Editorial
El Mundo, Medellín
Enero 24 de 2010
Estos golpes representan un avance sustancial, hasta cierto punto más importante que las bajas en las filas de los narcoterroristas.
Hace dos días felicitamos a las Fuerzas Militares y a la Policía Nacional por el éxito de la “Operación Fortaleza” en la frontera con Ecuador, más exactamente en el área de Las Lomas, Puerto Asís, Putumayo, por el golpe que le propinaron al frente 48 de las Farc, cuya importancia se mide por la pérdida de combatientes – quince, entre muertos y capturados –, la destrucción de tres campamentos y la incautación de valioso material de guerra, incluido un elemento que los ha hecho más vulnerables últimamente, como es la información contenida en computadores y memorias USB.
Hoy tenemos que hacer lo mismo por otro operativo del Ejército, no menos importante, pero extrañamente ignorado por la gran prensa capitalina, cuyas características y resultados permiten calificarlo de excepcional dentro de las operaciones antinarcóticos. Nos referimos al hallazgo y desmantelamiento de un sofisticado complejo de producción de cocaína a gran escala, en zona rural del municipio de Concepción, en el oriente de Antioquia, donde no hubo bajas ni capturas – que habrían sido deseables – pero sí se consiguió golpear severamente las finanzas de la organización criminal que está detrás de ese negocio. En este caso, la noticia sólo mereció amplio despliegue de los dos periódicos regionales: EL MUNDO y El Colombiano.
Tras cinco meses de investigación y contando con la oportuna información de la red de cooperantes, tropas del Batallón de Infantería Número 4, adscrito a la Cuarta Brigada del Ejército, coparon en la madrugada del miércoles las instalaciones de un cristalizadero, ubicado en la vereda San Pedro Bajo, del mencionado municipio. Según el testimonio del teniente coronel Pedro Antonio Sierra, comandante de esa unidad militar, lo que encontraron fue toda una “ciudadela” industrial, de ocho módulos, con túneles acondicionados como bodegas, planchas de secado, una cocina para empleados y dormitorio con capacidad para 30 personas. El cálculo que hacen las autoridades es que allí podrían producirse entre 5 y 6 toneladas de cocaína mensuales, por valor de $20.000 millones de pesos.
Nos queda la inquietud de cómo es posible que puedan instalarse y funcionar por largo tiempo cristalizaderos de ese tamaño, en una región relativamente cerca de centros urbanos y con alto tráfico de vehículos y personas. Una curiosidad, sin antecedentes, es que los delincuentes, en lugar de planta eléctrica, como es usual, habían instalado dos transformadores con luz trifásica de 220 voltios, robada de la red pública de energía eléctrica. Se informa, además, que los insumos eran descargados en un lugar de la carretera principal y conducidos por tubería hasta el cristalizadero. No es el primero que se detecta en esa zona, pues en noviembre pasado la Policía Antioquia descubrió un complejo de similares características, no muy lejos de allí, pero en jurisdicción de San Vicente, en un operativo que permitió la captura de seis delincuentes.
De todas maneras, nos complacen estos triunfos del Ejército y la Policía en Antioquia, y también los buenos resultados de las operaciones antinarcóticos que, según un boletín del Ejército, han permitido en lo que va del año, además del ya registrado en Concepción, el desmantelamiento de otros tres laboratorios y la erradicación manual de 90 hectáreas de cultivos ilícitos, propiedad de las Farc y de las bandas criminales del narcotráfico, en los departamentos de Magdalena, Nariño, Cundinamarca y Putumayo.
Nos complacen, sobre todo, porque estos golpes representan un avance sustancial, hasta cierto punto más importante que las bajas en las filas de las organizaciones ilegales armadas, porque, aun cuando los dos componentes fundamentales de un ejército son sus combatientes y sus recursos económicos, lo cierto es que sin estos últimos es imposible armar y sostener a los primeros y ya está dicho que “un soldado bien armado vale por dos del enemigo”. Por eso es tan definitivo para el éxito de la guerra contra el narcoterrorismo descubrir y destruir sus fuentes de financiación, y todo lo que se haga en ese sentido merece tanto despliegue en los medios de comunicación y tanto el aplauso de la ciudadanía para las Fuerzas Militares y de Policía, como aquellos operativos exitosos de confrontación abierta militar con el enemigo.
En conclusión, si queremos ganar la batalla final contra la narcoguerrilla y, en general, contra las organizaciones armadas al margen de la ley, no basta con propinarles bajas sino que debemos ir minando su capacidad económica porque “El dinero es el nervio de la guerra”, como decía Cicerón, a quien parodiaba siglos después Napoleón Bonaparte con esta sentencia: “Para hacer la guerra hacen falta tres cosas: dinero, dinero y dinero”.
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