Eduardo Pizarro Leongómez
El Tiempo, Bogotá
Enero 25 de 2010
El triunfo electoral del candidato de la derecha chilena, Sebastián Piñera, deja una honda lección para América Latina: la posibilidad de la alternación democrática izquierda-derecha sin traumatismos, sin que esto signifique el fin del mundo. La imagen de Piñera abrazado con su contrincante derrotado, Eduardo Frei, es excepcional. Ambos sonrientes, ambos dispuestos a encontrar espacios comunes -en medio de la diferencia-, para hacer de Chile la primera nación de América Latina que podría ingresar en un futuro próximo al exclusivo club de los países desarrollados.
La alternación ideológica es el mayor indicador de la madurez democrática que ha alcanzado Europa. El Viejo Continente ha virado hacia la derecha tras años de dominio socialista y socialdemócrata. Silvio Berlusconi (Italia), Nicolás Sarkozy (Francia), Ángela Merkel (Alemania), Jan Balkenende (Holanda), Yves Leterme (Bélgica), Anders Rasmussen (Dinamarca), Fredrik Reinfeldt (Suecia), Maati Vanhanen (Finlandia) y algunos otros líderes son los portadores de este viraje derechista. Pronto, la Gran Bretaña ingresará a esta corriente con el nuevo líder tory, David Cameron, en detrimento del desgastado primer ministro laborista, Gordon Brown. Lo mismo puede ocurrir en España debido a la caída de popularidad de José Luis Rodríguez Zapatero.
Un incipiente proceso de alternación ideológica pacífica se viene dando, igualmente, en América Latina. Se trata de una buena noticia. Un signo de que estamos alcanzando, finalmente, la mayoría de edad democrática.
En los años noventa, muchos candidatos de izquierda accedieron al poder por la vía electoral, incluyendo partidos o coaliciones conformadas por antiguos miembros de los grupos insurgentes (El Salvador, Uruguay, Nicaragua). Ahora, el péndulo se está moviendo hacia la derecha.
Además de Chile, ya cambió el signo ideológico de los gobiernos de Panamá y Honduras. En la primera nación, el empresario y líder de la derecha, Ricardo Martinelli, del Partido Cambio Democrático, barrió en las elecciones del año pasado a la candidata oficialista, Balbina Herrera, del Partido Revolucionario Democrático, y hoy se sitúa como el gobernante más aplaudido de la región con un 90 por ciento de respaldo. En Honduras, tras la ruptura institucional liderada por Roberto Micheletti -miembro del propio Partido Liberal del depuesto, Manuel Zelaya-, en las recientes elecciones triunfó el candidato del Partido Nacional de oposición, Porfirio Lobo.
Y se vislumbran más cambios. Probablemente, el más significativo se va a producir en la potencia emergente de América Latina, Brasil, con el no improbable triunfo de José Serra en las próximas elecciones presidenciales. Serra (ex ministro, ex senador y actual gobernador del Estado de São Paulo) es el sucesor de Fernando Henrique Cardoso en el liderazgo del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), de tendencia liberal. De acuerdo con las encuestas, si las elecciones fueran hoy Serra ganaría las elecciones con un 41 por ciento de los votos, seguido de Ciro Gomes, del oficialista Partido Socialista Brasileño (PSB), con el 15 por ciento; de la líder del opositor Partido Socialismo y Libertad (PSOL) de extrema izquierda, Heloísa Helena Lima, con el 14 por ciento; y, más abajo, con un escaso 8 por ciento, la candidata de Lula, la ex guerrillera y actual Ministra de la Presidencia, Dilma Rousseff, del oficialista Partido de los Trabajadores (PT), que cuenta con un escaso 8 por ciento de las intenciones de voto.
Un panorama similar se vislumbra en Argentina, debido a la caída vertical de la imagen de la presidenta, Cristina Fernández, con un débil 19 por ciento en las encuestas -la más baja de todo el continente-, y cuya facción política ya recibió un duro campanazo de alerta: la pérdida de la mayoría parlamentaria en las elecciones celebradas en junio de este año.
Ojalá la tendencia mesiánica de algunos mandatarios de la región no les impida ver este nuevo panorama de renovación democrática que vive el continente.
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