Alfonso Gómez Gómez
Vanguardia Liberal, Bucaramanga
Enero 30 de 2010
Silenciado el eco de conmemoración de noventa años de este periódico, echo mi cuarto a espadas para decir algunas cosas. Cuando el General Herrera estimuló a Alejandro Galvis Galvis para venir a fundar un periódico en Bucaramanga, escogió bien el temperamento luchador de su pupilo. Porque en 1919 habían cesado los periódicos de oposición que existieron para denunciar los asfixiantes procedimientos de la regeneración de Nuñez y Caro. Se requería que nuevos hombres ejercieran tal función necesaria y útil. El liberalismo necesitaba de su coraje y constancia para renacer, después del adormecimiento impuesto por el fraude y las componendas de la hegemonía conservadora. Son diferentes los tiempos que vivimos, de cuando Galvis llegaba a la Asamblea Departamental en medio de barras hostiles, para llevar la vocería y decir aquí estamos.
Ni la ciudad, ni el departamento incomunicado favorecían el éxito comercial de la atrevida empresa, ni era fácil viajar a Bogotá para ejercer simultáneamente funciones de Representante del Congreso. Los factores reales mejoraron cuando alumbró el régimen de Olaya Herrera en 1930, mientras el dirigente cumplía su labor de mantener el diario, que doquier respaldaban con su entusiasmo los lectores anhelantes de información y orientación política. Olaya designó a Galvis gobernador y recibió el estallido de violencia de quienes no resignaban su adormilado sentimiento hegemónico, o la impaciencia de quienes querían tenerlo todo. Vino después el Presidente Santos para presidir debate electoral que reafirmó mayorías liberales y calmó ánimos exaltados. Galvis continuó ejerciendo funciones en el Congreso y aquí dirección política, que el periódico coadyuvaba sin intermitencia. Sus lectores eran abundantes, regados en la haz del departamento. A casi todas las aldeas llegaba el diario doblado en los correos mulares. Yo completé mi aprendizaje de lecturas en sus páginas, que tenían más plumas prestigiosas en Montegranario Sánchez, Aníbal Bonilla Galvis o Tomás Vargas Osorio.
Noventa años después el diario circula por las venas del país y en derredor suyo los causahabientes del fundador desaparecido han creado una red que denota prosperidad de la empresa. Atrás quedaron atentados, intentos de incendio, explosiones destructivas, excomuniones absurdas y ánimos belicosos contrarios de gentes torpes que acaso pensaran que la destrucción material de una máquina elimina el vigor del pensamiento.
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