Carlos Mauricio Jaramillo Galvis
Blog Debate Nacional, Medellín
Febrero 10 de 2010
En el país el consumo de agua per cápita mensual es de aproximadamente de 4.0 o 5.0 m³, en España es de 2.74 m³ y en Venezuela es a la fecha de unos 400 litros lo que demuestra que en el mundo, a la fecha, no existe un promedio consensuado para la utilización de este recurso por cada uno de sus habitantes, pues mientras a unos les “sobra” a otros les es esquivo. En la India, por ejemplo, sus habitantes deambulan en búsqueda de este precioso líquido y, para hallarlo, han perforado la tierra generando más de 30 millones de pozos que en su mayoría ya se encuentran secos.
Y mientras millones de seres humanos son dipsómanos por obligación, en el mundo capitalista millones de litros de agua se consumen en forma indiscriminada en la elaboración de productos, bienes y servicios. Para producir una camiseta de algodón o hamburguesa, por ejemplo, se necesitan más de mil litros de agua lo que incide en forma significativa en la disponibilidad del recurso hídrico.
Créanme amigos lectores que no se trata de una errata, sino de la cantidad empleada en elaborar, empaquetar y transportar los productos de consumo, conocida como “agua virtual”, concepto creado por John Anthony Allan quien en agosto de 2008 recibió el Premio Estocolmo del Agua valorado en 96.000 euros
Allan señala que los ciudadanos no sólo consumen agua cuando beben o se duchan, sino también cuando se alimentan o se visten, aseveración que le ha permitido elaborar un método de cálculo exacto de estos consumos y a partir de la suma de ellos y su equivalencia en agua virtual, lo que permite afirmar que cada persona gasta un promedio dee 2.000 y 5.000 litros de agua por día.
En el país en el que se vive también marca claras diferencias: Un norteamericano gasta anualmente una media de 2.500.000 litros de agua virtual (unos 7.000 litros diarios), que es tres veces más que un chino y 5 veces más que un latino.
En cualquier caso, más allá de datos conspicuos, Allan ofrece aplicaciones prácticas, como el denominado “comercio de agua virtual” que se puede explicar de la siguiente forma: Un país semi-árido o árido podría intercambiar tomates (200 litros de agua/kilo) por trigo (600 litros de agua/kilo) de otros países con más agua. Por otra parte, los países pueden ajustarse al verdadero precio del agua, obligándose a tomar medidas eficientes para su consumo.
Otro indicador estrechamente ligado al agua virtual es la huella hidrológica o hídrica. Este fue ideado en 2002 por Arjen Hoekstra, un experto del Instituto UNESCO-IHE. El concepto es similar al de la huella ecológica, sólo que en este caso se considera el consumo total de agua, las características del clima y la eficiencia al utilizar este recurso.
Los consumidores son parte importante de este proceso, y así pueden gastar productos con menos agua virtual, o exigir la implantación de sistemas más eficientes de gestión del agua. Para ayudar a este objetivo, algunos expertos sugieren programas específicos de concienciación o un etiquetado de los productos con la cantidad de agua virtual empleada.
No obstante, estos conceptos no se escapan de algunas críticas. Así, se exige un aumento de la precisión de los actuales métodos de cálculo y la inclusión de otras variables, como por ejemplo los aspectos cualitativos.
Por otra parte, también se recuerda que el comercio de agua virtual, si bien puede beneficiar a algunos países, también puede perjudicar a otros, porque finalmente este recurso se gasta en algún sitio. Por ello, al igual que en el caso de la huella ecológica, los ciudadanos deben tener claro que resulta totalmente insostenible un mundo que aspire a consumir más agua de la que hay.
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