sábado, 30 de enero de 2010

¡Sí somos aliados!

Editorial

El Mundo, Medellín

Enero 30 de 2010

Obama entiende que sería suicida que, en medio de la crisis, la economía norteamericana se encerrara en sí misma.

Tema obligado para nosotros es el discurso del presidente Barack Obama sobre el Estado de la Unión, pronunciado ante el Congreso en pleno y dirigido a toda la nación norteamericana en la noche del pasado miércoles, sobre todo por la especial mención que hizo de Colombia y del Tratado de Libre Comercio, sobre cuya ratificación por parte del legislativo el mandatario dio un clarísimo mensaje de apremio, aun cuando en ello no haya sido tan específico como muchos hubieran querido.

Vale la pena examinar la mención a Colombia y su tratado, en el contexto del tema comercial, que ocupó una parte importante de la exposición que duró 70 minutos, durante los cuales el presidente Obama hizo un repaso de las acciones que debió tomar su administración durante los primeros doce meses de gobierno para solventar la crisis económica, que ha golpeado duramente a los estadounidenses, especialmente a su clase media. Reconoció que las medidas no han sido suficientes para recuperar siete millones de empleos perdidos en los dos años de dura recesión, y se lamentó de que la clase dirigente de Washington haya perdido décadas sin poner en marcha un verdadero plan de revitalización de la economía, mientras China, India y Alemania “no se han cruzado de brazos y no se conforman con un segundo lugar. Están poniendo más énfasis en matemáticas y ciencias. Están reconstruyendo su infraestructura. Están haciendo inversiones importantes en energía limpia porque quieren esos empleos. Pues yo no acepto un segundo lugar para los Estados Unidos de Norteamérica”.

Tras los consabidos aplausos, el presidente Obama entró de lleno en el tema del comercio. “Tenemos que buscar nuevos mercados tan enérgicamente como nuestros competidores lo están haciendo. Si Estados Unidos permanece al margen mientras otros países firman tratados comerciales, perderemos la oportunidad de generar empleo y prosperidad en nuestro territorio. (Aplausos.) Para obtener esos beneficios también debemos ratificar esos acuerdos para que nuestros socios comerciales se atengan a las normas. (Aplausos.) Y por eso, este año seguiremos trabajando para formular un acuerdo comercial de Doha que abra mercados en todo el mundo, y continuaremos fortaleciendo nuestros acuerdos comerciales en Asia y aliados clave como Corea del Sur, Panamá y Colombia. (Aplausos.)”.

Para nosotros, que hemos pronosticado contra los más pesimistas augurios la aprobación del TLC, esa declaración de Obama a favor de los tratados comerciales pendientes, en contraste con lo que sostienen los poderosos sindicatos estadounidenses, de los que obtuvo seguramente un apoyo importante en su campaña, implica que no quiere seguir aceptando sus exigencias porque tiene claro que sería suicida que, en medio de la crisis, la economía norteamericana se encerrara en sí misma. Desde principios de febrero de 2009, cuando nominó como Secretario de Comercio al senador republicano Judd Gregg, defensor acérrimo del libre mercado y fuerte crítico del partido Demócrata por su oposición al TLC con Colombia, entendimos que la ratificación del mismo era simple cuestión de tiempo y de paciencia, como ha dicho nuestra embajadora en Washington, doña Carolina Barco, al comentar esa significativa alusión a nuestro país en el discurso sobre el Estado de la Unión.

Hay quienes, entre ellos el colega editorialista de El Tiempo – a cuyas directivas y periodistas extendemos nuestras congratulaciones por los 99 años que hoy cumple nuestro Hermano Mayor – restan importancia a la mención de Obama porque “no se comprometió específicamente con revivir el TLC ni con ninguna política de preferencias” y, en consecuencia, concluye el colega: “La mejor reacción ante esta mención es la cautela”. A nadie se le ocurre pensar que con ello iba a quedar aprobado mañana el TLC, pero que se va a ratificar el tratado no albergamos la más mínima duda.

Nosotros le damos un inmenso valor político y estratégico a esa inclusión de Colombia, junto a Corea de Sur y Panamá, como “aliados clave” de los EEUU, en un discurso en el que cada palabra está medida y sopesada con un claro objetivo político. En este caso era demostrar que si alguna vez tuvo un mal concepto de Colombia o una mala voluntad frente a Colombia, ya anda en camino de rectificarlo. Y eso es más que suficiente, por ahora. Ese reconocimiento es un hito en la historia de las relaciones con EEUU, sobre todo después de esa falta de presencia del presidente Obama en todo el episodio de las bases militares, que le había dado pie a todos los anti-gringos para conjeturar que estábamos “caídos” con el Gobierno de los EEUU. El Imperio es el Imperio, Colombia es un aliado del Imperio y al señor Obama no le quedaba más remedio que reconocerlo y escogió la manera más eficiente de hacerlo.

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