martes, 9 de febrero de 2010

El Imperio contraataca

Alexander Cambero

El Tiempo, Bogotá

Febrero 9 de 2010

Thomas Shannon, el más importante funcionario diplomático de Estados Unidos en Brasil, ya despacha desde la moderna sede de la embajada norteamericana de ese país, ubicada en Avenida das Nações Quadra 801 de la capital amazónica.

La llegada del reconocido personaje estuvo signada por una verdadera muestra de gran simpatía por parte del gobierno socialista de Luiz Inácio Lula da Silva. Antes de ser juramentado, pasó revista a una parada militar, hecho nunca antes visto en este tipo de actos, generalmente administrativos. Una muestra del gobierno de Lula de querer transformarse en el eje de las políticas entre Washington y sus relaciones con el Hemisferio. Mover a semejante personaje desde sus cómodas oficinas de la capital estadounidense es una distinción que hace Obama al gobierno de un hombre al que reconoce como un estadista de gran talante democrático. Además, indica que desde el Departamento de Estado comienzan a leer el giro hacía la derecha que están dando muchos países, dejando en soledad al combo atorrante de Venezuela, Bolivia, Cuba y Nicaragua; con un sigiloso Rafael Correa que anda con ganas de sacudirse al tabardillo que representa Hugo Chávez, para su progresión como estadista de mediana categoría.

Después de ejercer la subsecretaría para Asuntos Hemisféricos, Thomas Shannon recibe el buen pro del gobierno de Barack Obama, para que, desde las trincheras del país más importante de América Latina, logre penetrar a densos sectores del continente que ven a Estados Unidos como el responsable de sus penurias. Un vuelco significativo hacia un territorio de muchas contradicciones y confusiones políticas. Que, sin embargo, siempre ha resultado terreno fértil para la ilusión de los aventureros que se escudan en las patrañas del socialismo miserable. Culpar a los demás de nuestras desdichas siempre ha sido un potente ardid de administraciones incapaces y corruptas como la venezolana.

Esta confluencia en Brasil presenta grandes lecturas. El gigante del sur anhela convertirse en una potencia mundial a corto plazo. Las visitas de Lula a los centros de poder más importantes, con propuestas en los ámbitos económico y social, apuntan hacía la conquista de mercados, tecnologías y desarrollo de empresas mixtas, con especial énfasis en áreas tan sensibles como hidrocarburos, electricidad y recursos hídricos; el fortalecimiento de la agricultura como base del despegue hacia el infinito de las naciones del primer mundo. Son puntales que mira Brasil con el cristal de un potencial que se pierde de vista.

El deslinde de Brasil está en marcha. La izquierda nostálgica, encanecida en consignas de bombas e irrupciones a la buena fe de los pobres. Sigue reuniéndose en el foro de Sao Pablo, para soñar con el asalto final, que se retrasa como el viejo tranvía obsoleto del siglo XIX. El gobierno brasileño a veces se mira en el ombligo con aquellos ancianos guerrilleros del romancero infantil. Lo hace casi con el ceremonial de recordar que todo ese fetiche marxista es incontinencia de gallinazos. Mirarse en el espejo de los fracasados adoradores del imposible, para entender que se perdió el tiempo en migajas revolucionarias que se derrocharon cuando la juventud cruzaba el umbral de la vida de un soñador Lula.

Thomas Shannon viene a poner el ojo en el gatillo. Desde Brasil observará más de cerca el acontecer regional, teniendo especial interés en lo que pasa en Venezuela. La terrible situación será vista con la precisión de un halcón de Washington. Este personaje es de mayor peligro que las supuestas bases militares en Colombia. Sus armas en vuelo, su enorme capacidad profesional, la experiencia en la toma de decisiones lo hacen el hombre indicado para socavar al comunismo en el continente y acompañar a Brasil en el transito hacía la meca del capitalismo.

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