primera falsedad no fue óbice para desestimar el caso, sino continuar la conjura.


De un momento a otro empezaron a surgir más falsas pruebas, igual de insólitas e increíbles que la primera y fallida. El juicio en la Corte se convirtió, entonces, en una especie de dominó en donde todo el expediente acusatorio se empezó a derrumbar progresivamente, a tal punto que, en los alegatos finales, tanto la Fiscalía -principal acusadora- como la Procuraduría admitieron abierta y tajantemente que debía declararse la inocencia del oficial, pues no había elemento para determinar la mínima responsabilidad criminal.


Arango Bacci, su familia y la propia Armada Nacional fueron sometidos al peor de los calvarios y las injusticias. Aún así, el Almirante siempre mostró temple y dignidad. La sentencia de inocencia, por la que este diario siempre se inclinó y urgió, restituye el honor personal y militar al alto oficial de parte de la justicia, que igualmente ha pedido investigar penalmente el virtual complot del que fue víctima. Corresponde, entonces, al Ejecutivo reincorporarlo con todos sus quilates. Sólo así podrá restañarse esa herida a las Fuerzas Militares. Y ese es hoy el clamor de los colombianos que piden la plena restitución de quien se ha demostrado como uno de los mejores oficiales de la Armada Nacional.

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