Mario Calderón Rivera
La Patria, Manizales
Enero 31 de 2010
En “La Historia de las Independencias” deliciosamente contada por Diana Uribe están muchas de las mejores claves para entender el Brasil de hoy, de ayer y de siempre. Porque en el origen y en el desarrollo de la nación carioca no han dejado de estar presentes las esencias distintivas del papel pionero de Portugal en la expansión ultramarina europea y primordialmente en la conquista de América. Algo en que la gran figura de Enrique El Navegante, Rey de Portugal y genio comparable al gran Leonardo, sembró los hitos que después permitirían a Cristóbal Colón llegar a las costas de un nuevo mundo y a Vasco de Gama encaminarse a la India por el Cabo de Buena Esperanza. Sin embargo, su genio visionario estuvo marcado esencialmente por la fundación de la Escuela de Sagres, un foro de navegantes y científicos llamado a convertirse en la primera gran punta de lanza que convertiría a Portugal en el factor determinante de la nueva diplomacia mundial surgida de los descubrimientos. El resultado de ese impulso fue el Tratado de Tordesillas suscrito el 7 de junio de 1494 entre los reyes de Castilla y Aragón Fernando e Isabel y Juan II de Portugal, con la venia del Papa Borgia, Alejandro VI, para trazar una línea divisoria que marcaría el reparto de los territorios de conquista en el océano Atlántico. En ese histórico tratado Brasil pasó a formar parte del imperio portugués. Pero también se sembraron las primeras bases para lo que sería una diplomacia regional con características muy diferentes a las que distinguirían a los nuevos Estados surgidos de la guerra independientista contra España. Desde que a mediados del siglo XIX se construyó el palacio de Itamaratí como sede del gobierno republicano, la diplomacia brasilera comenzaría a marcar una gran diferencia dentro la diplomacia continental.
Diana Uribe describe magistralmente ese contraste. Que empieza cuando las guerras napoleónicas destronan a Fernando VII y el imperio español comienza a colapsar. Napoleón quiere expandir el dominio de Francia y en sus planes está también tomar posesión de Portugal y de sus signos imperiales. Y mientras España se acaba de desgastar defendiendo su propia casa, el genio geopolítico heredado de Enrique El Navegante hace que los portugueses “empaquen su imperio para Brasil”, trasladen la sede imperial de Lisboa a Río, “haciendo que sus territorios de ultramar se conviertan en el imperio mismo, pero manteniendo su identidad histórica aún después de lograda la independencia. Y como la guerra de Napoleón es esencialmente una guerra de alcance europeo, -inspirada en la Ilustración y en la razón, pero apoyada en la fuerza- el imperio portugués asentado en Brasil comienza a forjar lo que sería -años después de la derrota de España en América- una transición pacífica promovida directamente en 1822 por el Rey de Portugal hacia una monarquía constitucional basada en un modelo esclavista. Sin embargo, la propia dinámica geopolítica en que estaba enmarcado el imperio, llevaba implícito el impulso hacia la abolición de la esclavitud en 1888. Brasil vivió desde entonces un proceso turbulento en el que el enfrentamiento entre democracia y el caudillismo militarista terminaron por llevar al Brasil a una madurez tan alta que sirvió para abrir las puertas a la elección de Ignacio Lula da Silva. Después de que Fernando Henrique Cardoso había realizado una gestión ejemplar que dio comienzo a la emergencia de Brasil en el siglo XXI.
Ignacio Lula da Silva viene de ese Brasil profundo, donde su fundieron todas las razas y se produjo en un gigantesco territorio y a partir de una megabiodiversidad incomparable, la mejor de las síntesis humanas suramericanas. Nacido en una humilde familia campesina en el Estado de Pernambuco, viajó a Sao Paulo en busca de mejores oportunidades. Sus primeros oficios informales fueron de lustrabotas y de ayudante de tintorería, para pasar luego a mecánico y auxiliar de oficina. Formado como tornero mecánico en el Senal (el equivalente brasilero del Sena), llegó a escalar las más altas posiciones en el sindicalismo metalúrgico del Brasil. Y como líder del Partido de los Trabajadores llegó finalmente a la primera dignidad de su país. Era el final de una marcha inverosímil. Y conmovió al mundo cuando en su discurso de posesión dijo con la mayor simpleza: “Y yo, que durante tantas veces fui acusado de no tener un título universitario, consigo mi primer diploma, el título de presidente de la República de mi país”.
Pero también desde ese momento mostró la visión que lo guiaría para condicionar uno de los más fascinantes fenómenos de la geopolítica mundial expresado en el cuadrilátero BRIC (Brasil-Rusia,Iindia y China). Su pragmatismo no se diferenció en nada del de los líderes chinos, indúes o rusos. Porque en su primer gabinete incluyó al Presidente del Banco de Boston de Brasil como presidente del Banco Central y a un reconocido extroskista como Ministro de Hacienda.
Con ese equipo y bajo su liderazgo personal, no solamente ha mostrado, en medio de la crisis mundial, una fortaleza económica excepcional con un crecimiento por encima del 5%, sino que ha reducido el nivel de pobreza absoluta de un 35% en 2003 hasta un punto en que se espera que para el año 2016 quedará completamente eliminada. Algo de lo cual está todavía lejos el resto de países latinoamericanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario