Alfonso Monsalve Solórzano
El Mundo, Medellín
Enero 24 de 2010
El mapa geopolítico en el que se inserta Colombia está cambiando favorablemente para el país. En cuestión de meses hemos superado una situación extremadamente difícil de aislamiento y se abren perspectivas que pueden mejorar la posición política colombiana en el frente externo respecto al tratamiento de su conflicto interno.
Hace poco tiempo, Venezuela, con el apoyo irrestricto de Bolivia, Ecuador y Argentina, y con el concurso, matizado, de Brasil y Chile, había logrado poner en problemas a Colombia en asuntos muy importantes para su seguridad nacional, como el tratado con Estados Unidos –que como se ha visto es un aliado incierto- sobre el uso de trece bases colombianas para combatir el narcotráfico y el terrorismo, en momentos en que Venezuela compraba grandes cantidades de armamento ofensivo que apunta a nuestro territorio y arma, además de sus fuerzas de seguridad, a más de millón y medio de milicias paramilitares adictas al régimen y anunciaba alianzas militares potencialmente peligrosas para nosotros como la las realizadas con Irán y Rusia. Brasil hacía lo mismo, jugando a potencia regional, con Francia. A Esto se sumaba una frontera porosa con Panamá, por donde narcotraficantes y guerrilleros, hacían su agosto.
Unasur era un lugar hostil para Colombia. Todos podían tener alianzas militares y comprar grandes cantidades de armas, menos nosotros, que somos los únicos en Suramérica, víctimas de una amenaza interna sin resolver definitivamente, que para el colmo está siendo alimentada y apalancada desde Venezuela, cuyo conductor se ha declarado ya, sin tapujos y sin lugar a engaños, marxista y ha acelerado su programa de expropiación, golpeando no solamente a empresarios colombianos, sino, incluso a empresas de gobiernos complacientes como el de Francia.
Hoy las cosas han comenzado a cambiar. Con el nuevo gobierno panameño, encabezado por el presidente Ricardo Martinelli, se está construyendo una sólida relación comercial y se están desarrollando políticas conjuntas de seguridad. Martinelli ha expresado su admiración y apoyo por los esfuerzos colombianos para retomar la soberanía interna. La frontera noroccidental, que ha sido un verdadero dolor de cabeza para Colombia, comienza a ser cubierta mediante un esfuerzo binacional.
La relación con el gobierno ecuatoriano del presidente Rafael Correa se ha mejorado ostensiblemente, hasta el punto de que el ejército de ese país ha golpeado en estos días a las Farc e intercambiado información con nuestras fuerzas armadas. Ha sido un proceso de reconstrucción de confianza muy complejo que comienza a dar resultados. No se trata de realizar operaciones conjuntas, como los ecuatorianos han señalado claramente, pero sí de evitar que en su territorio operen grupos armados ilegales procedentes de Colombia. Esa parte de al frontera sur, tan complicada por la actitud de las autoridades ecuatorianas, que en su momento compartieron integralmente las políticas de Chávez, y por el incidente que terminó con la muerte de Raúl Reyes, comienza, pues, a tener otro cariz. Chávez comienza aquí a perder un alfil clave en su estrategia de rodear a Colombia, el más deseado de sus objetivos expansionistas.
La elección como presidente de Chile, de Sebastián Piñera, es una excelente noticia para nosotros. Rompe la alianza o al menos el apoyo relativo de Michelle Bachelet al gobierno venezolano y acerca a ese país a Colombia, como miembro de la comunidad de estados democráticos de derecho que defienden la economía de mercado y la libertad individual en Suramerica. Unasur no será ya el mismo, respecto a Colombia, con Piñera a la cabeza del gran país austral. En sus primeras declaraciones, criticó el intervencionismo en los asuntos internos de otros países por parte del gobierno de Venezuela y señaló que hay claramente dos vías en America latina: la democrática, de la que forman parte Brasil, México, Perú, Chile y Colombia; y otra, que lideran Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia.
El gobierno peruano de Alan García ha mantenido una línea clara de defensa de la democracia liberal, y lo ha hecho con éxito. Su país ha tenido un importante crecimiento económico sobre la base de la economía de mercado y se ha convertido en un aliado indispensable para Colombia en tiempos de intentos de aislamiento. En 2011 serán las elecciones y aunque es muy temprano para afirmarlo contundentemente, todo apunta a que se mantendrá la tendencia que apunta a la defensa de la libertad y la economía de mercado.
Está por definirse el futuro de Brasil. El presidente Lula tiene claro que el destino de su país no es el totalitarismo y su gobierno es de izquierda democrática, perfectamente compatible con la economía de mercado y la primacía de la libertad. En ese sentido, tiene más similitudes con el gobierno de Colombia que con el de Venezuela. Pero sus veleidades imperiales lo han hecho jugar un papel que ha contribuido a aislar a Colombia, sobre todo, a través de las declaraciones su canciller, Cesar Amorín. Ahora bien, no es lo mismo una política subcontinental brasileña respecto a Colombia con el apoyo de Chile que sin éste. Y todavía falta por saber si ganará la oposición en ese gran país. De hacerlo, Colombia tendría un camino mucho más despejado.
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