Maria Isabel Rueda
El Tiempo, Bogotá
Enero 31 de 2010
A Samuel Moreno hay que reconocerle, a mitad de camino de su administración, cinco logros. La actualización del catastro, el TransMilenio a Soacha, la conexión del sistema en el eje Décima, Caracas y NQS, el rescate de Metrovivienda y si es que logra hacerlo (porque con Samuel hay que hacer esa advertencia), su iniciativa del sistema integrado de transporte. Lo demás, comparado con el legado de sus antecesores, es casi un desastre.
Pero él quiere que en los medios digamos que se inventó la educación pública. Cuando llegó a la alcaldía, ya se atendía gratuitamente a más de 700.000 alumnos. Hoy son 300.000 más, pero eso no significa que se la inventó.
Quiere que digamos que se inventó los comedores comunales. Peñalosa inició el programa con 200.000 desayunos, refrigerios o almuerzos, y al final del gobierno de Lucho ya se entregaban 600.000. Él ha elevado la cifra a 673.000. Muy bien. Pero no se los inventó.
Quiere que digamos que él se inventó la atención nutricional en los jardines infantiles. Cuando llegó, ya se atendía a 41.000 menores de 5 años. Hoy se atiende a 45.000. No se la inventó.
Quiere que digamos que, gracias a él, Bogotá atraviesa en estos momentos un gran prestigio internacional. Imposible que se le deba a él, que está destruyendo las cosas importantes que había. No ha hecho un solo metro cuadrado de espacio público, ni un metro de acera, ni uno de ciclorruta. Por el contrario, les acaba de quitar a los bogotanos un posible parque, que le regaló a la Federación de Fútbol para que entrene la Selección.
¿Habría alguna posibilidad de que el alcalde Bloomberg, de Nueva York, les regalara a los Yankees un pedazo del Central Park? Ha dejado que la ciudad se llene de decenas de miles de vendedores, que se habían retirado con enorme esfuerzo. Y para complacer a Fecode, a Dussán y compañía, se han hecho todos los esfuerzos para sabotear los colegios por concesión, lo único efectivo para mejorar la vida de los más pobres.
Y aunque se le notan las ganas, no se ha atrevido a decir que Bogotá es la ciudad más segura del mundo. De la poca inseguridad que según él queda en la ciudad, no sabe si echarles la culpa a los desplazados o a los reinsertados, porque los revuelve, seguramente porque no los distingue.
Y digamos la verdad. Su plan insignia del metro va rumbo de ser lo que siempre fue: un eslogan de campaña. Esos 24 kilometruchos que planea construir no van a resolver en la ciudad ningún problema que no resuelva TransMilenio. Pero, en cambio, van a dejar a la ciudad absolutamente endeudada y sin posibilidades de hacer una sola troncal más o una vía nueva por 30 años, cuando para que Bogotá siga su rumbo en materia de transporte deberán construirse, según un estudio de los Andes, más de 200 kilómetros adicionales de TransMilenio antes del 2040.
En la 7a. se va a hacer una chambonada, que de TransMilenio no tiene sino el nombre. Solo llegará hasta la 100, lo mismo que el metro (si se hace), sin puentes sobre la 7a. en la 85, la 92 y la 127. Y toda la ciudad, de la 100 al norte y al oriente de la carrera 15, quedará totalmente bloqueada, sin transporte masivo, con trancones cada vez peores... Es un desastre lo que va a ocurrir.
Lo que pasó en la troncal de la Avenida El Dorado fue porque arrancaron la obra con los diseños incompletos. Ahora se muestran sorprendidos de que, en el camino, los Nule se quedaron ilíquidos. Eso lo hubieran descubierto antes, si los controles de la obra no los hubieran limitado a ir a mirar qué estaba pasando cada 3 o 4 meses.
Samuel está empeñado en que en los medios digamos que él se inventó la creación. Si quiere, lo hacemos, para que no haga pucheros y diga que lo queremos tumbar. Pero cuando se vaya, ¡déjenos alguito de Bogotá, Samuel!
¡SE ME OLVIDA! La presidenta Cristina Kirchner es científica. ¡Acaba de descubrir que la carne de cerdo cura la impotencia!
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