Editorial
Vanguardia Liberal, Bucaramanga
Enero 26 de 2010
El cambio de actitud de Ecuador frente a Colombia y más concretamente en lo que se refiere al problema de las Farc, sólo se puede catalogar como sorprendente. De las agresiones verbales del presidente Rafael Correa al gobierno colombiano luego de la operación en su suelo que dio con la muerte del número dos de esa guerrilla, Raúl Reyes; de la rotura de relaciones diplomáticas; de las sanciones comerciales y las acusaciones ante organismos internacionales contra Colombia, así como la resonancia y obediencia a las indicaciones emanadas desde Caracas, la nación vecina ha dado un giro de casi 180 grados. Sí. De las diferentes estrategias para tratar de ocultar relaciones ‘non sanctas’ entre altos funcionarios del gobierno ecuatoriano con la cúpula de las Farc, se pasó en pocos meses a atacarlas frontalmente.
En los últimos días, tres miembros de esa organización delictiva fueron dados de baja por las autoridades de Ecuador, al tiempo que el Ejército de ese país les ha desmantelado campamentos que insisten en mantener a ese lado de la frontera. De igual manera, el eco a los delirios chavistas ha disminuido hasta volverse prácticamente imperceptible.
La diplomacia, sin lugar a dudas, puede cobrar ese éxito. En otras palabras, la manera prudente, estratégica y reflexiva en que se han manejado las relaciones, así como, hay que decirlo, los fuertes indicios de los vínculos de altos círculos oficiales de ese país con las Farc, que para nada le ayudaban internacionalmente, le han dado a Colombia un dividendo de la mayor importancia.
Importancia y categoría que es necesario darle aún más a Ecuador de ahora en adelante, si lo que se busca es mantener su cambio de actitud y desinflar la respiración artificial que hubiera podido estar prestándole a Alfonso Cano y sus filas.
Haber ganado un aliado fronterizo para debilitar aún más a las Farc, es una victoria significativa que debe afianzarse, sobre todo si se tiene en cuenta que por los lados de vecino nororiental, el socorro a la subversión no solo persiste, sino que tiene incluso la posibilidad de convertirse en una agresión militar oficial que de paso contaría con la ayuda guerrillera interna.
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