jueves, 28 de enero de 2010

El crucial debate de Davos

Editorial

El Mundo, Medellín

Enero 28 de 2010

Algunos columnistas reimprimen la vieja crítica de que Davos es un foro excluyente, al que no van sino los ricos. Eso es así.

El Foro Económico Mundial, que se reúne anualmente desde hace 40 años en el balneario suizo de Davos y al que asiste la elite de la política y las finanzas, comenzó ayer con una dura polémica entre gobernantes y banqueros; los primeros a favor de mayores regulaciones al sistema bancario y financiero internacional para evitar una crisis como la que estamos viviendo, y los segundos advirtiendo que la imposición de excesivos controles sobre la actividad de los bancos podría echar a perder la recuperación económica global en marcha.

El primero en romper fuegos a favor de la intervención del sistema financiero y la regulación estatal fue el presidente francés, en su discurso de instalación de las deliberaciones: “Todos sabemos qué hubiera ocurrido sin la intervención estatal para mantener la confianza y apoyar la industria: el colapso total... No es una cuestión de liberalismo, ni de socialismo, ni de derechas, ni de izquierdas, es una realidad”, dijo y advirtió: “Seguiremos haciendo correr riesgos insostenibles a la economía, y animando a la especulación y sacrificando el largo plazo, si no cambiamos la reglamentación bancaria, las reglas de prudencia, las reglas contables”. A su juicio, “no reconciliaremos a los ciudadanos con la mundialización, con el capitalismo, si no somos capaces de aportar un contrapeso al mercado, unos correctivos. Pero entendámonos: no se trata de preguntarnos por qué sistema vamos a sustituir el capitalismo, sino de saber qué capitalismo queremos”.

En la contraparte de la polémica se escucharon voces como la del presidente del banco británico Lloyd´s, Peter Levene, quien resumió la inquietud del sector en esta frase: “Tengamos buenas regulaciones, mejores regulaciones, pero no más regulaciones”. Por su parte, Peter Sands, director general del banco británico Standard Chartered Bank, agregó que su sector ha sido “alterado fundamentalmente” por el endurecimiento de las normas reguladoras y la supervisión, mientras que el presidente del banco alemán Deutsche Bank, Josef Ackermann advirtió: “Perderemos todos si los gobiernos imponen demasiadas limitaciones a los mercados, especialmente el bancario”.

Hay expectativa por lo que planteará hoy el presidente Obama y aunque algunos observadores creen que defenderá la necesidad de adoptar más normas reguladoras para frenar los excesos de riesgo que asumen los bancos, hay un antecedente que nos lleva a pensar que no será tan radical como su colega francés. En la cumbre del G-20, reunida en Londres en abril de 2009, fue clara la diferencia de criterio sobre cómo solventar la crisis, pues mientras EEUU y Gran Bretaña defendían la tesis de que la excesiva regulación puede terminar ahogando la iniciativa privada y las fuerzas del mercado, que son las que finalmente tendrán que sacar a la economía de la crisis, Alemania y Francia se mostraban más preocupados por su “Estado de bienestar” y creían – como creen todavía – que habría que crear un organismo superregulador del sistema financiero mundial.

Nosotros creemos que la cita de Davos no se puede entender como una especie de consagración del más extremado capitalismo, sino como un foro en que se va a buscar, a través del análisis y la crítica al más alto nivel académico, un necesario consenso sobre los cambios que habría que introducir en las relaciones del Estado y los particulares de modo que, sin ahogar la iniciativa privada y la libre empresa, fundamento del sistema, se pueda evitar todo lo que ponga en riesgo el bien común de la sociedad. Estaremos atentos al desarrollo del debate de Davos, que debe terminar, necesariamente, en la concertación de políticas cada vez más claras y eficientes para la buena marcha de la economía de mercado, dentro de las reglas de juego democrático.

Algunos columnistas reimprimen la vieja crítica de que Davos es un foro excluyente, al que no van sino los ricos. Eso es así. Allí los invitados no son todos los que quieran opinar sobre el tema sino los que comparten, como bases fundamentales de la organización social, la democracia representativa y el capitalismo, pero, desde luego, una vez se acepten esas bases, es legítima la discusión de hasta dónde el Estado debe tener un control sobre la economía y, específicamente, sobre el sistema financiero, en aras de corregir las fallas en que pudo haber incurrido éste último y que desataron la crisis económica global de la que apenas comienzan a presentarse leves síntomas de recuperación.

El lema que reúne a gobiernos, empresarios y banqueros es “Mejorar el estado del mundo: repensar, rediseñar, reconstruir”. En cambio, en la otra orilla están los radicalismos antiglobalización y anticapitalismo, de clara estirpe filo-marxista, y para su expresión está precisamente el Foro Social Mundial, que se reúne por estos días en Porto Alegre, Brasil. Tal como lo hizo en 2003, el presidente Luiz Inacio Lula Da Silva habló en ese foro como anfitrión y mañana lo hará en el Foro Económico Mundial de Davos para agradecer el galardón como “Estadista Global”, que por primera vez entregan sus organizadores. ¡Paradojas de la democracia y la libertad!

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