domingo, 24 de enero de 2010

Reelegir a Uribe, pero no al gobierno

Reelegir a Uribe, pero no al gobierno

Rafael Guarín

Semana.com, Bogotá

Enero 22 de 2009


Aún hay republicanos que se lamentan de no haber podido realizar gran parte de su proyecto político en la era de Ronald Reagan. En una tertulia en Madrid, una de las personas que participó en la redacción de su programa en materia de seguridad me dijo que habían ganado las elecciones pero perdido el gobierno. ¿Cómo así? Sí, me contestó. A pesar de que Reagan derrotó a Jimmy Carter, la burocracia proveniente de esa administración terminó manejando los hilos del poder, que muchas veces no están en la cúpula de los organismos estatales, sino en los mandos medios.


A pesar de sus siete años de ejercicio, a Álvaro Uribe le está ocurriendo algo parecido. Desde hace tiempo varias de las instancias gubernamentales tienen su propia agenda y muchas veces chocan con los conceptos del propio presidente. Por ejemplo, una de las ministras del despacho es enemiga jurada de un nuevo periodo de su jefe y dicen, en los pasillos de la propia Casa de Nariño, que uno de los viceministros es la mano oculta detrás de los editoriales de periódicos internacionales que desaprobaron una nueva reelección. ¿Qué tal eso?


La inamovilidad de varios funcionarios los ha convertido en emperadorcitos de ministerios e institutos, al tiempo que la certeza de que Uribe no echa a nadie les da absoluta tranquilidad. Esa inercia y “baratarias” de poder, favorecen que pululen servidores públicos de libre nombramiento y remoción que no solo no comparten las políticas gubernamentales, sino que son obstáculos y auténticos opositores, cuando no simplemente ineptos. ¡Absurdo!


La consecuencia de esto es desastrosa. Solo un ejemplo: A pesar de la diligencia de Fabio Valencia Cossio y de sus buenos resultados, es incomprensible que el Ministerio del Interior disponga de esquemas de seguridad hasta para ex guerrilleros, incluidos algunos que siguen delinquiendo, camuflados en el “Programa de Desmovilización”, mientras se los niegan a defensores de derechos humanos y dirigentes sociales que coinciden con la Política de Seguridad Democrática y que denuncian a las Farc.


Al parecer para quienes respaldan al gobierno o denuncian el terrorismo está vedado garantizar su seguridad. La consecuencia es mortal: Manuel Moya y Graciano Blandón, líderes de las negritudes en Curvaradó, fueron asesinados por las Farc mientras esperaban a que el gobierno al que apoyaban los protegiera. Las Farc cumplieron la amenaza. Igual está sucediendo con dirigentes sindicales que se convirtieron en objetivo militar de la guerrilla. Nada ha valido para que se les proporcione el amparo necesario.

¿Estarán esperando los flamantes mandos medios del Ministerio del Interior que los maten? ¿Quién es el responsable en esa cartera de tan craso e inexcusable indolencia? Esa curiosa pasividad es cómplice del miserable asesinato de Jairo Rey, Presidente de SINALTRAIFRU, quien cometió el grave crimen para las Farc, con los masacrados Moya y Blandón, de defender en Estados Unidos el TLC.


Todo eso, para no hablar de funcionarios antiuribistas de la administración Uribe, de mando medio y mediocre, que persiguen a personas por tener un compromiso con las tesis del propio gobierno. ¡Ridículo, pero cierto! Ni para que comentar aquel caso en que un miembro de las Farc, actualmente desmovilizado, que trabajó directamente con Alfonso Cano, era responsable de un millonario proyecto en el Tolima, auspiciado por Acción Social. Ni de la infiltración de miembros del PC3 en los organismos del gobierno.


No hay duda que reelegir a Uribe es un reclamo mayoritario de los ciudadanos, pésele a quien le pese, pero las encuestas califican diferente a quienes lo acompañan en el gobierno. Mientras no haya una depuración y no se retome el control de los centros de decisión y operación, que hoy están en manos de individuos que conspiran desde adentro contra los esfuerzos del presidente y sus realizaciones, estaremos condenados a repetir, como mi amigo republicano, que ganamos la elección pero perdimos el gobierno.
¡Ojala el presidente se pellizque!

Nota: Para tristeza de algunos y contrario al equivocado “confidencial” de la Revista Semana, podrán seguir leyendo mis columnas de análisis político y seguridad en El Nuevo Herald de Miami.


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