lunes, 25 de enero de 2010

Armas de estupidez masiva

Saúl Hernández Bolívar

El Mundo, Medellín

Enero 25 de 2010

Tirar la piedra y esconder la mano es una actitud típica de los canallas. El domingo 17 de enero apareció en sitios de Internet del gobierno venezolano, una noticia titulada “Armada rusa denuncia que EEUU creó el terremoto de Haití”. La nota fue retirada pocas horas después pero el daño estaba hecho: en páginas de Internet afines al chavismo la replicaron sin especificar su origen, engañando incautos con una estrategia muy usada por los anarquistas y la izquierda que consiste en dar por cierta una proposición confiriéndole carácter objetivo —y hasta científico— a opiniones interesadas de sus propios partidarios.

La ‘denuncia’ sobre la existencia de esa arma de destrucción masiva de los Estados Unidos, que provocaría terremotos y otros desastres climáticos, y su supuesta utilización para desatar el terremoto de Haití, es tan absurda y carente de validez científica que la comunidad internacional no le ha prestado mayor atención. Pero debería ser ya una prueba al canto de que la salud mental del dictador Chávez y sus adeptos no está pasando por un buen momento. ¡Ni Fidel ha sufrido tan graves desvaríos en cincuenta años!

Lo cierto es que el fanatismo ideológico enferma, y el marxismo, históricamente, ha llevado a los gobernantes y a los pueblos a unos extremos de insania y sufrimiento incomparables, manifestados en los millones de muertos y en la pobreza atroz que ha provocado. Para ser marxista hay que odiar, y Chávez se ha definido como tal. Un ejemplo de esa chifladura es calificar de ‘invasión humanitaria’ el auxilio de los gringos a Haití.

El primer títere que habló fue Daniel Ortega, el presidente pederasta de Nicaragua. Luego vinieron las críticas de Evo Morales y su vicepresidente Álvaro García Linera, para finalizar Chávez en lo mismo: EEUU aprovecha el terremoto para ocupar militarmente a Haití.

García Linera fue más allá y dijo que si no hay un rechazo continental, Haití sería convertida en otra base militar norteamericana que iría en contra de esos gobiernos ‘progresistas’. ¿Será que un país con la tecnología para provocar terremotos devastadores necesita tener bases militares en el área para poder derrocar antagonistas incómodos?

Por otro lado, ¿qué interés podrían tener los EEUU en un país sin recursos naturales y poblado por gentes sumidas en la ignorancia, que es el peor enemigo de su propio desarrollo? Ya quisieran los haitianos que la misión humanitaria de los gringos se convirtiera en un Plan Marshall que les permita acabar con esa contradicción de ser una sociedad tremendamente atrasada a pesar de haber sido el segundo país que obtuvo la independencia en América (1804), mientras el primero en independizarse es la primera economía del mundo.

Las críticas de Chávez y sus secuaces son irracionales, como siempre. Ante la manifiesta incapacidad de la ONU, sólo los Estados Unidos tienen capacidad logística, económica, humanitaria y militar para encabezar la atención del desastre. Sólo ese país podía poner en operación el aeropuerto de Puerto Príncipe, así como el deteriorado puerto marítimo; sólo los gringos tienen la facultad de distribuir alimentos por aire a sitios aislados; y difícilmente otro país podría encargarse de devolverle el orden perdido a una nación sumida en el caos. Lo demás es populismo.

Claro que la Venezuela de Chávez también está en capacidad de ofrecer muchos recursos económicos, como lo ha hecho hasta ahora. El cálculo más modesto estima en 53.000 millones de dólares los recursos que Chávez ha regalado a otros países —algunos calculan que son más de 200.000 millones—, mientras la economía local se debate entre la inflación, el desabastecimiento, los cortes de energía y la inseguridad. Y mientras según cifras oficiales del Instituto Nacional de Estadística (INE), para el primer semestre del 2009 había 9 millones de venezolanos pobres, 2,5 millones de ellos en la pobreza extrema.

La devaluación del bolívar aplicada por decreto contrasta con la destrucción del aparato productivo venezolano y el ahogamiento de la iniciativa privada, que es la única que podría haber aprovechado una tasa de cambio más competitiva. La eliminación de la propiedad privada de manera arbitraria, como en el caso de los almacenes Éxito, representa el comienzo del fin de Chávez o el de la Venezuela que hemos conocido pues ambas cosas ya no podrán coexistir. La paradoja es que con ayuda internacional, encabezada por EEUU, Haití dejará de ser un país paupérrimo y atrasado mientras Venecuba se apresura a tomar su lugar. Bien dice Uribe que “eliminar la iniciativa privada es condenar a los pueblos a vivir en la pobreza”. Y todo por culpa de esa arma de destrucción masiva —y de estupidez masiva— del comunismo renacido.

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