lunes, 25 de enero de 2010

Cartas sobre la mesa (8)

Jesús Vallejo Mejía

Carta a Martín Alonso P., Medellín

Enero 25 de 2010

Apreciado Martín Alonso:

Me alegro de tu pronta satisfactoria recuperación de la cirujía que te practicaron. Te reitero, además, mi gratitud por tu apoyo a mi sobrina María Isabel. El Señor te habrá de pagar por tus bondades.

Según lo prometido, paso a hacerte un resumen de mi visión de la actualidad política colombiana.

El tema central es, por supuesto, la reelección del presidente Uribe.

Soy consciente de los fuertes argumentos de toda índole que se esgrimen en contra de ella. Pero también hay que considerar que el pueblo la quiere, que Colombia la necesita y que las demás alternativas que hay sobre el tapete dejan muchísimo que desear.

La gavilla de Chávez con las Farc y el ELN nos plantea un reto de gravedad nunca antes vista en toda la historia colombiana.

Eso quiere decir que la política de seguridad democrática, que ha obtenido logros muy significativos, deberá atender en el inmediato porvenir un nuevo frente, el externo.

Afortunadamente, el ecuatoriano parece estar controlado gracias a la buena gestión del Canciller. No así el venezolano, pues Chávez no descansará hasta hacer que fracase nuestro acuerdo con Estados Unidos. Si Obama le da el brazo a torcer, nos dejará a merced suya.

Un apreciado corresponsal argentino me hizo ver hace poco que la Constitución adolece del grave vacío de no contemplar el hecho extremadamente anormal de una fuerza guerrillera que se atreve a secuestrar un gobernador y asesinarlo.

Yo he sostenido a lo largo de estos años que nos rige un Código Funesto. Pero resulta difícil reformarlo a fondo. Además, si alguien se propone hacerlo quizás sea para que venga algo peor, pues los vientos que soplan en materia de ordenación política no parecen ser los más benignos.

Los críticos de Uribe dicen que su aspiración va en contra de la institucionalidad del país. Pero tal institucionalidad es aparente. El funcionamiento real de las instituciones se aleja demasiado de la teoría que las inspiró y de los modelos que diseñó mal que bien la Constitución.

Como profesor que fui a lo largo de muchos años de Teoría Constitucional, tengo claro que la etapa del poder institucional es un avance civilizador si se la compara con la del poder personal o el anónimo de las estructuras políticas primitivas. Pero la institucionalización es resultado de procesos históricos en virtud de los cuales la cultura política logra una mayor racionalidad.

Contra dicha racionalidad conspira el deterioro que en todos los ámbitos se observa hoy en el panorama colectivo. El impacto que en la sociedad colombiana han producido las guerrillas, el paramilitarismo, el narcotráfico, la corrupción y el relajamiento moral de la dirigencia ha sido devastador. De ahí que se haya perdido la confianza en legisladores, jueces y administradores de la cosa pública. La letra de la ley suele invocarse entonces para amparar atropellos y generar impunidad, mas no para que se haga justicia.

Se dirá que Uribe no garantiza el cambio de este maligno estado de cosas. Y es cierto. Pero, desafortunadamente, ninguno de sus competidores puede ofrecer algo mejor. La idea que tengo es más bien pesimista: cualquiera de ellos lo haría peor.

Sin entrar en el examen de las cualidades y defectos de cada uno, observo simple y llanamente una realidad política. Ninguno está en capacidad de conseguir una buena votación en la primera vuelta electoral. Pienso que tal vez el candidato conservador podría aspirar a unos tres millones de votos. Los restantes podrían ir de los 500.000 a los 2.500.000. Pero la Presidencia se gana con más de 6.000.000.

La conclusión que de ahí se desprende es nítida. Los dos ganadores de la primera vuelta tendrán que entrar en un juego de componendas de de tal naturaleza que llegarán maniatados a la segunda. Su triunfo será pírrico. El poder que gane uno de ellos quedará hipotecado en favor de los políticos que Uribe algo ha mantenido a raya, sin lograrlo del todo y hasta con miserables claudicaciones como aquella de que yo fui víctima.

El país no le ha prestado suficiente atención a la elección de Congreso que se realizará en marzo. Por supuesto que en las listas hay golondrinas como las del bellísimo tango de Gardel, que no sé si tu padre se lo hizo cantar en Cartagena. Pero el común de los aspirantes no invita al Sursum Corda.

Se cree que el Presidente ha dejado en el aire sus aspiraciones para ver si logra que se elijan unos congresistas afines a su política, pues si desiste de ellas esa mesnada se le irá en derrota, como dicen en nuestros campos.

Pero una cosa es que los elegidos apoyen la continuidad de la seguridad democrática y otra muy distinta, que de ellos pueda esperarse algo admirable.

Tal vez, como pensaba el general De Gaulle, tengamos que hacernos a la idea de que no hay congresos admirables.

Por ejemplo, veo al candidato Fajardo proponiendo una lista de impolutos, como las que apoyó Galán en 1982. Veremos si los que se autoproclaman decentes logran un voto que en términos generales no puede evitar que se acuda a medios indecentes para hacerlo efectivo. Y, sobre todo, queda por verse si los decentes que lleguen a la política se mantendrán fieles a esa condición.

Se habla de que la campaña para elegir un senador en algunas regiones podría costar ocho mil millones de pesos, cifra que ninguna persona decente puede reunir y que se torna en una inversión que buscará recuperarse a través de puestos, contratos y comisiones.

La tentación de la corrupción es tan fuerte que el debate que Lucho Garzón le está haciendo al alcalde Moreno toca precisamente con las dudas que suscita su gestión en este campo. Al fin y al cabo, Moreno se alió con Samper y le entregó todo el tema de transporte y vías. Dicen por ahí que el embajador Gaitán lo es de Samper y no del presidente Uribe, pues como que se aplica a gestionar los intereses de aquél acerca de los asuntos de obra pública.

En suma, salvo si el elegido fuere Uribe, cualquiera otro tendría que negociar con unos congresistas que poco tendrían que agradecerle respecto de su elección. Por ejemplo, los que lograren salir triunfadores por el Partido Liberal poco le deberían a Pardo, que es más bien un lastre.Alguno me dijo que no hay que hacerle oposición, pues él mismo se encarga de hacérsela.

Es lástima que la coalición uribista no hubiera adoptado reglas como las que permitieron que la Concertación gobernase a Chile durante 20 años. Pero allá hay partidos. En cambio, los que apoyan a Uribe, salvo los conservadores, hacen parte de colectivos integrados ad hoc para presentarse a elecciones. Como dijo hace poco Luis Carlos Restrepo, cada uno de los políticos de la U es un partido por sí solo.

A ello se agrega la imposibilidad de poner de acuerdo a Santos, Noemí, Vargas Lleras y Arias, que han figurado como los cuatro ases uribistas. Rápidamente, sin que se les ocurriera pensar que cada uno necesitará de los otros, empezaron a ponerse zancadillas en una feria de vanidades deplorable como pocas. De esa suerte, el que pase a primera vuelta de entre ellos no podrá estar seguro del respaldo de los demás.

Algunos hablan de la posibilidad de un gallo tapado, como Rivera o Restrepo. Pero no se ve claro bajo qué circunstancias podría presentarse un alternativa de esas. Dejo constancia, sin embargo, de que cualquiera de los dos me gusta muchísimo más que los ases mencionados.

Recuerdo cuando me tocaba asistir a la presentación del informe de labores del Presidente de Chile que, para mis adentros, pensaba lo distinto que es gobernar a Colombia. La adorable presidenta Bachelet, por ejemplo, se detenía en la consideración de los problemas de mejoramiento de barrios deprimidos, la atención de ls guarderías infantiles, los programas para aliviar la suerte de la Tercera Edad, el mejoramiento de la calidad de la educación y cosas por el estilo. Acá, en cambio, hay qué habérselas con un pueblo de demonios.

Yo me imagino, por ejemplo, a Fajardo, a Mockus o a Pardo frenteando a costeños, boyacenses, vallunos, opitas, paisas, etc. y me pongo las manos en la cabeza.Y qué decir de lo que sucedería si tuviesen que hacerles frente a las hienas de Unasur.

Hace poco les envié a mis buenos amigos chilenos una carta de felicitación por la madurez que mostraron en el reciente proceso electoral. Creo que la Concertación sufrió el desgaste que naturalmente produce el ejercicio del gobierno, pero su obra es histórica.

Repito, es lástima que los políticos uribistas hayan sido tan mezquinos y cortos de vista que no pudieron entender las dimensiones de la obra redentora de Uribe. Quizás a éste también habría que hacerle reproches por no haber buscado el consenso de los llamados a sucederlo.

Como ves, no soy optimista sobre nuestro inmediato porvenir, aunque siempre hay que mantener viva la esperanza de que la inteligencia se imponga. Además, como solía decir el presidente Ospina Pérez, es bueno dejarle algo de trabajo a la Providencia.

He tomado atenta nota de tus amables recomendaciones e iniciativas que me propones. Las iré escudriñando y si les veo posibilidades te lo contaré. De todas maneras, mil gracias.

Espero que disfrutes a tus anchas el verano chileno.

Saludes a tus hijas y un muy afectuoso abrazo para ti.

Jesús Vallejo Mejía

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