Editorial
El Nuevo Siglo, Bogotá
Enero 26 de 2010
Una como cadena de sismos políticos agobia el hermano país, por cuenta de las endiabladas decisiones que toma el comandante Hugo Chávez, para profundizar su revolución, que se puede calificar de utopía de la franja lunática. Estos sismos chavistas sacuden la nación cada cierto tiempo, afectan la calidad de vida de sus habitantes y condenan a la división y el antagonismo de clases, mediante la demagogia, el autoritarismo y la degradación de la política. Cada vez que habla el comandante la emprende contra alguien, sea nacional o extranjero. Con locuacidad desbordada trata todos los temas, desde cuanto tiempo requiere la gente para bañarse por cuenta de la escasez de agua, que él advierte debe reducirse a 3 minutos. Los trajes que debe tener cada venezolano, que no deben pasar de tres; lo mismo que la alimentación, para adecuar la economía y el consumo a una regulación igualitaria. En ese proyecto de limitación de las necesidades humanas a lo básico, que sigue los dogmas de Marx, se olvida que Adam Smith, históricamente, entendió mejor las necesidades, las ambiciones del hombre y la razón de ser de la libre competencia-
Entre los preferidos en sus recurrentes agresiones verbales, fuera de sus opositores, las oligarquías y de los agentes del gobierno de Estados Unidos, está el presidente colombiano, Álvaro Uribe, a quien se refiere en términos ofensivos y vulgares, que rechazamos enfáticamente. Según sus allegados lo que más le irrita de Uribe es su firmeza de carácter y popularidad, que es un hueso duro de roer. Que defiende la industria privada y libra una guerra sin cuartel contra la subversión. Chávez querría que su revolución se extendiera por nuestro país y todo el continente, lo que le resulta imposible con una Colombia independiente y su poderoso influjo geopolítico, más un gobernante que consagra la seguridad democrática como prioridad de su mandato. Es de anotar que frente a la catarata de improperios contra el presidente Uribe, éste desdeña caer en ese juego y analiza con cabeza fría los movimientos del vecino. Sabe que cuenta con la fuerza disuasiva para contener cualquier exceso en las fronteras, tiene la seguridad de capear la caída del comercio bilateral y el apoyo de los colombianos y del exterior en la defensa de la soberanía nacional.
El pueblo venezolano es inmune al disparatado intento de envenenar el afecto entrañable que existe entre las dos naciones que con su genio y su espada independizó y unió en la Gran Colombia el Libertador Simón Bolívar. Las medidas oficiales que se toman por estos días en Venezuela no son, necesariamente, como piensan algunos guerreristas de oficio, como en el caso de la intervención de la cadena Éxito, un ataque dirigido a los inversionistas colombianos, puesto que se trata de una sociedad en la que los galos son los socios mayoritarios y los colombianos apenas tienen el 21 por ciento. Medidas como las de sancionar a los comercios que infringen normas o perjudican al consumidor, incluso de cierre de los negocios, también, existen en Colombia y se aplican, dentro de los términos establecidos por la ley para que no se cometan abusos de parte de los funcionarios públicos o los gobiernos. Lo que alarma es el procedimiento, la verborrea del comandante Chávez para justificar el asalto a la propiedad privada y fomentar la hostilidad popular contra los propietarios y empleados del Éxito, de manera abusiva e injusta. Lo mismo que el anunciar públicamente expropiación de esa cadena y de los automercados, sin la debida ley preexistente ni la correspondiente y justa compensación. Lo que constituye un asalto y violación de las más elementales normas del libre comercio y respeto a los derechos humanos que, como una armadura, protegen en los Estados democráticos la propiedad y el derecho al trabajo. A lo que se suma la intervención en la economía, lo mismo que Ley Resorte, un ominoso y desfachatado proyecto de hegemonía comunicacional que aparece en el proyecto oficial de asfixiar del todo a RCTV y otros medios de comunicación.
Al comandante Chávez le repugna el triunfo del derechista Sebastián Piñera en Chile, puesto que considera que el papel de los empresarios no puede ser otro que el de víctimas a los que se expropia, persigue o denigra frente al pueblo. Y lo dejan mal los sondeos de opinión en Brasil y otras naciones, que auguran un eventual giro político electoral a la derecha. Lo mismo que no entiende el desgaste natural de los gobiernos de izquierda populista en la región y la propia caída en las encuestas de opinión. Pareciera ignorar que al socavar la estabilidad, la economía y transgredir la legalidad en su heredad, al malgastar los recursos petroleros y empujar a la exasperación a la población, puede llegar a desatar un sismo en contra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario